viernes, 8 de noviembre de 2024

NOM ó MOGA? La reciente carta del Corrector General a la Familia Mínima

 En un noviembre en que la coincidencia con el domingo nos ha hurtado la Conmemoración de los Difuntos de la Orden, usualmente fechada el 3 de noviembre, y que tal vez podría haberse trasladado en el calendario a otro día (uno, como pobre bachiller, de liturgia, como de todo lo demás, más bien poco), el Corrector General nos ha dirigido una primera inquietante carta a la Familia Mínima (es decir, a frailes, monjas y terciarios). El Delegado de España ha cuidado de traducirla, así que si alguna de las consideraciones que aquí hago son erróneas debido a la traducción, pásenle a él la culpa...La carta la han puesto en red en ese formidable blog titulado Mínimos en familia.

Ya en el primer párrafo recibimos una confesión que para algunos puede resultar turbadora: resulta que el Padre Reverendísimo aceptó su elección para un segundo mandato por los “sentimientos” de confianza en el Señor y de continuar el servicio a la familia religiosa que ama, o sea que aceptó porque lo “sintió” así. Bueno, si en una decisión de tanta relevancia la cosa no pasa por la razón y sólo por el corazón, se diría que difícilmente decisiones más ordinarias van a ser pensadas (bastará con que sean sentidas).

En esa propensión italiana al adorno innecesario (ma chi te lo fa fare?), nos hallamos con una segunda declaración que también tiene miga: agradece haber sido sostenidos y ayudados por la oración, él y la Curia, para llegar a “descubrir el gozo de ser hijos del mismo Padre San Francisco” (¡como descubrir la pólvora!). Hay ciertos descubrimientos que tendrían que darse ya en el momento de la primera profesión y no más de cincuenta años después. En fin, nunca es tarde si la dicha es buena (“meglio tardi che mai”)...



 Hay una mención de pasada al carisma cuaresmal propio de la Orden, del que se toma no la acostumbrada tríada penitencia-humildad-caridad, sino el testimonio y el mensajeo de la “misericordia del Padre”. Esto es lo bueno de la versatilidad del carisma mínimo, que puedes relacionarlo con lo que te salga de las narices en cada momento, basta con que sean cosas buenas.

En un alarde de actualidad el Reverendísimo Padre cita una frase de la Dilexit nos, que en el contexto de ésta no tiene que ver con la vocación ni estrictamente con la esperanza, sino con la recuperación del corazón (no importa, porque lo del corazón ya nos había quedado sobreentendido y suficientemente recuperado, vid. supra).

Luego nos informa de a qué se ha dedicado el Capítulo: dar respuesta a los desafíos “emergentes”, cosa que resulta bastante cómoda en cuanto que lo emergente todavía no acaba de ser del todo conocido. ¿Qué pasa con la problemática de los desafíos ya emergidos?  No han importado al Capítulo, porque estamos peregrinando en esperanza, así que al presente que le den, no recojamos el guante. Vienen después unos párrafos dedicados a la esperanza, uno de ellos basado en buena parte en la homilía del Papa Francisco en la Ascensión del 2024. Aquí hay que romper una lanza en favor de la españolidad del traductor, quien substituye el “irla pasando” latinoamericano de la versión vaticana de la homilía por un más español de España “ir tirando”.


 

También nos dice la carta que nuestro tiempo es turbulento, pero también “rico de signos que tenemos que saber reconocer”. Esto es importantísimo, más adelante me ocuparé de un “signo” de este tiempo turbulento, que seguramente se guardará mucho de advertir su Paternidad Reverendísima...

Inmediatamente la carta aborda, sin tapujos y abiertamente, un tema: la aplicación del Vaticano II. Como se sabe, hay dos corrientes claras (hay más, pero marginales) de comprensión del Concilio. De una parte, la que lo comprende como un aggiornamento, una reforma, una mejora en la relación con el mundo moderno, con la implicación de que sus decisiones deben ser entendidas e interpretadas de acuerdo con la llamada hermenéutica de la continuidad.



De la otra parte, la corriente que lo considera una verdadera revolución o ruptura, una conexión briosa con el modernismo (para unos diálogo fructuoso, para otros vergonzosa rendición). Nuestro Corrector General explícitamente dice en su carta que es “revolución”, una revolución todavía por actuar, cuyo actual programa es la sinodalidad y su carga de diálogo ad intra y ad extra. Toda revolución es una ruptura con el pasado, una subversión donde lo nuevo se impone por la fuerza y lo antiguo, en cuanto irreciclable, tiene que ir a parar al contenedor gris de la basura.



