miércoles, 30 de diciembre de 2015

Sexto centenario de San Francisco de Paula: el logo

Si en 2007 con la celebración del quinto centenario de la muerte de San Francisco de Paula, los resultados culturales se movieron predominantemente en el marco de un abordaje histórico crítico de la vida y personalidad del Santo (entre cuyos ejemplos podemos citar la biografía escrita por Giuseppe Fiorini Morosini), lo poco que hasta ahora se ha producido con ocasión del sexto centenario del nacimiento (2016) parece sugerir una orientación tradicional apologética trivial y muy poco aprecio por los datos rigurosos de la historia. En el más elevado nivel esto se percibe en el mensaje que el Papa Francisco ha dirigido a la Provincia mínima de Santa María della Stella y que tal vez comentemos más adelante.
Hoy queremos fijarnos en el emblema o logo que se ha escogido para el evento del sexto centenario. Ha sido publicado en el calendario del Santuario de Paula y parte de una tradición popular no sólo no sustentada documentalmente, sino en sí misma desfigurada ingenuamente al cabo de los años. Se trata del fuego, de la llama o llamas, del globo ardiente o como quiera figurarse, que apareció sobre el techo de la casa paterna en Paula. Dice, quien comenta el logo, que apareció según tradición la noche del nacimiento del Santo. Ciertamente, una tradición adulterada o confundida. Porque las más antiguas fuentes sitúan el hecho extraordinario en la concepción de San Francisco y no en su nacimiento.

La más antigua referencia la han leído algunos, a lo largo de los años, en la Relatio del cardenal Simoneta, aunque la inconcreción y el contexto en el que se habla allí de los “in tenellis annis igniculli” abonan, en mi opinión, una interpretación más espiritual que material. Veamos ahora cómo refiere el fenómeno uno de los biógrafos más antiguos: Paolo Regio. Escribe:

Laonde circa l’hora di mezza notte venendo un Compare di quello per chiamarlo; acciò con lui andasse, dove il giorno avanti havean determinato per loro lavori, vidde sopra la casa di Giacomo et fè veder a molti della Terra, che chiamó a questo effetto, una chiara facella, che miracolosamente ivi era apparsa et tutto il’convicino luoco illuminava. Volendo Idio per essa significare nella procreation del fanciullo, che si faceva in quel punto, il gran splendore, che da si basso luogo dovea uscire ad essaltatione della Chiesa Santa...

Tomemos otro: Gaspare Passarello, en los Privilegia:

...(Deus) satis signi dedit, nam nocte fere media, dum Franciscus de Paula gignebatur, homo quidam pernecessarius et propinquus ipsius Iacobi, qui verbo nostrati compater dicitur, ad operam mercennariam Iacobum vocaturus venerat, cum incesas faces nocturno tempore supra eius tectum vidit: Deus hoc signum dando, lumen animi infantis pueri, qui eo in loco tum generabatur, Paulanis omnibus ostendebat...

No da versión diferente Montoya:

...Sucedió assí que la noche (mil vezes dichosa) en que este glorioso niño fue concebido, se vio sobre la casa de sus padres un globo de claríssima y resplendente luz, que como si la del sol fuera, reberverava en todo aquel contorno con maravillosos resplandores...

En la misma interpretación añeja se mueven Mena, Chappot, Du Vivier, etc. Es verdad que muy pronto esta presentación más antigua se deformará, tal vez por un ambiguo desliz del propio Passarello, quien en su biografía italiana de San Francisco dice que su “natività, prima che egli nascesse, fu dimostrata con un mirabil lume di torcie accese, visto di notte sopra il tetto della sua casa”. Ya en 1584, en la Vita et Miracula de Pietro de Nobili, encontramos situadas las luminarias,  no a la procreación o “prima che egli nascesse”, sino justamente a la “hora puerperii”. Más tarde habrá otros como Victon que concordarán las cosas multiplicando las luces, numerosas en la concepción y no menos numerosas y resplandecientes en el nacimiento.
En todo caso, para que quien ideó el logo se percatase del error, le habría bastado leer a alguien tan accesible como Roberti o, si prefiere la literaria ficción más reciente, a Daniele Salerno (bien instruido o asesorado en este particular). Lo más paradójico es que el grabado utilizado libremente para el logo pertenece justamente a una edición de la vida de Paolo Regio (!):



¿Qué quieren que les diga? La verdad es que también a mí, de pequeño, me gustaba más ver las ilustraciones que leer los textos. En fin, démosle "mezzo gaudio": también un comentarista de no poco prestigio de los grabados de San Francisco perpetró no hace muchos años, en referencia a esta mismísima ilustración, la mismísima metedura de pata.  

martes, 1 de diciembre de 2015

Vida cuaresmal y longevidad

La vida cuaresmal de los mínimos no está de ninguna manera reñida con la longevidad. Nuestro Santo fundador vivió 91 años. No han faltado mínimos que superaron esa edad. Ni faltan. Como ejemplo, aquí tienen al Padre Angelo, de la comunidad romana de Sant'Andrea:



miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Desde cuándo San Francisco de Paula nació el 27 de marzo?



La respuesta inmediata y espontánea sería que desde 1416. Evidentemente, el interrogante va por otro lado. Las biografías o estudios sobre San Francisco de Paula, incluidos los últimos, breves o extensos, trátese de obras escritas por mínimos (algunos ejemplos: Benvenuto, Morosini, Addante, Bellantonio, Capponi, Roberti) o no (por ejemplo, De Rosa, Scaltriti, Macris & Tallarico, Soriano, Dabert, Pradier, Rolland),  señalan que San Francisco de Paula nació el 27 de marzo de 1416. Algunos son tan rotundos que indican que ello está históricamente “fuera de toda duda” (Roberti). Otros, más ponderados, como Dabert, señalan el año 1416 indicando a continuación que “generalmente” se señala el 27 de marzo.

Modernamente, sin embargo, algunos autores sí han mostrado, aunque tímidamente, sus reticencias. Galuzzi, aunque no en el texto, sino en nota a pie de página, ya indicaba en 1967 que sólo estaba históricamente probado el año, no el mes ni el día. Lusito se expresaba en parecidos términos, indicando que el día y el mes eran aceptados por una antigua tradición no pacíficamente acogida. Como se ve, nuestra pregunta va cobrando sentido.

Los escritores del siglo XVIII y los de la segunda mitad del siglo XVII, con una sola excepción, dan por buena la fecha (Higueras, Roig Jalpí, Toscano, Martin, Dondé, De Coste, etc.). Había una buena razón para ello: era la fecha indicada por François La Noue (Lanovius), el autor de la gran Crónica minimitana publicada en 1635. Es sorprendente la facilidad con la que tal fecha ha colado, sin ningún documento probatorio, en los tratadistas posteriores. Ciertamente, hay una excepción: François Giry, quien, con el mismo rigor con el que defendió el nacimiento en 1416 frente a Papebroch (el jesuita se mostraría posteriormente vencido y convencido), indicó que el mes y el día eran inciertos, aduciendo que no había ningún escritor contemporáneo (al Santo) que lo dijera (así se expresa en su vida de San Francisco de Paula y lo repite en su continuación a las Vidas de los Santos de Simon Martin).


