miércoles, 24 de junio de 2015

¡50.000!


Debido a las normas de la clausura religiosa, los conventos son lugares con espacios de acceso limitado. Se trataba y trata de preservar con ello la separación del mundo y la guarda del silencio. Las normas de clausura son más laxas respecto a los varones y más estrictas en lo que se refiere a las mujeres. La celda del Padre Mersenne en su convento parisiense de Place Royale se la ha imaginado visitada en su tiempo por numerosos sabios y científicos que compartían con él experimentos, teorías y conocimientos. Respecto a las féminas, la Regla prohíbe expresamente en su capítulo quinto que se las permita entrar en los conventos. Pero la misma norma prevé una excepción, relativa a mujeres de casa real (“de stirpe regia procreatae”) y/o fundadoras del convento, a las cuales, si pidieran ver los lugares más comunes, se las dejará que entren y los visiten devotamente con su comitiva.


Probablemente el antiguo convento de la Victoria de Zaragoza ha tenido más visitantes (y de ambos sexos y de todas las edades) en estos últimos tres años que en toda su larga historia. Sin duda, estas multitudes son más pacíficas que aquellas que en 1835 acabaron al motín con la vida de cuatro frailes (y el riesgo de incendio más controlado!).

viernes, 19 de junio de 2015

Nacidos del (o figurados por el) costado herido de Cristo

Muchas veces se ha transcrito lo que se dice que decía el venerable Padre Moreau, según la versión que se halla en F. Giry, Les vies des saints, París, 1719, vol. III, col. LXXVI:
“Decía algunas veces que las cuatro Órdenes mendicantes habían salido de las cuatro llagas de las manos y de los pies del Hijo de Dios, pero que la Orden de los Mínimos había salido después de las demás de la llaga sagrada de su pecho y de su corazón.”

P.Pierre Moreau

En realidad, la mención del corazón es una ampliación de Giry. La biografía más antigua de Moreau (La vie du vénérable serviteur de Dieu le R.P.Pierre Moreau, París, 1639), atribuida al Padre Macaire, no habla de procedencia, sino de figuración, ampliando notablemente las palabras de Moreau:
“Tratando de las cuatro antiguas Órdenes religiosas mendicantes, las comparaba a las cuatro llagas de las manos y de los pies del Salvador en la Cruz, pero, refiriéndose a la de los Mínimos, decía que estaba figurada por la llaga del costado de Jesucristo. Aseguraba que esta Orden representaba al Cuerpo místico de Jesús, la misma hoguera de amor, significada por esta llaga del costado en su cuerpo verdadero” (pp.256-257).

Esta relación de los Mínimos con el número de las llagas de Cristo sabemos hoy que es bastante anterior a Moreau, hasta el punto de que a mediados del siglo XVI se la hacía remontar al mismísimo San Francisco de Paula. El testimonio lo encontramos en la manuscrita Vida del Santo conservada en la Biblioteca Universitaria de Barcelona (ms. 162) de autor ignoto, cuya transcripción ha sido recientemente dada a conocer por el Padre Benvenuto. En ella se lee cómo San Francisco de Paula, besando los pies de Sixto IV le pedía que confirmara su Orden y la pusiera entre las mendicantes y cómo, resistiéndose a ello el Sumo Pontífice, San Francisco comenzó a invocar algunos pasajes de la Escritura, predicando y persuadiéndolos
“cómo siendo cinco las llagas de Cristo, necesario era que fueran cinco las religiones, a fin de que de todo estado y condición pudiesen los pueblos salvarse”.

lunes, 8 de junio de 2015

Couvent mis en vente

El antiguo convento de los mínimos de Beauregard-l'Evêque, en Auvernia, llamado también Abadía de Mirabeau, ha sido puesto a la venta por sus actuales propietarios. La fundación del convento fue impulsada en el siglo XVI por el Obispo de Clermont Guillaume Duprat, el primero que introdujo a los jesuitas en Francia y que guardó una muy buena amistad con el mínimo Padre Simon Guichard (apodado “martillo de los herejes”).
Tras la exclaustración, el convento tuvo diversos usos, predominantemente agrícolas. Aunque sufrió un incendio en los años treinta del siglo pasado y actualmente 3/4 partes del complejo conventual se hallan en ruinas, tiene la particularidad de que no ha sido saqueado ni vandalizado. En la última década los Amis de Mirabeau lo habían empleado en diversos usos culturales o festivos. La iglesia es de una majestuosidad impresionante y en 2007 albergó uno de los Congresos de estudio celebrados en Francia con motivo de los 500 años de la muerte de San Francisco de Paula. Cuando se publicaron en un volumen conjunto los trabajos de este Congreso y de otro celebrado en Tours se eligió precisamente para decorar la portada una de las pinturas murales que se hallan a la entrada de la Capilla y que representa a San Francisco de Paula y un grupo de sus frailes.



Así que ya saben, por bastante menos de la mitad de lo que cuesta un dúplex en la barcelonesa Sarriá o un piso en la madrileña calle Serrano, pueden adquirir un pedazo de historia eclesiástica, de historia mínima, una belleza.


jueves, 4 de junio de 2015

No somos monjas


Los mínimos, aunque caracterizados por ciertos rasgos monástico-conventuales, no somos stricto sensu monjes. Para mí es un alivio, porque, de lo contrario, habría entrado en crisis.
Leo en el núm. 1862 de Catalunya Cristiana, en la columna "Pensándolo mejor" que una monja benedictina no está muy de acuerdo (sic) con lo que expresa la Regla de San Benito al inicio del capítulo 49, eso de "Licet omni tempore vita monachi Quadragesimae debet observationem habere" (en una traducción usual, pero no literal: “Aunque la vida del monje debiera responder en todo tiempo a una observancia de Cuaresma...”). Ella, en cambio, cree que la vida del monje ha de responder al gozo de la Pascua. Así que alegremente se carga cuarenta días litúrgicos y toda la tradición ascética monacal.
Les ahorro su largo razonamiento porque es, en definitiva, superficial, epidérmico y confuso, más propio de un catequista inexperto de confirmación (una Pascua joven elaborada como se pueda para treceañeros) que de una persona que ha abrazado la vida monástica. Yo no sé si en el monasterio de Sant Benet de Montserrat se sigue con las novicias la larga y morosa deliberación en la lectura repetida de la Regla que se prescribe a fin de que quien aspira a la vida monacal la acepte o la rehúse con conocimiento de causa. Pero, por lo leído, allí el yugo Regulae puede vivirse o no a discreción. Esta pastelera manera de referirse a la Regla, será sin duda aplaudida por los pasteleros, pues ya se sabe que las tradicionales Monas de Pascua resultan más rentables que los sufridos buñuelos cuaresmales.
Y digo yo que las ideas, cuanto más superficiales, más se contagian. Sin ir más lejos, ayer, en pleno tiempo ordinario, nuestro hebdomadario decidió cerrar las Completas con el Regina coeli. ¡Hermano, que no somos monjas benedictinas, caramba!