Total: diálogo, diálogo, diálogo. Lo que no concuerda es que se hable de una revolución por actuar y que más adelante se exprese el lamento por la dilución de la propia “identidad carismática y cristiana” y la necesidad de vuelta a las fuentes. El único problema que tiene el diálogo es que con él pasa como con las peleas. Si se dice que “dos no se pegan si uno no quiere”, tampoco difícilmente se puede dialogar con el mundo si este no quiere. Los poderes del mundo escuchan difícilmente y si nos limitamos a escuchar de nuestra parte, acabaremos, si no hemos acabado ya, capitulando y adoptando los valores del Nuevo Orden Mundial.

 


Vamos con un signo de los tiempos, uno que creo le habrá sentado como un tiro a uno de los miembros de nuestra Curia Generalicia (a uno por lo menos): la victoria de Trump sobre Harris en las elecciones americanas. Toda una bofetada a la revolución woke. Trump será lo que sea, pero suele ser de sí, sí, no, no. Y esto muchos americanos lo han captado. Como han captado que la firmeza no está reñida con la democracia. ¿Diálogo? Su capacidad negociadora la pone en práctica sin rendirse a la otra parte. Con diálogo ha sido capaz de atraer a su causa a demócratas como Kennedy o Gabbard (cuidado con ésta, si logra presentarse en 2028 ó 2032, podría ser la primera mujer Presidenta de América, no hay que olvidar que es una veterana de Irak y que en USA el “thanks for your service” tiene una relevancia que desde Europa nos cuesta comprender).

 


 Hay detalles que pueden sorprender como que entre los primeros votantes Trump ha pasado de un 32% en 2020 a un 54% en 2024. No hay que canonizar a Trump, desde luego, más cuando en algunos aspectos podría ser visto como mal menor. Pero me pregunto si el tener claro el movimiento MAGA, no podría conducirnos a un (humilde, por supuesto, pero decidido) movimiento MOGA (Make Order Great Again) en los Mínimos. Dialoguemos con quien sea (con el diablo no, claro), pero tengamos claro que es lo que buscan los peregrinos de sentido en nuestra Iglesia católica, esos a los que tenemos que llevar el “mensaje de la misericordia del Padre”: una verdad firme (no oscilante), una moral exigente (y objetiva, no un fai da te), una belleza conmovedora (no es casual el auge de la misa tradicional en sectores no precisamente de ancianos nostálgicos)...

 

(A propósito del video anterior: yo creo que Youtube debería aplicar restricciones de edad no sólo en la mínima, también en la máxima, este videito lo ve el Papa Francisco y se coloca en riesgo de que le dé un patatús).

La carta del Padre General acaba anunciando la propuesta futura de “indicaciones” (en la próxima carta de Adviento) para vivir y compartir el jubileo y el carisma a través de las figuras de santidad de nuestra Orden. Esto sí es revolucionario. Después de seis años de gobierno sin una sola indicación clara concreta, se nos anuncian futuras indicaciones (en plural), o sea que esta gente de la Curia se ha decidido en este mandato, esta vez sí, a currar. Además, eso serán propuestas (es decir, exhortaciones, sugerencias), no órdenes autoritarias (estaría bueno que mientras se toleran sin ni siquiera una amonestación privada notorios abandonos de la vida común y hasta corrientes transgresiones de los votos se pretendieran imponer indicaciones). En fin, algunos esperamos impacientemente lo anunciado, esperando que realmente las propuestas sean fecundas personal, vocacional, comunitaria y misionalmente, no “mumbo jumbo” en su formulación,  y que no equivalgan en sus consecuencias prácticas, por poner una analogía suficientemente rotunda, a robarle el coche a John Wick y matar a su perro...



No sé, entenderán que uno se pregunte a veces si no está en el rally equivocado... 

lunes, 28 de octubre de 2024

De polvo, gusanos y de “se non veri, ben trovati”

 


Dejo descansar mi particular visión sobre la marcha actual de la congregación (no, no me he corregido, es sólo una tregua temporal) para abordar una cuestión relativa a un texto particular del Correctorio, en concreto este pasaje del número 75 referido a los frailes letrados (los instruidos en Letras) que no han de pretender por ello prerrogativas: “neque alicui etiam praestantissimo viro sic stare molestum sit, cum Rex gloriae sic pro nobis vermiculis in pulvere humiliter sederit”, que en la traducción publicada en 1993 por la Delegación de España dice así: “Y esto no se les torne cosa gravosa por eminentes que ellos sean, cuando el mismo Rey de la gloria se rebajó humildemente hasta el polvo por nosotros, pobres gusanillos”.