¿De dónde tomó Lanovius la fecha precisa? Examinemos la cuestión. El año 1416 no suscita reparos porque la bula de canonización de San Francisco de Paula (1519) señala que murió el viernes santo de 1507 a la edad de 91 años. Este mismo dato (muerte el viernes santo de 1507 a los 91 años) es señalado por la Vida de San Francisco de Paula manuscrita en 1560 que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Barcelona. Totalmente impreciso es el conocido Anónimo contemporáneo, cuyos textos más antiguos se limitan a un 1400 vel circa, arreglado en versiones posteriores por un 1416. La primera vida amplia impresa, la de Paolo Regio (y sus traductores al castellano Francisco Cuevas y Pedro de Mena), aporta más confusión que claridad, ya que señala el año 1416 no como el de nacimiento, sino como el del voto y concepción, limitándose a indicar que nació “a su debido tiempo”, con lo cual, concebido en 1416, por muy prematuro que fuese, el viernes santo de 1507 no tendría 91 años cumplidos, sino sólo 90 (!!!).

Passarello, Du Vivier, Montoya (seguido por Pinedo), Morales, Victon y Chapot se limitan a señalar que nació en 1416. El único francés de la época, anterior a Lanovius, que indica con precisión el 27 de marzo es Dony d’Attichy en su Historia general de la Orden (1624). Sin embargo, no proviene de él la invención o el descubrimiento. En mi opinión, proviene de una obra publicada en Barcelona en 1618: el Enchyridion o breve crónica de varones illustres de la Orden de losMínimos, escrito por el doctor Pedro Jaime Tristany, cuyo probado afecto por los mínimos y devoción por su Santo Fundador iba parejo con no pocos errores e imprecisiones de su crónica. ¿Por qué precisamente el 27 de marzo? Probablemente, porque así podía explicarse el apelativo de Roberto que da al Santo ermitaño en sus memorias Philippe de Commynes. 

Resumiendo:
  1. La fecha de 27 de marzo transmitida tradicionalmente resulta, cuando menos, sospechosa.
  2. Sorprende que la hayan admitido sin más historiadores que hacen gala, para otras cuestiones, de una crítica esmerada.
  3. ¡Chapeau por Giry!
(Recuerdo que los comentarios están abiertos y para este tema especialmente, si alguien aporta más luz o documentados desmentidos, se lo agradeceré)

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El famoso mínimo Carrillo


Tal vez el mínimo español más famoso del siglo XIX haya sido el Padre Fernando Carrillo, del convento de la Victoria de Madrid. Deplorable fama, por cierto, debida a su labor de censor eclesiástico de obras teatrales, ejercida durante la década absolutista. La historia literaria liberal le ha calificado como “verdugo del pensamiento” y “azote de los poetas dramáticos”. Entre quienes sufrieron especialmente su intransigente severidad, no siempre justa y a veces incluso grotesca, hay que mencionar especialmente a Antonio Gil y Zárate.
Sus enemigos nos pintan al Padre Carrillo orondo, glotón y desaseado, además de implacable en el confesionario. Señalan también que su ocupación favorita era el asistir espiritualmente a los reos de muerte. Así, se cuenta que en una ocasión un condenado fue indultado en el último momento y media hora después, al comentar el suceso, el Padre Carrillo dijo: “ha sido una lástima porque estaba muy bien preparado para la muerte”. En su labor censora no admitía en los diálogos teatrales expresiones como “Ángel mío” o “yo te adoro”. En una ocasión suprimió la frase “aborrezco la victoria”, porque creía que había sido escrita contra su convento. Muchos ejemplos parecidos se citan de él. A veces quedaba la obra tan mutilada o tan modificada que el sufrido autor acababa por renunciar a estrenarla. Si damos confianza al mismo Gil y Zárate, alguna obra lograba pasar si previamente el autor se granjeaba una mejor disposición del fraile regalándole una cajita de rapé, sustancia de la que hacía uso frecuente. Tan amplia fue la desgraciada fama del Padre Carrillo que aparece mencionado en los Episodios Nacionales (Los apostólicos) de Pérez Galdós y hasta en una novela (Los confidentes audaces) de Baroja.

martes, 18 de agosto de 2015

El cómputo de los milagros


No han faltado en la Orden de los Mínimos frailes que cultivaran y enseñaran matemáticas. Algunos, la mayoría del siglo XVII, eran eruditos en otras muchos saberes, por ejemplo los Padres Mersenne, Niceron o Maignan. Otros, en la misma época, hicieron una labor especialmente divulgadora y didáctica, como el Padre Capdeville. Ya en el siglo XVIII hay que mencionar las obras del Padre Bonomo. Sin embargo, ninguno de ellos, por lo que publicaron, parece haber sido capaz, a pesar de su competencia científica, de calcular el número exacto de los milagros obrados por su fundador San Francisco de Paula.

¿Innumerables? Tal vez ahora, pero no a mitad del siglo XVIII. Los “sabios todos” del siglo XVIII, carentes del actual instrumental computacional, supieron, sin embargo, calcular ese número:

2.391.280


¿No me creen? Vean el libro de poesía que el prolífico, a veces irreverente y a menudo gracioso Don Gómez Arias (que se autoproclamaba Maestro de filosofía, Bachiller en Medicina, Profesor de Matemáticas y Buenas Letras, amén de Astrólogo) dedicó a nuestro Santo (El clarín armónico de las glorias y milagros del mínimo máximo thaumaturgo S. Francisco dePaula), busquen la nota al pie de la página 113 y no sean incrédulos, sino creyentes.

lunes, 3 de agosto de 2015

Teodidacta


Una de las discusiones que a menudo se han planteado entre los biógrafos de San Francisco de Paula es la de su grado de instrucción. De una parte, los que afirman que, como tantas personas de su tiempo, carecía totalmente de instrucción. De otra, los que dicen que era capaz al menos de leer y escribir. Los defensores de la primera opinión se fundamentan en las condiciones del tiempo y en afirmaciones explícitas de testigos en el proceso de canonización. Los de la segunda recalcan cómo predicaba el evangelio, redactaba cartas y, especialmente, su autoría indiscutida de la Regla de la Orden; aducen, además, que con toda probabilidad, si no antes, al menos en el año votivo pasado con los frailes conventuales de San Marcos Argentano recibiría una alfabetización elemental. Los primeros son calificados de hipercríticos por sus contrarios y a los segundos se achaca por parte de aquellos una idealización del santo que no quiere admitir un degradante analfabetismo.

