En un noviembre en que la coincidencia con el domingo nos ha hurtado la Conmemoración de los Difuntos de la Orden, usualmente fechada el 3 de noviembre, y que tal vez podría haberse trasladado en el calendario a otro día (uno, como pobre bachiller, de liturgia, como de todo lo demás, más bien poco), el Corrector General nos ha dirigido una primera inquietante carta a la Familia Mínima (es decir, a frailes, monjas y terciarios). El Delegado de España ha cuidado de traducirla, así que si alguna de las consideraciones que aquí hago son erróneas debido a la traducción, pásenle a él la culpa...La carta la han puesto en red en ese formidable blog titulado Mínimos en familia.
Ya en el primer párrafo recibimos una confesión que para algunos puede resultar turbadora: resulta que el Padre Reverendísimo aceptó su elección para un segundo mandato por los “sentimientos” de confianza en el Señor y de continuar el servicio a la familia religiosa que ama, o sea que aceptó porque lo “sintió” así. Bueno, si en una decisión de tanta relevancia la cosa no pasa por la razón y sólo por el corazón, se diría que difícilmente decisiones más ordinarias van a ser pensadas (bastará con que sean sentidas).
En esa propensión italiana al adorno innecesario (ma chi te lo fa fare?), nos hallamos con una segunda declaración que también tiene miga: agradece haber sido sostenidos y ayudados por la oración, él y la Curia, para llegar a “descubrir el gozo de ser hijos del mismo Padre San Francisco” (¡como descubrir la pólvora!). Hay ciertos descubrimientos que tendrían que darse ya en el momento de la primera profesión y no más de cincuenta años después. En fin, nunca es tarde si la dicha es buena (“meglio tardi che mai”)...
Hay una mención de pasada al carisma cuaresmal propio de la Orden, del que se toma no la acostumbrada tríada penitencia-humildad-caridad, sino el testimonio y el mensajeo de la “misericordia del Padre”. Esto es lo bueno de la versatilidad del carisma mínimo, que puedes relacionarlo con lo que te salga de las narices en cada momento, basta con que sean cosas buenas.
En un alarde de actualidad el Reverendísimo Padre cita una frase de la Dilexit nos, que en el contexto de ésta no tiene que ver con la vocación ni estrictamente con la esperanza, sino con la recuperación del corazón (no importa, porque lo del corazón ya nos había quedado sobreentendido y suficientemente recuperado, vid. supra).
Luego nos informa de a qué se ha dedicado el Capítulo: dar respuesta a los desafíos “emergentes”, cosa que resulta bastante cómoda en cuanto que lo emergente todavía no acaba de ser del todo conocido. ¿Qué pasa con la problemática de los desafíos ya emergidos? No han importado al Capítulo, porque estamos peregrinando en esperanza, así que al presente que le den, no recojamos el guante. Vienen después unos párrafos dedicados a la esperanza, uno de ellos basado en buena parte en la homilía del Papa Francisco en la Ascensión del 2024. Aquí hay que romper una lanza en favor de la españolidad del traductor, quien substituye el “irla pasando” latinoamericano de la versión vaticana de la homilía por un más español de España “ir tirando”.
También nos dice la carta que nuestro tiempo es turbulento, pero también “rico de signos que tenemos que saber reconocer”. Esto es importantísimo, más adelante me ocuparé de un “signo” de este tiempo turbulento, que seguramente se guardará mucho de advertir su Paternidad Reverendísima...
Inmediatamente la carta aborda, sin tapujos y abiertamente, un tema: la aplicación del Vaticano II. Como se sabe, hay dos corrientes claras (hay más, pero marginales) de comprensión del Concilio. De una parte, la que lo comprende como un aggiornamento, una reforma, una mejora en la relación con el mundo moderno, con la implicación de que sus decisiones deben ser entendidas e interpretadas de acuerdo con la llamada hermenéutica de la continuidad.
