miércoles, 25 de marzo de 2015

Consumo, Cuaresma, Carisma


(A propósito del penúltimo libro de Padre Morosini)

Como el mismo autor indica en la Introducción al libro (La proposta penitenziale di S. Francesco di Paola e il fallimento della società dei consumi, Laruffa Editore, Reggio Calabria, 2014), ha pretendido, desarrollando los varios aspectos de la espiritualidad penitencial y cuaresmal de S.Francisco de Paula y de su familia religiosa, ilustrar aquello que, a su juicio, podría contribuir a sanar los males producidos por el consumismo.
Dejando aparte los temas del perdón y de la justicia que toca en los últimos capítulos (susceptibles también ellos quizá de profundización a través de la distinción hoy en boga entre la justicia retributiva y la restaurativa-agápica), esta obra nos ha sugerido, al menos, tres interrogantes o consideraciones.

Primero: ¿Está actualizada la visión que ofrece el autor de la sociedad consumística y, en consecuencia, su contraste con una civilización de lo suficiente? Revisando algunos pasajes del libro, coinciden con notable exactitud con la contribución que hace una treintena larga de años aportó el autor, bajo el título de “Un mensaje para nuestro tiempo”, en un folleto de orientación de la Obra de Vocaciones Mínimas que en su versión castellana se llamaba “Un mensaje de liberación”. Las ideas sobre la sociedad de consumo en 1984, ¿pueden seguir siendo válidas en el 2014? ¿Es realmente el consumo como tal el causante de todos los males del mundo? Se puede convenir en los males del reduccionismo humano que comporta el vigente economicismo materialista, pero, ¿realmente la sociedad anterior a la consumista era mucho mejor? ¿Realmente hay hoy, como dice el autor, un coro unánime de voces reclamando la construcción de la “civiltà del sufficiente”? En todo caso, situados en el 2014 y no en el 1984, podría admitirse que se clame más bien por una civilización de la sostenibilidad... Es una lástima que el autor no haya trabajado un contexto más actualizado. Sin embargo, alguna cosa apunta cuando trata de la participación ciudadana y del dominio sobre los medios de comunicación. Acaso su reflexión sería más provechosa si hubiera tocado un consumo nuevo que hoy aparece como más preocupante incluso que el meramente material: el consumo ideológico que deriva de los medios de comunicación social y especialmente del uso de las nuevas tecnologías (internet, whatsapp, etc.). La inmediatez, la repetición, la difusión acrítica, el dominio oculto del mensaje y su instrumentalización socializadora (todo lo que hagas es social, nunca más estarás solo, son ideas explicitadas por los mismos fundadores de facebook o twitter) están conduciendo a un consumo ideológico y a una deformación de las conciencias cada vez más inquietante. Sólo así se explica que en un período de tiempo relativamente breve hayan calado como convicciones incuestionables en tantísimos hombres y mujeres de nuestra Europa ideas tan discutibles, por ejemplo, como el aborto-derecho, el matrimonio igualitario o el cada vez más poderoso animalismo (difundiéndose y creciendo entre los jóvenes, y no precisamente en la línea franciscana, sino en la línea humanicida propia de un Peter Singer).

Segunda consideración: este libro es, en algunos de sus aspectos, la constatación pública de un fracaso personal. El autor estuvo al frente de la Orden de los Mínimos durante doce años. Pertrechado, al menos teóricamente, con el arsenal de unas mociones del Capítulo General de 1994 que pretendían resituar a la Orden en la línea carismática fundacional, emprendió un plan, al menos teóricamente, concordado con los Superiores Mayores (el famoso “Progettare”), que intentó reforzar con un arduo y nunca agradecido trabajo discursivo en torno a los conceptos ligados a la ascesis penitencial. Pasó que todo aquello no logró su objetivo. Aceptado teóricamente, pero ignorado, descuidado o rechazado en la práctica cotidiana. Es verdad que alguna de las propuestas, por desacostumbrada, podía no calar en la vida de las comunidades (pongo un ejemplo: la práctica comunitaria de la lectio divina, de la que no cuestionaremos el provecho ni su validez monástica, pero que nunca formó parte de la tradición conventual de la Orden), pero las demás hubieran merecido una mejor consideración en sus destinatarios. No fue así y eso nos conduce a nuestro tercer interrogante.


Tres: ¿A quien va dirigido este libro? ¿Dónde cree el autor que se hallan esas personas en las que pueda reavivarse “il lucignolo ancora acceso”? ¿De verdad cree, vistas la premisas anteriores, que puedan hallarse en la actual Orden mínima? No queremos ser profetas de calamidades, pero ciertas noticias que a veces llegan sobre la consideración del voto de vida cuaresmal en algunos formandos extraeuropeos no contribuyen precisamente a reavivar la esperanza, sino que hacen pensar en que alguien anda por allí disparándose en los pies. ¿No será también que hemos pasado de la cerrada radicalidad preconciliar del perfeccionamiento personal a un desequilibrado volcarse en el mundo descuidando la propia interioridad? ¿No se explicarían algunas crisis y abandonos por este desequilibrio? ¿No habrá habido y no estará habiendo aquí y ahora en nuestra Orden una excesiva preocupación por la significatividad y fecundidad exterior de las prácticas penitenciales (entiéndase especialmente como cuarto voto) en detrimento de la precipua relación personal con el Padre que ve en lo secreto?

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