¿Cómo alguien analfabeto puede haber vivido y, sobre todo, transmitido una espiritualidad tan rica como lo es la de San Francisco de Paula? La respuesta que han dado algunos escritores de la Orden es la de considerar a San Francisco un “teodidacta” no en el sentido amplio que daba el Padre Philipon a esta expresión (todo teólogo sería “teodidacta” porque asiste a la “escuela de Dios”), sino en el estricto de alguien que ha recibido su saber directamente de Dios. Aquí les pongo lo que afirma Jean Durelle en la dedicatoria de su Dialecticothea (y no es una excepción, puede leerse algo similar, por ejemplo, en Méndez de San Juan, en la dedicatoria de su Theologia Moralis de Praeceptis Decalogi):
Licet in terras scientarum acquisitarum esses apparatu destitutus; tamen eras Theodidactus, scientia enim desuper infusa praeditus cordium secreta detegebas, futura praeanuntiabas, Doctorum dubia consultus sine haesitatione resolvebas.

miércoles, 29 de julio de 2015

En África, con las manos (o el rodillo) en la masa

En este caluroso julio el Arzobispo mínimo Monseñor Giuseppe Fiorini Morosini, Metropolitano de Reggio Calabria, ha visitado la casa de los mínimos en la República Democrática del Congo, perteneciente a la Provincia napolitana de la Orden. Allí ha presidido la Eucaristía de profesión de votos temporales de 3 novicios africanos en una ceremonia emocionante, en la que incluso se ha atrevido a pronunciar algunas palabras en kikongo.


Para una más amplia información puede consultarse la crónica que se halla en la web diocesana. Del reportaje fotográfico extraemos esta ilustración, demostrativa de que no sólo de la Palabra de Dios vive el hombre, sino también del pan material (¡o más probablemente de la pizza!).

© Sisi Kayan 

viernes, 24 de julio de 2015

¿Primeros aniversarios?


Hubo un tiempo en que, después de la ordenación sacerdotal, en la primera misa que celebraba el nuevo presbítero otro sacerdote glosaba las excelencias del sacerdocio. Después de eso, había que esperar al 25º aniversario de ordenación (las bodas de plata) para tener una celebración especial. Los tiempos cambian, pues leo en “La Voce del Santuario” la noticia (ya atrasada, pero esta publicación sale cuando sale y llega cuando llega) de que dos sacerdotes mínimos celebraron el primer (sic) aniversario de ordenación; lo hicieron en la capilla del Monasterio de Mínimas de Paula, con rezo de vísperas (incluyendo meditación de una monja sobre el sacerdocio) y eucaristía concelebrada (con homilía de un mínimo sobre el sacerdocio mínimo).

Es verdad que hay vocaciones sacerdotales y religiosas que son especialmente trabajadas y que, a veces, el haber dejado patria, familia, lengua, cultura, etc., puede incluso revestir de un cierto heroísmo la fidelidad vocacional. Pero si empezamos a enlucir el primer aniversario con acción de gracias solemnísima y le damos el carácter de noticia, estamos apuntando a que la perseverancia de un año en la condición sacerdotal mínima se ha convertido en una cosa extraordinaria. Pues no, por ahí no. ¡Al loro, que no estamos tan mal, hombre!

lunes, 13 de julio de 2015

La maleabilidad de los santos



A veces se diría que, en nuestra consideración, son de plastilina. Hace unas décadas un religioso mínimo predicaba un retiro a un grupo de terciarios y les decía literalmente esto: “siete figli di San Francesco di Paola, che è stato un santo furbacchione, il più furbo dei santi”. Una de las principales tentacioncillas contra la humildad que debería caracterizarnos es esa pasioncilla de sorprender al auditorio con algo original e inesperado. Probablemente no alcance, menos en este contexto, ni siquiera la categoría de pecado venial, pero no deja de ser una cierta imperfección, una mota de orgullo con ese calorcillo interior de “cómo se habrán quedado con lo que he dicho, qué bueno y qué original soy”.
En honor a la verdad, hay que reconocer que, por otra parte, el Padre C., predicador de la referida sandez, ha sido un mínimo virtuoso y apostólicamente fecundo, no es broma. Ahora bien, ¿qué es eso de un santo furbacchione? “Furbacchione” puede tener un carácter despectivo, equivalente a granuja o bribón; no creo que un mínimo se atreviese a calificar de tal a nuestro Santo Padre Fundador. O bien quiso decir, con todo el cariño, que era un pillastre travieso, un listillo astuto. Tanto en un caso como en el otro  resulta una burrada, no sólo por ley de cortesía, sino por amor a la verdad. Ningún testimonio documental relativo a la vida de San Francisco permite sostener tal aserción. Y lo del “più furbo dei santi” es una demasía que  va de suyo, sin necesidad de más examen. Todo esto viene a cuento de la facilidad con la que la hagiografía, la devoción o la predicación (probablemente, no digo yo que no, bienintencionada)  modelan interesadamente a los santos. Qué fácilmente les hacemos decir lo que nunca dijeron, hacer lo que nunca les pasó por la cabeza hacer y ser lo que nunca fueron.

miércoles, 24 de junio de 2015

¡50.000!


Debido a las normas de la clausura religiosa, los conventos son lugares con espacios de acceso limitado. Se trataba y trata de preservar con ello la separación del mundo y la guarda del silencio. Las normas de clausura son más laxas respecto a los varones y más estrictas en lo que se refiere a las mujeres. La celda del Padre Mersenne en su convento parisiense de Place Royale se la ha imaginado visitada en su tiempo por numerosos sabios y científicos que compartían con él experimentos, teorías y conocimientos. Respecto a las féminas, la Regla prohíbe expresamente en su capítulo quinto que se las permita entrar en los conventos. Pero la misma norma prevé una excepción, relativa a mujeres de casa real (“de stirpe regia procreatae”) y/o fundadoras del convento, a las cuales, si pidieran ver los lugares más comunes, se las dejará que entren y los visiten devotamente con su comitiva.


Probablemente el antiguo convento de la Victoria de Zaragoza ha tenido más visitantes (y de ambos sexos y de todas las edades) en estos últimos tres años que en toda su larga historia. Sin duda, estas multitudes son más pacíficas que aquellas que en 1835 acabaron al motín con la vida de cuatro frailes (y el riesgo de incendio más controlado!).

viernes, 19 de junio de 2015

Nacidos del (o figurados por el) costado herido de Cristo

Muchas veces se ha transcrito lo que se dice que decía el venerable Padre Moreau, según la versión que se halla en F. Giry, Les vies des saints, París, 1719, vol. III, col. LXXVI:
“Decía algunas veces que las cuatro Órdenes mendicantes habían salido de las cuatro llagas de las manos y de los pies del Hijo de Dios, pero que la Orden de los Mínimos había salido después de las demás de la llaga sagrada de su pecho y de su corazón.”

