jueves, 26 de agosto de 2021

De la “violencia de género” a la santidad (y, por favor, planten vides y pónganse a salvo)

 


 Érase que se era en el siglo XVI en Borgoña, en un humilde hogar de labriegos, un matrimonio joven que un día discutieron acaloradamente. En un acceso de ira el marido le lanzó a su consorte un taburete a la cabeza. Pocos días después ella moría del golpe recibido. Él, para salvar cuerpo y alma, marchó a Roma temeroso y arrepentido. El uxoricida, obtenida la absolución dada por el penitenciario apostólico, pasó unos meses en penitencias y devociones. Ingresó para oblato en un convento romano; el superior que le admitió a prueba sería veinte años después elegido general; un año después emitió su profesión en manos de otro ex-general. Se dio a una vida de obediencia, humildad, mortificación y trabajo. Perdió la vista corporal y tuvo visiones y comunicaciones sobrenaturales. Siendo iletrado, dictó escritos que, examinados por una monja de Roma y por otra de Nápoles, le valieron la calificación de “gran secretario de Dios”. Tuvo sus detractores y sus admiradores, entre estos últimos el Pontífice Romano, que le visitó varias veces en su convento. Murió en olor de santidad.

El personaje se llamaba Étienne Justice. Su convento, el de los mínimos franceses (Santísima Trinidad en el Monte Pincio). La monja napolitana, la venerable Úrsula Benincasa. Fray Étienne no sólo tuvo don de profecía sobre acontecimientos más o menos inmediatos, sino que dio a conocer algunas revelaciones temporalmente indeterminables que había recibido en la oración. Algunas son no poco curiosas, como la de que los Turcos iban a sitiar Roma, entrar en la ciudad y matar sin cuartel a cuantos encontraran; otra vez estos mismos infieles asedian otra ciudad, entran en ella y pasan a cuchillo a todos sus habitantes, después de lo cual acceden a una gran viña para alimentarse; tras comer sus racimos, se convierten al Señor y se vuelven más celosos y firmes en la fe católica que los antiguos cristianos; lo que significa, en una explicación que no sabemos si proviene del buen fraile o de alguno de sus posteriores intérpretes, la conversión de los Turcos después de que Dios se haya servido de ellos para castigar a los malos cristianos, como se sirvió en el pasado de los bárbaros para destruir el imperio romano dividido por cismas y herejías y agregarlos después a la santa Iglesia.

Uno de sus hermanos de religión compuso a su muerte esta oración que, traducida pobremente por mí del latín, viene a decir:

Oh, ínclito siervo de Dios, que brillas en el firmamento y gozas de la visión de los sumos e incomparables bienes, acuérdate de este mísero que soy, de mí, a quien, cuando peregrinabas en este mundo hacia el Señor, amaste afectuosamente y consolaste a menudo cuando me hallaba en el dolor y la angustia. Conoces el estado de mi alma, y, por tanto, te suplico, por las entrañas de Cristo, que defiendas mi causa ante Dios y ante su santísima Madre, de modo que, ayudado por tus santas preces, consiga felizmente llevar a término mi peregrinación en el Señor con temor y temblor. En tanto, mira benigno con tu innata benevolencia este anagrama compuesto en memoria y acción de gracias por la eterna felicidad recibida de Dios de que gozas en los cielos.

El anagrama:

Nombre del siervo de Dios: Frater Stephanus Justice

Anagrama: Hic fuse super astra nitet