El infatigable Monseñor Morosini ha utilizado repetidamente este pasaje en relación a la virtudes de la humildad y de la obediencia fundamentadas en el misterio de la encarnación, tomando como apoyo bíblico el himno del capítulo 2 de la carta a los Filipenses. Recientemente, en un artículo aparecido en el número 3 de la revista Paenitemini sobre Fil 2,5-11, Padre Franco Santoro amplía las referencias bíblicas directas tanto del polvo (Génesis 2,7; 3,19; Salmos 44, 26; Isaías 47,1; Job 42,6; Josué 7,6; Apocalipsis 18,19) como de los gusanos (Salmos 22,7; Isaías 41,14).  Como yo no soy "vir praestantissimus", puedo, sin embargo, permitirme con temerario atrevimiento y sin temor de perder pizca de prestigio (en cuanto carezco de él) manifestar que aquí Padre Santoro me ha hasta cierto punto decepcionado, al omitir la concordancia bíblica en la cual más directamente polvo y gusanos van de la mano. Me refiero al versículo del Libro de Job en el cual se pone de manifiesto el destino igualmente mortal de la vida dichosa o amargada. Dice Job 21,26: “Et tamen simul in pulvere dormient, et vermes operient eos” (en la traducción de la Biblia de Jerusalén: “Juntos luego se acuestan en el polvo, y los gusanos los recubren”). En Filipenses 2, 8 el rey de la gloria culmina su humillación y su obediencia “hasta la muerte y muerte de cruz”. Vamos, que si se pone uno a comentar con la creatividad acostumbrada de los comentaristas mínimos italianos, podría referir perfectamente el "sedere in pulvere" del rey de la gloria a su muerte para alimentarnos (darnos vida) a nosotros (los gusanos). ¿Parece broma? No, no, pónganle en bandeja esto a Monseñor Morosini y es capaz de escribir veinte páginas incluso con derivaciones eucarísticas...


sábado, 12 de octubre de 2024

De conmemoraciones, nostalgias y prospectivas

 El canal de YouTube del Santuario de Paula ha recordado los 40 años de la visita al Santuario del Papa Juan Pablo II. El pequeño reportaje ha salido ágil y bien realizado. Un buen  resumen, bien conducido por la voz serena de Padre Arzente y con un par de testimonios bien acoplados, conjugando la vivacidad del recuerdo con el rigor del relato. El video no se abstiene de pasar por alto algún detalle negativo y menciona alguno muy simpático menos notorio. Al cabo de los años, reconocer que en determinados momentos buena parte del pueblo creyente tuvo la impresión de que Su Santidad había acudido sólo para el clero y las instituciones supone una honestidad en el relato que lo es todo menos frecuente. Me ha recordado el paso de Benedicto XVI por Barcelona cuando vino a inaugurar la Sagrada Familia; el camino entre Obispado y Santuario por las calles de Barcelona fue, para pesar del gentío que bordeaba las calles, a tal velocidad que con razón algún humorista en el periódico del día después dibujaba el papamóvil con las hechuras de un bólido de carreras. El video de Paula consigue suscitar fácilmente una sonrisa al contar cómo en un tiempo en que no existía ni Just Eat ni Glovo ni similares la pontifical petición de la tortilla matinal pudo satisfacerse diligentemente (no es corriente que una tortillita sea policialmente escoltada). Sin duda, aquella visita fue un momento brillante y por ello memorable. En algunos religiosos de cierta edad el video despertará nostalgia y emoción.

En aquellos que sólo conocíamos el viaje papal por los gráficos del papel impreso puede despertarnos el interrogante de cómo se ha evolucionado en los últimos cuarenta años. Vocacionalmente no es difícil concluir, por ejemplo, que en los máximos responsables de nuestra Delegación de España, la generación que la ha gobernado y la gobierna aún hoy, el reloj vocacional parece haberse quedado parado en aquel lejano 1982. El material de difusión vocacional, representado por un folleto (traducido del italiano) intitulado “Un mensaje de liberación”, sigue almacenado ocupando metros y metros de estantería cuando hace mucho tiempo que tendría que estar en el contenedor azul. El problema no es que no haya habido intentos de renovación y puesta al día, sino que estos intentos han desembocado en el vaho, en el vacío, y últimamente en una funesta y temeraria abstención formativa. Una vez más la patología tiene su origen en la formación. Hoy tenemos religiosos tan ignaros de las Constituciones que confunden el voto de pobreza con procurarse una camisa del ropero parroquial, conservando sin embargo la libre administración y disposición de sus pensiones, subsidios o rentas; no es difícil deducir que con esta ineptitud en origen al final el religioso acaba teniendo de religioso sólo el hábito. Si ello puede corregirse tal vez en la etapa del coristado, resulta imposible hacerlo en el caso de los hermanos legos, cuya formación posterior al noviciado es pura y simplemente ninguna. Y me temo que tales deficiencias formativas no las padezca sólo la Delegación de España, sino que de ello adolezca en mayor o menor medida toda la Orden. Es verdad que en Italia hubo hace años el intento de una pastoral vocacional (vocación y formación son sólo erróneamente separables) seria (discutible, pero seria) bajo la responsabilidad de Padre Cozzolino. Tal vez no era ideal, tal vez faltaba corresponsabilidad o capacidad de colaboración, de “coinvolgimento”, muy probablemente sobrara protagonismo personal, tal vez en algunos aspectos se hicieron concesiones inanes o pseudocientíficas y sujetas a la moda (recuerdo un sorprendente y acaso no muy estrictamente católico “San Francisco y el eneagrama”), tal vez etcétera y etcétera, pero al menos había un intento, un esfuerzo, un manos a la obra y hubo una cierta innegable fecundidad (acaso más en las vocaciones de terciarios que en las de frailes). El problema no es qué ha sustituido a aquello sino que después de aquello lo único que ha habido ha sido la nada y la confusión.