P.Pierre Moreau

En realidad, la mención del corazón es una ampliación de Giry. La biografía más antigua de Moreau (La vie du vénérable serviteur de Dieu le R.P.Pierre Moreau, París, 1639), atribuida al Padre Macaire, no habla de procedencia, sino de figuración, ampliando notablemente las palabras de Moreau:
“Tratando de las cuatro antiguas Órdenes religiosas mendicantes, las comparaba a las cuatro llagas de las manos y de los pies del Salvador en la Cruz, pero, refiriéndose a la de los Mínimos, decía que estaba figurada por la llaga del costado de Jesucristo. Aseguraba que esta Orden representaba al Cuerpo místico de Jesús, la misma hoguera de amor, significada por esta llaga del costado en su cuerpo verdadero” (pp.256-257).

Esta relación de los Mínimos con el número de las llagas de Cristo sabemos hoy que es bastante anterior a Moreau, hasta el punto de que a mediados del siglo XVI se la hacía remontar al mismísimo San Francisco de Paula. El testimonio lo encontramos en la manuscrita Vida del Santo conservada en la Biblioteca Universitaria de Barcelona (ms. 162) de autor ignoto, cuya transcripción ha sido recientemente dada a conocer por el Padre Benvenuto. En ella se lee cómo San Francisco de Paula, besando los pies de Sixto IV le pedía que confirmara su Orden y la pusiera entre las mendicantes y cómo, resistiéndose a ello el Sumo Pontífice, San Francisco comenzó a invocar algunos pasajes de la Escritura, predicando y persuadiéndolos
“cómo siendo cinco las llagas de Cristo, necesario era que fueran cinco las religiones, a fin de que de todo estado y condición pudiesen los pueblos salvarse”.

lunes, 8 de junio de 2015

Couvent mis en vente

El antiguo convento de los mínimos de Beauregard-l'Evêque, en Auvernia, llamado también Abadía de Mirabeau, ha sido puesto a la venta por sus actuales propietarios. La fundación del convento fue impulsada en el siglo XVI por el Obispo de Clermont Guillaume Duprat, el primero que introdujo a los jesuitas en Francia y que guardó una muy buena amistad con el mínimo Padre Simon Guichard (apodado “martillo de los herejes”).
Tras la exclaustración, el convento tuvo diversos usos, predominantemente agrícolas. Aunque sufrió un incendio en los años treinta del siglo pasado y actualmente 3/4 partes del complejo conventual se hallan en ruinas, tiene la particularidad de que no ha sido saqueado ni vandalizado. En la última década los Amis de Mirabeau lo habían empleado en diversos usos culturales o festivos. La iglesia es de una majestuosidad impresionante y en 2007 albergó uno de los Congresos de estudio celebrados en Francia con motivo de los 500 años de la muerte de San Francisco de Paula. Cuando se publicaron en un volumen conjunto los trabajos de este Congreso y de otro celebrado en Tours se eligió precisamente para decorar la portada una de las pinturas murales que se hallan a la entrada de la Capilla y que representa a San Francisco de Paula y un grupo de sus frailes.



Así que ya saben, por bastante menos de la mitad de lo que cuesta un dúplex en la barcelonesa Sarriá o un piso en la madrileña calle Serrano, pueden adquirir un pedazo de historia eclesiástica, de historia mínima, una belleza.


jueves, 4 de junio de 2015

No somos monjas


Los mínimos, aunque caracterizados por ciertos rasgos monástico-conventuales, no somos stricto sensu monjes. Para mí es un alivio, porque, de lo contrario, habría entrado en crisis.
Leo en el núm. 1862 de Catalunya Cristiana, en la columna "Pensándolo mejor" que una monja benedictina no está muy de acuerdo (sic) con lo que expresa la Regla de San Benito al inicio del capítulo 49, eso de "Licet omni tempore vita monachi Quadragesimae debet observationem habere" (en una traducción usual, pero no literal: “Aunque la vida del monje debiera responder en todo tiempo a una observancia de Cuaresma...”). Ella, en cambio, cree que la vida del monje ha de responder al gozo de la Pascua. Así que alegremente se carga cuarenta días litúrgicos y toda la tradición ascética monacal.
Les ahorro su largo razonamiento porque es, en definitiva, superficial, epidérmico y confuso, más propio de un catequista inexperto de confirmación (una Pascua joven elaborada como se pueda para treceañeros) que de una persona que ha abrazado la vida monástica. Yo no sé si en el monasterio de Sant Benet de Montserrat se sigue con las novicias la larga y morosa deliberación en la lectura repetida de la Regla que se prescribe a fin de que quien aspira a la vida monacal la acepte o la rehúse con conocimiento de causa. Pero, por lo leído, allí el yugo Regulae puede vivirse o no a discreción. Esta pastelera manera de referirse a la Regla, será sin duda aplaudida por los pasteleros, pues ya se sabe que las tradicionales Monas de Pascua resultan más rentables que los sufridos buñuelos cuaresmales.
Y digo yo que las ideas, cuanto más superficiales, más se contagian. Sin ir más lejos, ayer, en pleno tiempo ordinario, nuestro hebdomadario decidió cerrar las Completas con el Regina coeli. ¡Hermano, que no somos monjas benedictinas, caramba!

viernes, 15 de mayo de 2015

Corona de cortesanos y lauro de labradores


Hoy es San Isidro Labrador. Y por ello no sería inconveniente recordar aquí que la primera vida amplia escrita sobre el Santo tuvo por autor a un religioso mínimo, el Padre Nicolás José de la Cruz, que fue superior en Burgos y en Madrid y publicó la obra en 1741 (otra edición con el título más simplificado y sin el fárrago de la dedicatoria y las aprobaciones se publicó en 1790). La primera edición llevaba como título Corona de cortesanos y lauro de labradores o espejo de labradores y exemplar de cortesanos: La vida, virtudes y milagros de San Isidro Labrador...adjunta la vida, virtudes y milagros de su dignísima Esposa Santa María de la Cabeza. Lo que Dios unió que no lo separen los hagiógrafos. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

Una argumentación extrema o sutil


No era extraño, entre los antiguos comentaristas de la Regla, el acumular argumentos cuanto trataban de defender una determinada proposición. No importaba que alguno de los argumentos aducidos resultara extremo y hasta un tanto chocante. Desde el punto de vista del autor, su omisión equivaldría a ocultar el propio ingenio, lo cual, sin menoscabo de la humildad y la modestia, podría entenderse como repudiar un talento que, en cuanto otorgado por Dios, no debía en modo alguno quedar escondido. 
Entre los muchos ejemplos que podrían aducirse traigo aquí a colación una de las razones que Peyrinis da en sus Comentarios Ascéticos para defender el patronazgo de Jesús y María sobre la Orden de los Mínimos; en concreto, en relación a María. Dice el comentarista que habiendo sido nuestra religión instituida de modo que se alimentara sólo de pescado y, como el pescado sólo se encuentra en las aguas y Dios llamó al conjunto de las aguas Mares (Gn 1,10 en la versión Vulgata: congregationesque aquarum appellavit Maria), se sigue que nuestra Orden recurra a María para su sustento espiritual y corporal. Más claro, agua.

