En Barcelona se ha publicado un
nuevo folleto sobre la figura del Padre Roldós, restaurador de la Orden en
España. Se trata de la reproducción de un reciente artículo aparecido en el
Boletín Oficial de la Orden, añadiéndole algunas ilustraciones. La ocasión, un
poco ya fuera de tiempo, es el 90 aniversario de la muerte del Padre Roldós
(diciembre de 1933). Además, habiéndose reparado muy decentemente por parte de
esforzados parroquianos, una sala del convento de Barcelona (que sirvió durante
muchos años para el “esplai” parroquial y que históricamente fue lo primero que
se construyó del convento de San Joaquín) se le ha dado este nombre en homenaje
a tan ejemplar religioso. La sala rehabilitada fue bendecida el pasado día 17 de marzo.
El problema de conocer la historia es que, a poco que
uno compare con la actualidad, se advierten hirientes contrastes y estúpidas
semejanzas. En el caso de Padre Roldós, abundantes unos y otras, con un balance
francamente negativo de nuestro lado. A menos que uno aparque la conciencia, es
para que se nos caiga la cara de vergüenza, al menos a los mínimos españoles.
Padre Roldós llevó a cabo casi sin medios una tarea ímproba de restauración de
la Orden. Tenía una formación mínima limitada (recuérdese que en Italia se le
anticipó la profesión para poder enviarlo a España) y se vio sometido a veces a
implacables e injustificadas presiones desde el gobierno central de la Orden.
Obtuvo vocaciones autóctonas (todas catalanas, excepto un soriano de limitadas
luces que, sin embargo, fue el primero martirizado en 1936) en unos tiempos que no eran mejores que los nuestros. Tenía clara cuál
era la identidad de la Orden y cuál era la misión a llevar a cabo. Dio gran
importancia al trabajo intelectual y a las publicaciones, de forma que hasta el
más tonto de los coristas escribía la letra de un himno (“caridad y santa
unión”). Salvo dos notables excepciones, se equivocó dando confianza excesiva a los
hermanos legos, que le salieron ladrones, deshonestos o ambas cosas a la vez. Y
aquí estamos nosotros ahora, con medios suficientes, sin ningún proyecto
identitario ni misión específica ni programación, incapaces de suscitar, animar o acompañar vocaciones, dedicados a una rutina estéril. Lo único que hemos
imitado de Roldós son sus errores. Y probablemente los pagaremos. Caros.
Me parece que conoce usted poco a los mínimos de Barcelona , són religiosos trabajadores y entregados a su labor
ResponderEliminarNo se discuten en el post ni el trabajo ni la entrega de los mínimos. Pero pueden ser muy trabajadores, muy entregados y muy lo que sea y cometer errores o carecer de proyectos. El trabajo y la entrega son plenamente compatibles con decisiones letalmente equivocadas.
ResponderEliminar