jueves, 4 de junio de 2015

No somos monjas


Los mínimos, aunque caracterizados por ciertos rasgos monástico-conventuales, no somos stricto sensu monjes. Para mí es un alivio, porque, de lo contrario, habría entrado en crisis.
Leo en el núm. 1862 de Catalunya Cristiana, en la columna "Pensándolo mejor" que una monja benedictina no está muy de acuerdo (sic) con lo que expresa la Regla de San Benito al inicio del capítulo 49, eso de "Licet omni tempore vita monachi Quadragesimae debet observationem habere" (en una traducción usual, pero no literal: “Aunque la vida del monje debiera responder en todo tiempo a una observancia de Cuaresma...”). Ella, en cambio, cree que la vida del monje ha de responder al gozo de la Pascua. Así que alegremente se carga cuarenta días litúrgicos y toda la tradición ascética monacal.
Les ahorro su largo razonamiento porque es, en definitiva, superficial, epidérmico y confuso, más propio de un catequista inexperto de confirmación (una Pascua joven elaborada como se pueda para treceañeros) que de una persona que ha abrazado la vida monástica. Yo no sé si en el monasterio de Sant Benet de Montserrat se sigue con las novicias la larga y morosa deliberación en la lectura repetida de la Regla que se prescribe a fin de que quien aspira a la vida monacal la acepte o la rehúse con conocimiento de causa. Pero, por lo leído, allí el yugo Regulae puede vivirse o no a discreción. Esta pastelera manera de referirse a la Regla, será sin duda aplaudida por los pasteleros, pues ya se sabe que las tradicionales Monas de Pascua resultan más rentables que los sufridos buñuelos cuaresmales.
Y digo yo que las ideas, cuanto más superficiales, más se contagian. Sin ir más lejos, ayer, en pleno tiempo ordinario, nuestro hebdomadario decidió cerrar las Completas con el Regina coeli. ¡Hermano, que no somos monjas benedictinas, caramba!

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