lunes, 4 de mayo de 2015

Lo bien que lo pasamos

La vida mínima no es una vida necesariamente de amargados ni de dolientes achacosos, doy fe. La abstinencia cuaresmal no está reñida con la alegría ni con la salud. Poéticamente lo expresó Don José Tafalla Negrete. Cuatro de las composiciones incluidas en su Ramillete poético están dedicadas a San Francisco de Paula. En una de ellas, un romance, afirma que, pese a la abstinencia cuaresmal, los mínimos lo pasamos "como unos Padres". Quiero suponer que el sentido, más allá del juego de palabras, es el de pasarlo bien, en el sentido positivo que hoy se da en México al "pasarlo padre". Tafalla no era mexicano, sino aragonés, y la referencia que en el mismo romance hace a la Victoria se refiere sin duda al convento mínimo de esta intitulación mariana en Zaragoza. Aquí transcribo el romance con ortografía actual, que lo disfruten "como unos Padres":

De San Francisco de Paula
mi voz las grandezas cante,
que es Santo de los mayores,
si Mínimo de los Frayles.
Iglesias edificava
con fervor  incomparable,
pero siendo tan gran Santo
no admiro que edificase.
Él mismo al Sacro edificio
servía los materiales,
para que siempre empleado 
en buenas obras le hallasen.
No se descuydava entonces 
el maldito de tentarle,
porque cuando el Santo Iglesias
no hacía el Demonio Altares.
Mas burlábase Francisco
de sus armas y combates,
que de cuanto hacía el Diablo
nuestro Santo hacía el Ángel.
Mil veces sobre las ascuas
anduvo ileso y constante, 
pues quiso Dios que en el fuego
ni aun por lumbres se quemase.
En su Santo Refectorio
jamás se huele la carne,
y sin embargo sus Hijos
lo pasan como unos Padres.
Fue su afición el ayuno
y su penitencia grande,
y en ella la Disciplina
dicen que le hacía sangre.
Triunfó de los enemigos
y de que el triunfo alcanzase
no hay duda, pues siempre tiene
la Victoria de su parte.
 
      San Francisco de Paula con Sixto IV

domingo, 19 de abril de 2015

Mínimos viajeros


No todos los mínimos han sido sedentarios. Muchos han hecho largos viajes, han visto mundo. No hablo de la itinerancia que suponen los cambios de destino dentro de la Provincia monástica respectiva, ni siquiera de los que dentro de Europa debían hacerse para trasladarse a los Capítulos Generales o los que los Superiores Generales o sus Vicarios debían llevar a cabo para llevar a cabo la visita canónica. Hablo de otros largos recorridos. Como el que llevó en 1493 a fray Bernardo Boyl a cruzar los mares hacia las nuevas tierras descubiertas como encargado de la primera evangelización. Fue una estancia ultramarina relativamente corta y misionalmente fracasada, pero meses después Boyl le contaba a Munzer, según el testimonio de éste, mil cosas de aquellas lejanas tierras.
Algunas veces el viaje y el destino se producían muy a pesar de los frailes concernidos. Tal era el caso de los que en el Mediterráneo eran apresados por corsarios y llevados a Berbería a pasar penalidades en tanto no fueran rescatados, si finalmente lo eran. Algunas provincias monásticas surgieron precisamente por tener que evitar el riesgo del viaje marítimo requerido para participar en Capítulos Provinciales o Definitorios; tal fue el caso de Mallorca o del vicariato de Cerdeña.
Otras veces fue la promoción episcopal la que, teniendo como destino una sede en Indias, obligaba a emprender un viaje que nunca estaba exento de dificultades. Lo supo fray Francisco del Rincón cuando, teniendo que llegar a Santo Domingo, sufrió un naufragio que le hizo tomar tierra en un despoblado de Cuba. Lo sabía bien fray Luis de Cañizares quien, destinado a una paupérrima diócesis filipina, decidió prorrogar sine die su escala en México, esperando que sus amigos en Madrid le consiguieran pronto un ascenso que le evitara proseguir su viaje.
Otros mínimos partieron en verdaderas expediciones científicas. Los más conocidos son Plumier y Feuillée. Tres viajes realizó Plumier, en uno de los cuales fue apresado por corsarios y llevado a Tobago; emprendió el cuarto con destino a Perú, pero murió en el Puerto de Santa María. De Feuillée se conocen también cuatro expediciones a África y América. Podemos mencionar también a aquellos que viajaron al Próximo Oriente, como el Padre Valbuena enviado por la reina de España a llevar un donativo para los cristianos del lugar, o como el Padre Minuti que lo hizo a la búsqueda de documentos y antigüedades.

Finalmente cabe mencionar a los mínimos que habían emprendido largos viajes antes de entrar en religión. Ese sería el caso, por ejemplo, del Padre Boullé que había estado en Canadá a las órdenes de Champlain combatiendo o parlamentando con ingleses y con amerindios. O, para poner el ejemplo de un personaje más cercano, a caballo de los siglos XIX y XX, puede mencionarse al Padre Roldós, restaurador de los mínimos en España, quien precedentemente había sido capitán en la marina mercante, donde hacía la ruta del golfo de Guinea. Este pasado marinero no siempre fue bien visto por sus hermanos religiosos; a veces algunos se lamentaban arguyendo que cómo podía ser superior religioso un antiguo marino; estas murmuraciones llegaron a oídos de Roldós quien replicaba que precisamente por haber tenido que capear temporales al frente de una tripulación podía, mejor que muchos frailes comodones y sedentarios, capear las dificultades que suponía estar al frente de una comunidad religiosa.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Los nombres de las plantas





Los nombres de las plantas

“Appelavitque Adam nominibus suis cuncta animantia, ut universia volatilia caeli, et omnes bestias terrae” (Gn 2,20). El primer hombre puso nombre a los animales , pero...¿y a las plantas? Pues a algunas fue a darles nombre un mínimo, el Padre Charles Plumier. Las descubrió en sus viajes ultramarinos y les dio nombre de personajes conocidos, como Michel Begon, intendente del Santo Domingo francés, o los botánicos Leonhart Fuchs y Pierre Magnol.  

Así que la próxima vez que riegue usted su maceta de fucsias o de begonias recuerde que también los mínimos, esos tipos raros y pocos, anduvieron metiendo las narices y las palabras en estos temas.


