No era extraño, entre los antiguos comentaristas de la Regla, el acumular argumentos cuanto trataban de defender una determinada proposición. No importaba que alguno de los argumentos aducidos resultara extremo y hasta un tanto chocante. Desde el punto de vista del autor, su omisión equivaldría a ocultar el propio ingenio, lo cual, sin menoscabo de la humildad y la modestia, podría entenderse como repudiar un talento que, en cuanto otorgado por Dios, no debía en modo alguno quedar escondido.
Entre los muchos ejemplos que podrían aducirse traigo aquí a colación una de las razones que Peyrinis da en sus Comentarios Ascéticos para defender el patronazgo de Jesús y María sobre la Orden de los Mínimos; en concreto, en relación a María. Dice el comentarista que habiendo sido nuestra religión instituida de modo que se alimentara sólo de pescado y, como el pescado sólo se encuentra en las aguas y Dios llamó al conjunto de las aguas Mares (Gn 1,10 en la versión Vulgata: congregationesque aquarum appellavit Maria), se sigue que nuestra Orden recurra a María para su sustento espiritual y corporal. Más claro, agua.
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