martes, 26 de septiembre de 2017

San Francisco de Paula y Lutero


Cumpliéndose este año los 5 siglos de la difusión por Lutero de sus 95 tesis en Wittemberg, efemérides que sorprendentemente en algunos ámbitos católicos se han celebrado tal vez con más vehemencia que en algunos protestantes, no viene mal recordar cómo tradicionalmente se ha querido remarcar el antagonismo entre el Reformador y el Fundador de los mínimos. Aunque San Francisco de Paula pertenece a una generación anterior, la cercanía entre su canonización y las primeras condenas de Lutero dio impulso a que un tiempo después desde el marco católico se recalcara la antítesis entre ambos. El enfrentamiento fue heredado por los respectivos hijos espirituales y así los mínimos, particularmente en Francia, se opusieron decididamente a los protestantes (con predicadores como Dehem, Finet, Ropitel, Humblot, Guichard, Binans), sin que lamentablemente pueda afirmarse lo mismo de todos los mínimos de la Provincia germánica (al menos, durante el siglo XVI y a pesar de que la propaganda posterior de la Orden difundiera lo contrario).

Sobre el tema que nos ocupa suele citarse la predicación de San Roberto Belarmino. Pero antes que él hubo otros que ya remarcaron la contraposición entre estos dos grandes personajes. Por ejemplo, Gabriele Fiamma, quien, en el libro cuarto de sus vidas de Santos comienza así la dedicada a San Francisco de Paula:

"Cuando el pérfido heresiarca de nuestros tiempos Martín (Lutero) encendió en Alemania aquel gran fuego , que arde y más que nunca quema todas aquellas flores de virtud que en el jardín de la fe católica habían plantado y cultivado con tantos trabajos muchos y santos personajes, mientras que sus secuaces, por él instruidos, sustraían a los hombres de las Órdenes religiosas a la apostasía, de la obediencia a la rebelión, de la castidad a la impureza, de la devoción a la disolución, de la celda al prostíbulo, del celo a la envidia, de la paz a la guerra, del amor al odio, del desprecio del mundo al desprecio de Dios, justo entonces, con gran confusión del hereje, que se enorgullecía de querer destruir todos los grupos de regulares, se fundó entonces una Orden de tal perfección y tan llena de espíritus excelentes en el servicio de Dios, que no llevó el herético nunca tantos hombres de las religiones al siglo cuantos esta nueva Orden ha conducido a sí misma. El fundador de esta Orden tan grande (aunque se haga llamar de mínimos) fue S. Francisco de Paula, hombre, según creo yo firmemente, dado por Dios al mundo para vergüenza de los adversarios de la Iglesia católica." 



A partir de ahí, no han sido pocos los que, sobre todo citando a Belarmino, han ido contraponiendo los errores de Lutero y las virtudes opuestas de Francisco de Paula:

  • Lutero: el ayuno no vale nada y la abstinencia es superstición / San Francisco funda una Orden cuyos miembros deben ayunar a menudo y no comer carnes ni lacticinios.
  • Para Lutero, celibato, obediencia y pobreza voluntaria no valen y son de origen humano / Francisco los aprecia y abraza como utilísimos consejos de Jesucristo.
  • Lutero considera a León X el Anticristo / San Francisco le predijo, cuando era un mozalbete, que sería Papa.
  • San Francisco, enseña que hay que obedecer al Papa, invocar a los Santos, venerar sus reliquias e imágenes, y confirmando todo esto ha sobresalido en milagros / Lutero, enseñando todo lo contrario, no ha realizado milagro alguno (“no ha resucitado ni a una pulga”).
  • Lutero fue puesto por León X en la lista de los rebeldes por sus herejías y maldades / A San Francisco el mismo Papa lo inscribió en el catálogo de los Santos
  • Y, además, cuando muere San Francisco de Paula su cuerpo desprende un agradable perfume / Cuando murió Lutero, el hedor de su cuerpo era tan revulsivo que era insoportable hasta para los animales, y eso que había sido embalsamado y cerrado en una caja de estaño...
Ciertamente eran diversos los tiempos y las perspectivas.