Consumo, Cuaresma, Carisma


(A propósito del penúltimo libro de Padre Morosini)

Como el mismo autor indica en la Introducción al libro (La proposta penitenziale di S. Francesco di Paola e il fallimento della società dei consumi, Laruffa Editore, Reggio Calabria, 2014), ha pretendido, desarrollando los varios aspectos de la espiritualidad penitencial y cuaresmal de S.Francisco de Paula y de su familia religiosa, ilustrar aquello que, a su juicio, podría contribuir a sanar los males producidos por el consumismo.
Dejando aparte los temas del perdón y de la justicia que toca en los últimos capítulos (susceptibles también ellos quizá de profundización a través de la distinción hoy en boga entre la justicia retributiva y la restaurativa-agápica), esta obra nos ha sugerido, al menos, tres interrogantes o consideraciones.

Primero: ¿Está actualizada la visión que ofrece el autor de la sociedad consumística y, en consecuencia, su contraste con una civilización de lo suficiente? Revisando algunos pasajes del libro, coinciden con notable exactitud con la contribución que hace una treintena larga de años aportó el autor, bajo el título de “Un mensaje para nuestro tiempo”, en un folleto de orientación de la Obra de Vocaciones Mínimas que en su versión castellana se llamaba “Un mensaje de liberación”. Las ideas sobre la sociedad de consumo en 1984, ¿pueden seguir siendo válidas en el 2014? ¿Es realmente el consumo como tal el causante de todos los males del mundo? Se puede convenir en los males del reduccionismo humano que comporta el vigente economicismo materialista, pero, ¿realmente la sociedad anterior a la consumista era mucho mejor? ¿Realmente hay hoy, como dice el autor, un coro unánime de voces reclamando la construcción de la “civiltà del sufficiente”? En todo caso, situados en el 2014 y no en el 1984, podría admitirse que se clame más bien por una civilización de la sostenibilidad... Es una lástima que el autor no haya trabajado un contexto más actualizado. Sin embargo, alguna cosa apunta cuando trata de la participación ciudadana y del dominio sobre los medios de comunicación. Acaso su reflexión sería más provechosa si hubiera tocado un consumo nuevo que hoy aparece como más preocupante incluso que el meramente material: el consumo ideológico que deriva de los medios de comunicación social y especialmente del uso de las nuevas tecnologías (internet, whatsapp, etc.). La inmediatez, la repetición, la difusión acrítica, el dominio oculto del mensaje y su instrumentalización socializadora (todo lo que hagas es social, nunca más estarás solo, son ideas explicitadas por los mismos fundadores de facebook o twitter) están conduciendo a un consumo ideológico y a una deformación de las conciencias cada vez más inquietante. Sólo así se explica que en un período de tiempo relativamente breve hayan calado como convicciones incuestionables en tantísimos hombres y mujeres de nuestra Europa ideas tan discutibles, por ejemplo, como el aborto-derecho, el matrimonio igualitario o el cada vez más poderoso animalismo (difundiéndose y creciendo entre los jóvenes, y no precisamente en la línea franciscana, sino en la línea humanicida propia de un Peter Singer).

Segunda consideración: este libro es, en algunos de sus aspectos, la constatación pública de un fracaso personal. El autor estuvo al frente de la Orden de los Mínimos durante doce años. Pertrechado, al menos teóricamente, con el arsenal de unas mociones del Capítulo General de 1994 que pretendían resituar a la Orden en la línea carismática fundacional, emprendió un plan, al menos teóricamente, concordado con los Superiores Mayores (el famoso “Progettare”), que intentó reforzar con un arduo y nunca agradecido trabajo discursivo en torno a los conceptos ligados a la ascesis penitencial. Pasó que todo aquello no logró su objetivo. Aceptado teóricamente, pero ignorado, descuidado o rechazado en la práctica cotidiana. Es verdad que alguna de las propuestas, por desacostumbrada, podía no calar en la vida de las comunidades (pongo un ejemplo: la práctica comunitaria de la lectio divina, de la que no cuestionaremos el provecho ni su validez monástica, pero que nunca formó parte de la tradición conventual de la Orden), pero las demás hubieran merecido una mejor consideración en sus destinatarios. No fue así y eso nos conduce a nuestro tercer interrogante.


Tres: ¿A quien va dirigido este libro? ¿Dónde cree el autor que se hallan esas personas en las que pueda reavivarse “il lucignolo ancora acceso”? ¿De verdad cree, vistas la premisas anteriores, que puedan hallarse en la actual Orden mínima? No queremos ser profetas de calamidades, pero ciertas noticias que a veces llegan sobre la consideración del voto de vida cuaresmal en algunos formandos extraeuropeos no contribuyen precisamente a reavivar la esperanza, sino que hacen pensar en que alguien anda por allí disparándose en los pies. ¿No será también que hemos pasado de la cerrada radicalidad preconciliar del perfeccionamiento personal a un desequilibrado volcarse en el mundo descuidando la propia interioridad? ¿No se explicarían algunas crisis y abandonos por este desequilibrio? ¿No habrá habido y no estará habiendo aquí y ahora en nuestra Orden una excesiva preocupación por la significatividad y fecundidad exterior de las prácticas penitenciales (entiéndase especialmente como cuarto voto) en detrimento de la precipua relación personal con el Padre que ve en lo secreto?

sábado, 21 de marzo de 2015

La vulnerable abstinencia



Recuerdo cómo, siendo novicio, un día mi Maestro me sumió en la estupefacción cuando contó que un conocido eclesiástico le dijo una vez: “Vosotros salvaréis el voto de vida cuaresmal mientras tengáis buenos cocineros”. ¿Realmente la vida cuaresmal sólo funciona con manjares bien cocinados y aderezados? No negaré que algunas veces en los refectorios mínimos haya algún fraile que se queje de la comida, de la comida que hay y/o de lo mal que se haya cocinado. O puede ocurrir también que se tienda a consumir más emperador que sardina. Para ser una Orden de frailes penitentes, algunos de los nuestros tienen un sentido del gusto muy refinado. También es verdad que se puede seguir un régimen austero y comer decentemente. En el Noviciado (al menos en el mío) se comía no ya razonablemente bien, sino óptimamente (había buena cocinera y ya se sabe, por otra parte, que a los novicios, como a los ejercitantes en los Ejercicios Espirituales, hay que alimentarles bien el cuerpo y el espíritu). También puedo asegurar que al menos en las comunidades que yo conozco no suele banquetearse.
Censurar la incomprendida abstinencia, ridiculizarla, no es difícil. En uno de sus artículos en Catalunya Cristiana, el que fue obispo auxiliar de Barcelona Monseñor Joan Carrera (q.e.p.d.) se refería a la vulnerabilidad de la abstinencia, a lo fácil que resulta hacer chistes o parodias en torno a ella. Santiago Rusiñol, en una de sus glosas, publicadas bajo el seudónimo Xarau, satirizaba sin clemencia el proceder del cumplimiento cuaresmal por parte de algunas clases acomodadas. Rusiñol exagera (si no, no sería satírico), pero no mucho. Transcribo a continuación la glosa (la traducción del catalán es torpe y mía, espero que el lector sea benigno). Dios quiera que nunca tengan que imputársenos con justicia estos extravíos a los mínimos.

