viernes, 21 de septiembre de 2018

Lo leo y no lo creo: el Ayuntamiento se rascó el bolsillo

Era el año 1800 y una espantosa epidemia de fiebre amarilla se propagó por la ciudad. Fue tan tremenda que la cifra de muertos se calcula que fue de cerca de 15.000 personas. Una parte del convento de los mínimos de Triana se destinó entonces a hospital provisional, efectuándose en el edificio conventual las correspondientes modificaciones para poder cumplir debidamente tal función. Hasta marzo del año siguiente no comenzó la ciudad a recuperar la normalidad.

En 1802 los mínimos recurrieron al Cabildo municipal, pidiendo se hiciera la obra necesaria para que el convento volviera, como se les había asegurado, a su primitivo estado. Los diputados del barrio, tras visitar el convento, emitieron un informe en el que recordaban la “actividad, esmero y caridad religiosa con que el Corrector y otros varios individuos de aquella comunidad nos ayudaron al socorro, colocación y asistencia de los enfermos, en un tiempo tan peligroso para los que aún no habían experimentado los efectos de la epidemia...”. Asimismo, proponían que era mejor que los mismos frailes se encargaran de gestionar la realización de las obras necesarias, indemnizándoles a tanto alzado con 2.500 reales.

Lo más sorprendente e inusitado de este expediente de la Escribanía de Cabildo de Sevilla es la resolución que el municipio toma once días después del informe de los diputados de barrio: conformarse con tal informe y disponer se entreguen a la comunidad para el reparo del convento 3.000 reales (!!!).


miércoles, 19 de septiembre de 2018

Mujeres, dinero, concupiscencias y cosas peores


Hay un fragmento en la Vida de San Francisco de Paula del discípulo Anónimo, donde para mostrar la necesidad de la castidad y de la pobreza de los religiosos mínimos, se recogen unas palabras de advertencia de San Francisco:
“Et dicebat quod foeminae et argentum attrahunt ad concupiscentiam et adurunt Servos Dei” (Solía decir que las mujeres y el dinero llevan a la concupiscencia e inflaman a los siervos de Dios).

Hay un episodio histórico que muestra que lo peor ya no es el dinero o las mujeres, sino el dinero de las mujeres, que puede llevar no sólo a la concupiscencia sino al homicidio. Léase este aviso histórico de José Pellicer fechado el 18 de agosto de 1643:
“Fray Manuel de la Espada, hijo de García de la Espada, escribano, religioso mínimo y sacerdote, que el año pasado avisé había muerto a su tía por robarla, fue condenado a entregar al Brazo Seglar, degradándole primero...Y así mañana le dan garrote en la cárcel”.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Dos mínimas curiosidades históricas de las Mínimas



Una de cal y otra de arena. Dos textos relativos al mismo monasterio. Poco más de 50 años entre uno y otro.

Primer texto:
“La caridad no tiene límites estrechos. Las entrañas de la religión que la inspira son dilatadas. Siente que hay otras necesidades en la gran familia cristiana y se alegra de encontrar en la diversidad de los establecimientos monásticos los medios para satisfacerlas. ¡Cuántas gracias estas siervas del Señor, recogidas noche y día al amparo del santuario, han hecho descender del cielo como rocío bienhechor en el alma de los pecadores, sorprendidos ellos mismos de su conversión al no poder humanamente explicar la causa de ella! ¡Cuántos que en el corazón de la noche, a la salida de una fiesta mundana o de un jolgorio desenfrenado, han oído la voz de Dios al mismo tiempo que sonaba la campana del monasterio! ¿Cuántas veces las oraciones fervorosas de estas santas mujeres han forzado al ángel exterminador a envainar su espada?...Dios en un pecador inmolado no halla más que a una víctima inmunda; pero que una virgen oculta a los ojos del mundo, viviendo en estado de continua expiación por pecados que no ha cometido, sucumba bajo los golpes del Señor...Su justicia se apacigua satisfecha ante una víctima enriquecida con todos los tesoros de la más pura inocencia y del exceso de la penitencia más rigurosa y más voluntaria. ¡A esto le llaman una vida inútil!”

Segundo texto:
“Estoy desde hace dos años en el convento de las mínimas, donde me condujo mi vocación. Lo he dejado en las condiciones que ustedes conocen y, sin embargo, he vivido en él horas dulcísimas, gracias al afecto maternal que tenía por mí la superiora Sor Teresa Gaubert. Esta mujer santa y digna me manifestaba constantemente sus buenos sentimientos, lo que desplacía un poco a mis compañeras.
El pasado 18 de julio tuve el dolor de perder a mi buena madre la superiora y desde entonces fui objeto del odio tenaz de las hermanas. Las que más se ensañaban eran las hermanas San Juan, San Ignacio, Escolástica y del Buen Pastor, pero la más feroz era sin duda sor Ignacia. Me privó de pan durante tres días y el cuarto día me dio por todo alimento unos curruscos duros absolutamente incomibles. Por la noche me hacía acostar en el suelo y cuando me permitía ir al lecho, disponía el mueble de tal manera que era imposible no caerse al menor movimiento involuntario. Cansada de estas persecuciones y enferma por la falta de alimento, decidí escapar. Esta mañana, con el pretexto de no encontrarme bien, no bajé a la capilla con mis hermanas, y, mientras ellas oían la misa, me trasladé rápidamente a un pequeño cuarto cuya ventana se abre a un metro del muro de clausura, del lado de la calle de l'Aube. A riesgo de matarme, pero resuelta a sustraerme a las torturas que he sufrido desde hace tres meses, tomé impulso y salté encaramándome a lo alto del muro. Desde ahí he pedido socorro...”

Ambos textos se refieren al monasterio de mínimas de Marsella.
El primer texto es de 1851 y consiste en la exhortación del Obispo del lugar cuando bendijo el nuevo monasterio y capilla. El Obispo era San Eugenio de Mazenod (fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada). La fuente es la Enciclopedia Teológica de Migne.

El segundo texto se refiere a lo acaecido en octubre de 1904; es la narración que hizo en persona mademoiselle Morin, después de ser “rescatada” de lo alto del muro de clausura. La fuente es, reproduciendo una información de “Le Matin”, el diario “L'Éclaireur du Finistère” (Morlaix).