viernes, 22 de septiembre de 2017

Una profunda decepción


Antes, cuando un profesor de Universidad publicaba algo, se suponía que tendría una cierta calidad. Hoy en día no sé si por la urgencia de publicar, la necesidad de ostentar un currículum cuantitativamente amplio o por otras razones que se me escapan, podemos tropezarnos con artículos no ya de un perfil bajo, sino plagados de un cúmulo de errores palmarios y hasta, ¿por qué no decirlo?, de ciertas trampas que, si nunca deberían tolerarse ni siquiera en los amateurs, resultan inadmisibles en gente que se gana la vida con esto.
Viene al cuento de lo que publicó el pasado año la profesora J. en una revista polaca. En mi humilde opinión, si hubiera limitado el tema al convento mínimo de Gerona o a la exótica figura del Padre Roig y Jalpí, nos hubiese brindado unos datos bien encuadrados, útiles y provechosos. Sin embargo, la autora ha pretendido hablar de los mínimos-as en Cataluña. El resultado no sólo es desigual (ha de serlo con las escasas fuentes primarias que maneja), sino que es un verdadero desacierto. Porque, no contenta con hablar del tema del título, ha querido introducirnos en San Francisco de Paula y hasta en los mínimos en general y en su voto de vida cuaresmal. Hacer eso teniendo como base principal la vida del Santo de Gómez de la Cruz, amenísima si se quiere, pero un auténtico refrito parafrástico del XVIII que sólo negativamente puede servir de fundamento.
El método empleado con tal opción es tanto más incomprensible cuando, según las notas a pie de página, la autora ha tenido acceso a las biografías de Addante y Roberti, a los "Origine" (sic) de Galuzzi o incluso a las más de 700 páginas de "Il carisma penitenziale" de Morosini. Podemos pasar por alto que siga la antigua cronología de fundación de conventos, hoy repetidamente discutida; podemos considerar un lapsus calami que hable de mínimos en Francia en 1482; hagamos como que no reparamos en el encuadre exclusiva y acentuadamente franciscano que propugna de la Orden; disculpemos la consideración del voto de vida cuaresmal como un seráfico veganismo animalista (supuestamente en contradicción con el Concilio de Calcedonia del 451; al parecer, para San Francisco de Paula los animales tenían un alma inmortal). Pero que a estas alturas de la película se reproponga, en contra de explícitos documentos de archivo de la época, la arcaica tesis de los dos Boíles es para echarse a llorar. Y lo es porque, estando la cuestión indiscutiblemente aclarada al menos desde 1914, reproponerla sin absolutamente ningún fundamento crítico se hace poco inteligible. Lo curioso es que un artículo del 2003 que se cita a pie de página como defensa de ello dice precisamente todo lo contrario. Llegados a este punto, ya no sabemos si tales citas responden a textos con los que la autora ha trabajado o si se ha limitado a copiar los títulos. ¿Es esta una dura acusación? Pondré otro ejemplo y juzguen ustedes mismos:
En una nota a pie de página se refiere a San Francisco de Paula como “escritor teólogo”, encasquetándole la autoría del libro "Grandezze di Maria esposte in XXVI discorsi..." Esto se llama haber visto el libro sólo por el forro, porque, de haberlo abierto y simplemente hojeándolo se hubiera percatado de que el autor Padre D.Francesco de Paola no es el fundador de los mínimos, sino el segundo Superior General de los redentoristas (3 siglos de nada entre uno y otro). Sí, sí, tierra, trágame. ¿Se entiende ahora el porqué me he limitado a poner la inicial del apellido?

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Cuando Campanella fue mínimo


Sin duda, uno de los más famosos, interesados y efímeros cambios de hábito fue el acaecido en Roma en 1634. A la sazón se hallaba Tommaso Campanella en Frascati. Supo entonces que los españoles lo buscaban por creerle implicado en la frustrada conjura que había preparado en Nápoles su discípulo Tommaso Pignatelli. Con el patrocinio del cardenal Girolamo Colonna, Campanella obtuvo audiencia con Urbano VIII, quien, no pudiendo o no conviniéndole garantizar su seguridad, le aconsejó que huyese. Acogido en la embajada de Francia por su amigo François de Noailles y habiendo los españoles incitado a la plebe (tachando de heresiarca al dominico) hasta el punto de que muchos se habían congregado ante la embajada reclamando que les fuese entregado, se dice que Campanella salió por una puerta secreta vestido de fraile mínimo y con documentación a nombre de fray Lucio Berardi. En el propio carruaje del embajador lo llevaron a Civitavecchia, desde donde pasó a Marsella y a la libertad. No obstante, en sus primeros días en Marsella, alojado por el señor de Gastines, seguía prudentemente haciéndose pasar por mínimo, de forma que en carta a su amigo Peiresc pidiéndole medios para reunirse con él en Aix-en-Provence le decía: “Hospes meus putat me esse de ordine Minimorum, qui, ut scis, sum Praedicatorum et tintinnabulum (=campanella) tuum ad quem scripsisti, et saepe salutasti. Nemini nomina mea aperire nisi tibi volo, debeoque”.  Ya en Aix recuperaría hábito y nombre y el mínimo fray Lucio Berardi  desaparecería para siempre.