Salva el alma, pero no atropelles

Por circunstancias que no vienen al caso en este glosario, el glosador fue el otro día de visita a una casa de señores.
La casa era un casal de nobles, una de aquellas de amplias salas, con oscuros retratos de la familia, con grandes sillas de baqueta, arquimesas y muebles de taracea, una de aquellas que tienen criados para servir a los criados ancianos, una de aquellas que tienen el Árbol genealógico en el lugar de honor de la sala y el escudo en las servilletas, en las sábanas y hasta en las calcetas.
Recibieron muy bien al glosador, le invitaron a comer y el glosador aceptó.
-Eso sí –dijo la señora- hoy es viernes de cuaresma y tendrá que hacer abstinencia.
-¡Malo! –pensó el glosador.
-Sólo es un día a la semana –dijo la señora tranquilamente- y nos gusta cumplir los preceptos. Un día de sacrificio se tolera bien.
-Lo toleraremos –estuvo a punto de decir inocentemente el glosador.
Y se sentaron a la mesa, el señor, la señora, el abuelo, tres hijos, dos hijas y unos cuantos invitados de los indecisos, de aquellos que no se sabe si son señores o administradores, ricos o pobres.
Trajeron una docena de ostras para cada uno de los comensales y todos las terminamos, menos el señor de la casa.
Después una bullabesa, con todo un acuario de peces, que también consumimos, excepto el amo, que no comía.
Después merluza en salsa.
Después congrio.
Después pastelillos de pescado.
Y después descansamos.
-Un día así no se pueden hacer excesos –iba diciendo la señora.
-Nos lo mandan y tenemos que cumplir –respondió uno de los comensales.
-Resulta incluso higiénico –dijo otro.
-Y aunque no lo fuera –resumió la señora- nos lo tenemos que imponer de buen grado. No todo han de ser placeres en esta vida. Por nuestra religión tenemos que sacrificarnos un poco.
Y continuamos sacrificándonos:
Con otro plato de langosta.
Con natillas.
Con helados.
Con vino blanco.
Con vino verde.
Con vino azul.
Con vino de color de rosa.
Todos bebimos como castigo, para cumplir, para no mezclar, para quedar bien con los preceptos, sin que el cuerpo se resintiera de ello.
Francamente, el glosador estaba admirado viendo aquella abstinencia en aquella casa tan devota, y pensaba cuanta gente hay que se cree católica y que, siguiendo al pie de la letra los capítulos de una ley, cree que la ha cumplido. Abogados y procuradores de la propia conciencia, que pleitean ricamente por el otro mundo, y quieren comparecer con documentos claros ante el supremo tribunal, devotos de conveniencia, que de todos los deberes cristianos cumplen sólo los más llevaderos, que, si no hacen bien, tampoco hacen mal.
-Aquí sólo hay un verdadero devoto –le dijo el glosador al abuelo, con el que tenía confianza-. Es el amo de la casa. Este sí ayuna.
-Sí, el amo ayuna –dijo el abuelo con aquella sonrisa que tienen los viejos que están ya al cabo de la calle-. Ahora se ha puesto de régimen. Por tanto cumplir, padece del estómago.
Y llevándome a un rincón, me dijo:

-Es tan escrupuloso con los preceptos que, si hubiera sirenas en el mar, tendría una para la cuaresma. Pecaría, pero cumpliría.

martes, 3 de marzo de 2015

Rapaces, patria y locuacidad



Parece que, una vez canonizado Nicolás de Longobardi, y probablemente teniendo los conventos de mínimos que encargar imágenes del santo, los artistas concernidos tendrán que pensar en adherirle un par de alas en la espalda, vista la afición de los hagiógrafos a colocar a San Nicolás entre las aves rapiegas. Si ya Bellantonio tituló su biografía "Più in alto delle aquile", ha aparecido un libro en Calabria que, prefiriendo la metáfora a la comparación, se titula: "Il falco della Trinità. Nicola Saggio di Longobardi, il Minimo dei Minimi che trovò Dio nei poveri di Calabria". Esperamos que la cosa se detenga aquí y que nuevos trabajos no nos pongan a San Nicolás entre los buitres o los quebrantahuesos.
El libro, publicado por Pellegrini Editore en Cosenza con un prefacio de Monseñor Salvatore Nunnari, es, en algunos aspectos, mejor de lo que su desajustado título puede sugerir. Tres autores han redactado tres partes desiguales que tienen en común la devoción manifiesta, la pretensión literaria y la calabresidad militante.
La aportación más breve es la del sacerdote Enzo Gabrieli quien efectúa un correcto y esmerado encuadre religioso del Santo ("La forza della carità nella contemplazione di Dio").
Tampoco se extiende excesivamente Gerardo Picardo en su rítmica prosa poética, que se lee con gusto ("Umiltà e sentiero di gloria, al Sud i Santi sono Salmi recitati sulle piazze").
No se le puede agradecer lo mismo a Pierfranco Bruni, cuyo texto ("Nicola di Longobardi. Lungo il vento della cristianità nella santità e nella presenza del Paolano") ocupa la mitad del libro, tratando de embarcar al lector en un viaje del cual parece haber perdido la brújula. Acumulación redundante de conceptos, imágenes e ideas metaesotéricas. Tratando de encontrar un asidero, lo busca en Nicola Misasi, aquel discutibilísimo autor decimonónico ya discutido en su tiempo por Roberti. Utilizarlo para encajar a San Francisco de Paula y a San Nicolás en un encaje imposible es meterse de lleno en un idealismo mágico, que ni siquiera rebosa riqueza expresiva (uso continuado del verbo ser: "è...è...è...è"). Poner a San Francisco, por ejemplo, como un dechado de la tolerancia interreligiosa calabresa tiene delito. Recalcar en San Francisco la fuerte personalidad que no hace acepción de personas y se impone (Misasi dixit) a reyes y papas, para a renglón seguido decir que esos son los componentes (santidad y humanidad, ¿einnn?) que han guiado la vida de San Nicolás nos persuade de que el autor se ha echado un sueñecito entre línea y línea. Bruni nos introduce en un laberinto del que sólo es posible salir pasando página.

