miércoles, 29 de julio de 2015

En África, con las manos (o el rodillo) en la masa

En este caluroso julio el Arzobispo mínimo Monseñor Giuseppe Fiorini Morosini, Metropolitano de Reggio Calabria, ha visitado la casa de los mínimos en la República Democrática del Congo, perteneciente a la Provincia napolitana de la Orden. Allí ha presidido la Eucaristía de profesión de votos temporales de 3 novicios africanos en una ceremonia emocionante, en la que incluso se ha atrevido a pronunciar algunas palabras en kikongo.


Para una más amplia información puede consultarse la crónica que se halla en la web diocesana. Del reportaje fotográfico extraemos esta ilustración, demostrativa de que no sólo de la Palabra de Dios vive el hombre, sino también del pan material (¡o más probablemente de la pizza!).

© Sisi Kayan 

viernes, 24 de julio de 2015

¿Primeros aniversarios?


Hubo un tiempo en que, después de la ordenación sacerdotal, en la primera misa que celebraba el nuevo presbítero otro sacerdote glosaba las excelencias del sacerdocio. Después de eso, había que esperar al 25º aniversario de ordenación (las bodas de plata) para tener una celebración especial. Los tiempos cambian, pues leo en “La Voce del Santuario” la noticia (ya atrasada, pero esta publicación sale cuando sale y llega cuando llega) de que dos sacerdotes mínimos celebraron el primer (sic) aniversario de ordenación; lo hicieron en la capilla del Monasterio de Mínimas de Paula, con rezo de vísperas (incluyendo meditación de una monja sobre el sacerdocio) y eucaristía concelebrada (con homilía de un mínimo sobre el sacerdocio mínimo).

Es verdad que hay vocaciones sacerdotales y religiosas que son especialmente trabajadas y que, a veces, el haber dejado patria, familia, lengua, cultura, etc., puede incluso revestir de un cierto heroísmo la fidelidad vocacional. Pero si empezamos a enlucir el primer aniversario con acción de gracias solemnísima y le damos el carácter de noticia, estamos apuntando a que la perseverancia de un año en la condición sacerdotal mínima se ha convertido en una cosa extraordinaria. Pues no, por ahí no. ¡Al loro, que no estamos tan mal, hombre!

lunes, 13 de julio de 2015

La maleabilidad de los santos



A veces se diría que, en nuestra consideración, son de plastilina. Hace unas décadas un religioso mínimo predicaba un retiro a un grupo de terciarios y les decía literalmente esto: “siete figli di San Francesco di Paola, che è stato un santo furbacchione, il più furbo dei santi”. Una de las principales tentacioncillas contra la humildad que debería caracterizarnos es esa pasioncilla de sorprender al auditorio con algo original e inesperado. Probablemente no alcance, menos en este contexto, ni siquiera la categoría de pecado venial, pero no deja de ser una cierta imperfección, una mota de orgullo con ese calorcillo interior de “cómo se habrán quedado con lo que he dicho, qué bueno y qué original soy”.
En honor a la verdad, hay que reconocer que, por otra parte, el Padre C., predicador de la referida sandez, ha sido un mínimo virtuoso y apostólicamente fecundo, no es broma. Ahora bien, ¿qué es eso de un santo furbacchione? “Furbacchione” puede tener un carácter despectivo, equivalente a granuja o bribón; no creo que un mínimo se atreviese a calificar de tal a nuestro Santo Padre Fundador. O bien quiso decir, con todo el cariño, que era un pillastre travieso, un listillo astuto. Tanto en un caso como en el otro  resulta una burrada, no sólo por ley de cortesía, sino por amor a la verdad. Ningún testimonio documental relativo a la vida de San Francisco permite sostener tal aserción. Y lo del “più furbo dei santi” es una demasía que  va de suyo, sin necesidad de más examen. Todo esto viene a cuento de la facilidad con la que la hagiografía, la devoción o la predicación (probablemente, no digo yo que no, bienintencionada)  modelan interesadamente a los santos. Qué fácilmente les hacemos decir lo que nunca dijeron, hacer lo que nunca les pasó por la cabeza hacer y ser lo que nunca fueron.