El próximo Capítulo General de la
Orden de los Mínimos se ha convocado para el próximo mes de julio en Roma. Una
primera novedad a resaltar es que la reunión no se celebrará en un convento de
la Orden sino en una estructura perteneciente a unas religiosas. Como otras
veces, se convoca careciendo de tema explícito. Normalmente el Capítulo es “sintemático” hasta que se
comunica el elenco de los participantes.
Puede sorprender también en la convocatoria el gran número de religiosos
mínimos que están a la dependencia del Padre General, es decir no encuadrados
en estructuras Provinciales o de Delegación (32 religiosos). Podría ser que por
primera vez en edad contemporánea el número de capitulares de estructuras o procedencias extraitalianas
superara al de los religiosos de las Provincias y Delegación italianas. En su
carta de esta Cuaresma el Padre General se mostraba esperanzado en base al buen
número de vocaciones procedentes de África y de India. El reto está en discernir si este
florecimiento sea auténtico o esté ligado a la perspectiva de un futuro billete
destino a Europa o Norteamérica... Sólo el tiempo que revela la perseverancia
dirá hasta qué punto las motivaciones vocacionales son genuinas. Como decíamos
más arriba, la convocatoria ha venido precedida de la tradicional carta de
Cuaresma, que tiene mucha parrafada del documento La Vida Fraterna en Comunidad
y, aparte de una citación de Santo Tomás que no viene al caso (no pega ni con
cola), emana un cierto efluvio de nostalgia del peor período postconciliar. Por
lo demás, hay que reconocer que está en línea con el actual pontificado, al que
secunda con ciertas insinuaciones inconcretas (“encerrados en cómodos
mecanismos”, “cuántos se sienten rechazados por actitudes cerradas y no se
sienten respetados por sus orígenes”, “estrechez de nuestras visiones
personales”, “esquemas interpretativos prefabricados”, etc.) y, eso sí, mucho
diálogo con la modernidad, con el mundo, etc. Por lo visto, aquella concepción
de la identidad mínima como contestación al mundo es ya agua pasada y hoy
nuestro carisma parece ha de entenderse más tendente a la confraternización y, en
consecuencia, habrá que preguntarse honradamente si esto no nos conducirá a una
cada vez más merecidísima irrelevancia eclesial.
Este Capítulo hasta ahora “sintemático”
suponemos que abordará la reforma de las Constituciones, una reforma que,
planteada hace más de doce años, suscita muchos interrogantes; para su preparación
se enviaron cuestionarios a todas las comunidades y, si estas han respondido, el
resultado probablemente sea un maremágnum caótico en el que poner un poco de
orden tiene que ser tarea ímproba. Ignoro a quien le habrá correspondido esta
labor penitencial, que requiere una capacidad y una paciencia que, en otros
tiempos, sólo pocos mínimos tenian (es inevitable pensar en personajes tan
excepcionales y difícilmente repetibles como fueron en el pasado más reciente Padre
Moretti o Padre Bellantonio). ¿Qué hay que esperar de este Capítulo? Pues, al
igual que ha ocurrido en los inmediatamente anteriores, algunas mociones
bienintencionadas y muy bien redactadas que, como es habitual, no se verán
acompañadas por ninguna aplicación práctica. Hace 30 años hubo el intento más
serio y tenaz de que las mociones aprobadas en el Capítulo General se pusieran
en práctica y ciertamente no se obtuvo el éxito esperado.
Con la convocatoria del Capítulo
se ha enviado un modelo de oración para que se rece en las comunidades. Una vez
más, desatendiendo el artículo 7 de nuestras Constituciones, la oración se
dirige, salvo una jaculatoria mariana, a San Francisco de Paula. ¿San Miguel?
Ni por asomo, y que conste que esta irregularidad no hay que atribuirla al
último equipo de Gobierno (al último equipo de Gobierno es difícil atribuirle
nada), sino que va camino de convertirse en costumbre inmemorial. La oración
tampoco es un dechado de espiritualidad mínima. Entre otras cosas, se incluye el
consabido “Todo es posible para quien ama a Dios”, una frase atribuida acrítica
y apócrifamente a San Francisco de Paula, que el bueno del Fundador nunca
pronunció y que los mínimos, en nuestra indigencia oratoria, nos obstinamos,
carentes de otros recursos, en repetir como papagayos, tal vez esperando que
algún día logremos amar a Dios y seamos por fin capaces de algo. En fin, así
nos va. Algunos rebeldes contumaces mantenemos el combate como aislados
francotiradores, pero es como dar coces contra el pincho. Sancte Michaël
Archangele, defende nos in proelio!