Como complementos, el volumen nos ofrece una bien compendiada vida de San Nicolás de Longobardi, una antología de frases del Santo, el mensaje para la canonización de Monseñor Nunnari, la carta circular del Corrector General de los Mínimos Padre Marinelli y una brevísima, pero deliciosa, entrevista de Sabrina Pellicone a Giuseppe Laudadio, el beneficiado por el milagro del oblato mínimo.
Sinceramente, cuando se cansen de literatura controvertible, vayan ustedes a las pocas palabras de Laudadio; allí hallarán la recta devoción, la calabresidad entrañable, la belleza de la verdad.

lunes, 2 de marzo de 2015

Agricultura cuaresmal (el invierno del alma)

Escribía Torras y Bages en su Carta Pastoral "La darrera Quaresma del sigle" (1900):

"La pompa, la fecundidad. la hermosura, la delicia de las flores y de los frutos de la primavera  y el verano  son preparados por los fríos, por las lluvias, por las nieves de invierno, que desnudan a los árboles de las hojas, que se diría que los matan por el rigor de la estación, que dejan los campos como yermos y helados, y, sin embargo, en realidad los preparan para que a su tiempo sean con sus ramas, flores y frutos el gozo, la alegría y el sostenimiento  de los hombres.
En el mundo espiritual y cristiano la santa Cuaresma viene a ser como el invierno de las almas, tiempo de penitencia. Como el labriego poda sus viñas y sus árboles, hemos de podar nosotros nuestras vidas de lo inútil, de lo superfluo, de lo dañino; como los campos se sazonan con la lluvia y la nieve, tenemos nosotros que preparar y sazonar nuestras almas con la oración y la penitencia; las largas noches de invierno y los días nublados y tristes son como signo y figura de que en la soledad y el silencio, tan propicios para la reflexión, hemos de preparar nuestras almas para que en ellas fructifique la semilla divina del evangelio, de donde surgen los frutos de santificación que todos tenemos que producir si queremos alcanzar la gloria celestial." 

jueves, 26 de febrero de 2015

Cuidado, que estos son mínimos


Lo decía Francisco S. (q.e.p.d.) en una reunión del grupo parroquial de Vida Ascendente: "Humildad, humildad, nos hace falta humildad...Pero luego tomas el calendario de los Mínimos y lees Al Reverendísimo Padre...Al Muy Reverendo Padre...y piensas, cuidado, que estos son mínimos, ¿qué serán los otros?". En el pasado cuando se quería destacar a un religioso se esgrimían los cargos de gobierno desempeñados (Correctores, Colegas, Vicarios y Visitadores Generales, Correctores, Colegas y Definidores Provinciales, Correctores locales, etc.) o bien su dedicación durante años a la enseñanza de la filosofía y la teología (era el caso de los Lectores Jubilados); respecto al reconocimiento externo, lo más exhibible era ser Calificador del Santo Oficio, Examinador Sinodal o Consultor de alguna Sagrada Congregación Romana, funciones todas ellas que suponían en el religioso un grado elevado de erudición. Los tiempos han cambiado.

Leo en la Voce del Santuario de Paula la noticia de la profesión solemne de un mínimo en tierras sicilianas. El profesante mínimo es nada menos que Caballero de Gracia Eclesiástico. Se nos dice que el Superior mínimo que recibe la profesión es Comendador de Gracia Eclesiástico, condición que también ostenta su Vicario. Entre los asistentes otros dos mínimos que son a su vez Caballeros de Gracia Eclesiásticos. Sin duda, Francisco S. se echaría las manos a la cabeza. Y tal  vez otro Francisco echaría mano al bastón. Teniendo en cuenta el reducido número de mínimos que hay en el mundo, el porcentaje de graciosos Caballeros y Comendadores entre nosotros se me antoja bastante elevado. Los tiempos han cambiado. En la deriva actual de las cosas hay que empezar a pensar en efectuar reformas importantes en los conventos. Con tanto Caballero, habrá que convertir las bibliotecas (esos antros cada vez más inútiles) en caballerizas.  

miércoles, 25 de febrero de 2015

Un mínimo precursor de la devoción al Sagrado Corazón

Entre las figuras de la Orden mínima más lamentablemente olvidadas o desconocidas dentro de la misma Orden, hay que mencionar al Padre Timothée Brianson de Reynier, verdadero precursor de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Fue en una obra ciertamente rara (L’homme intérieur ou l’idée du parfait chrestien, Aix, 1662), donde Reynier dedicó seis capítulos al retiro del hombre interior en el Corazón de Jesucristo (desarrollándolo en relación con sus misterios, con el Sacramento de la Penitencia, con el Sacramento de la Eucaristía, con la Misa y la comunión espiritual, y, en fin, con la Visita al Santísimo).
Será Henri Bremond quien, poniendo de manifiesto la influencia de Bérulle en ella, señalará con cierto entusiasmo admirativo la obra del mínimo, dedicándole más de cuatro páginas en su extensa Histoire littéraire du sentiment religieux en France, vol. II (París, 1921).
Teniendo en cuenta que la obra de Reynier vio la luz nueve años antes de que Santa Margarita María entrase en las salesas de Paray-le-Monial, Bremond, reproduciendo algunos pasajes de la misma, afirma maravillado que entre tantas y tantas páginas cuyo objeto ha sido la devoción al Sagrado Corazón y escritas con posterioridad a las revelaciones de Paray, difícilmente se hallarán muchas más sugerentes, más fervientes, más cristianas que las de nuestro mínimo. ¿Apreciación subjetiva y exagerada de Bremond? No lo parece, si consideramos que Reynier ha merecido ser mencionado en la monumental Historia de la Iglesia de Fliche-Martin. Y aun así, tan olvidado entre nosotros que en unas no lejanas jornadas de espiritualidad mínima se trató el tema de la espiritualidad de los Mínimos y la devoción al Sagrado Corazón sin una sola referencia a este admirable precursor.

miércoles, 18 de febrero de 2015

De Boyl, la Cuaresma y la escualidez

En la serie Isabel, de RTVE, apareció, como uno de tantos personajes, el mínimo aragonés fray Bernardo Boyl. Tratándose de series de ficción, hay que ponerse ya en guardia, porque a veces el resultado suele distar mucho del logro. Lo cierto es que en Isabel no han resuelto del todo mal el tema. No obstante, un amigo tras ver la secuencia que inserto más abajo, me dijo que eso era totalmente inverosímil, que el fraile mínimo no podía de ninguna manera ser identificado con ese actor tan corpulento y tan suficientemente proveído de reservas (con esta expresión rebuscada evito utilizar un adjetivo que para ciertas personas parece ofensivo). En la mentalidad de mi amigo el régimen cuaresmal, más en aquel tiempo de ayunos estrictos, debería producir sólo sujetos escuálidos y flacuchos. Y no es una mentalidad extraordinaria. Mi Maestro de Noviciado era más bien enjuto y por ello muchos laicos le tenían por un verdadero asceta, un verdadero mínimo. Como le dije a mi amigo, hay mínimos, especialmente en las provincias de Italia, que conjugan una impecable observancia cuaresmal con una corporeidad bastante redondita. Tal vez las razones sean de tipo constitucional o puede ser también que, aun en ausencia de carnes, la pasta italiana, si abundante y convenientemente aderezada, resulta muy alimenticia.