De la otra parte, la corriente que lo considera una verdadera revolución o ruptura, una conexión briosa con el modernismo (para unos diálogo fructuoso, para otros vergonzosa rendición). Nuestro Corrector General explícitamente dice en su carta que es “revolución”, una revolución todavía por actuar, cuyo actual programa es la sinodalidad y su carga de diálogo ad intra y ad extra. Toda revolución es una ruptura con el pasado, una subversión donde lo nuevo se impone por la fuerza y lo antiguo, en cuanto irreciclable, tiene que ir a parar al contenedor gris de la basura.
Total: diálogo, diálogo, diálogo. Lo que no concuerda es que se hable de una revolución por actuar y que más adelante se exprese el lamento por la dilución de la propia “identidad carismática y cristiana” y la necesidad de vuelta a las fuentes. El único problema que tiene el diálogo es que con él pasa como con las peleas. Si se dice que “dos no se pegan si uno no quiere”, tampoco difícilmente se puede dialogar con el mundo si este no quiere. Los poderes del mundo escuchan difícilmente y si nos limitamos a escuchar de nuestra parte, acabaremos, si no hemos acabado ya, capitulando y adoptando los valores del Nuevo Orden Mundial.
Vamos con un signo de los tiempos, uno que creo le habrá sentado como un tiro a uno de los miembros de nuestra Curia Generalicia (a uno por lo menos): la victoria de Trump sobre Harris en las elecciones americanas. Toda una bofetada a la revolución woke. Trump será lo que sea, pero suele ser de sí, sí, no, no. Y esto muchos americanos lo han captado. Como han captado que la firmeza no está reñida con la democracia. ¿Diálogo? Su capacidad negociadora la pone en práctica sin rendirse a la otra parte. Con diálogo ha sido capaz de atraer a su causa a demócratas como Kennedy o Gabbard (cuidado con ésta, si logra presentarse en 2028 ó 2032, podría ser la primera mujer Presidenta de América, no hay que olvidar que es una veterana de Irak y que en USA el “thanks for your service” tiene una relevancia que desde Europa nos cuesta comprender).
Hay detalles que pueden sorprender como que entre los primeros votantes Trump ha pasado de un 32% en 2020 a un 54% en 2024. No hay que canonizar a Trump, desde luego, más cuando en algunos aspectos podría ser visto como mal menor. Pero me pregunto si el tener claro el movimiento MAGA, no podría conducirnos a un (humilde, por supuesto, pero decidido) movimiento MOGA (Make Order Great Again) en los Mínimos. Dialoguemos con quien sea (con el diablo no, claro), pero tengamos claro que es lo que buscan los peregrinos de sentido en nuestra Iglesia católica, esos a los que tenemos que llevar el “mensaje de la misericordia del Padre”: una verdad firme (no oscilante), una moral exigente (y objetiva, no un fai da te), una belleza conmovedora (no es casual el auge de la misa tradicional en sectores no precisamente de ancianos nostálgicos)...
La carta del Padre General acaba anunciando la propuesta futura de “indicaciones” (en la próxima carta de Adviento) para vivir y compartir el jubileo y el carisma a través de las figuras de santidad de nuestra Orden. Esto sí es revolucionario. Después de seis años de gobierno sin una sola indicación clara concreta, se nos anuncian futuras indicaciones (en plural), o sea que esta gente de la Curia se ha decidido en este mandato, esta vez sí, a currar. Además, eso serán propuestas (es decir, exhortaciones, sugerencias), no órdenes autoritarias (estaría bueno que mientras se toleran sin ni siquiera una amonestación privada notorios abandonos de la vida común y hasta corrientes transgresiones de los votos se pretendieran imponer indicaciones). En fin, algunos esperamos impacientemente lo anunciado, esperando que realmente las propuestas sean fecundas personal, vocacional, comunitaria y misionalmente, no “mumbo jumbo” en su formulación, y que no equivalgan en sus consecuencias prácticas, por poner una analogía suficientemente rotunda, a robarle el coche a John Wick y matar a su perro...
No sé, entenderán que uno se pregunte a veces si no está en el rally equivocado...