Antes y después, en la Orden y en la Iglesia. El video del Santuario desencadena fácilmente en quien lo contempla la idea del contraste. El contraste, por ejemplo,  entre aquel Papa gigante y el actual, entre aquella Orden de los Mínimos y la de ahora. Cuanto más se percibe aquella grandeza (de espiritualidad, de claridad, de magisterio) más se manifiesta la nimiedad del presente. No se trata de atacar a nadie. Se trata de que es difícil permanecer indiferente y conformado cuando se advierte el declive de aquello que se ama. La fidelidad no es papolatría a cualquier precio; amar el papado puede querer decir no soportar su desprestigio, un desprestigio que crece en la medida en que el ejercicio se conduce, sin que en el Colegio cardenalicio se levanten más que un par de voces aisladas en desacuerdo, por las sendas del barullo doctrinal, de la parcialidad arbitraria o del servilismo al poder globalista. En la Orden, sin embargo, el problema tal vez no sea actualmente el ejercicio del poder, sino, con la connivencia de asistentes y otros superiores, el anquilosamiento de la inacción. ¿Ha de extrañar entonces que un leal pronóstico pinte el futuro con tintes de tormenta y (auto)destrucción?



miércoles, 11 de septiembre de 2024

De formación o deformaciones

 “Aquí me pongo a postear / al compás de la vigüela,/ que al hombre que lo desvela/ la vida comunitaria/, como el ave solitaria / con su bloguear se consuela...” (para que se vea que yo también algo recuerdo de lo que he leído). Y a veces para postear sin perder la compostura hay que pedir la ayuda divina como se hacía al inicio del Martín Fierro.



En la vida religiosa hodierna (incluida la Orden de los Mínimos) el tema de la formación está fácilmente en la boca de todos con tan discutible utilidad como la que tenían las mascarillas quirúrgicas en el tiempo del contagio. La realidad que se percibe en las comunidades, la que se palpa cotidianamente, está lejos de ser ideal. Nada es más contagioso que la deformación y ahí no hay mascarillas que valgan. Un novicio entrado en años, con su aparente madurez y una circunspección aparentemente prometedora, puede al cabo del tiempo, por mor del contagio, llegar a la profesión convertido religiosamente en un bisoño quinceañero que en el rezo del coro se conduzca más "cum ludibrio" que "cum tremore". Les aseguro que no me invento nada, ni me refiero a un recuerdo espacial o temporalmente remoto. "Qui habet aureas audiendi, audiat!"

Pero Dios no abandona al pueblo fiel y si en la formación religiosa o sacerdotal andamos extraviados o desconcertados, el Papa Francisco viene en nuestra ayuda y en el bochorno veraniego nos ha obsequiado con una carta ciertamente sorprendente sobre literatura y formación. La carta resulta para algunos tan oportuna como pudo ser en el tiempo de la pandemia enunciar la obligación ética de inocularse una terapia génica todavía experimental y autorizada por la EMA sólo por la situación de emergencia (la agencia europea salvaba sus muebles y su prestigio con un apartado que pasó desapercibido para muchos, para casi todos, y que tenía una sola línea: “fármaco sujeto a prescripción facultativa”, así que si los gobiernos repartieron la comirnaty como los confites en un bautizo, allá ellos, que cada palo aguante su vela). Ignoro quien le habrá escrito al Papa esta carta falaz, dudo mucho de que la haya redactado él personalmente y tampoco parece la obra de un profesor de teoría literaria (ni siquiera de un simple graduado), aunque está claro que la corriente de pensamiento que hay detrás es plenamente papal.

Aunque la confesada intención inicial era la de dirigirse a los seminaristas, esta comunicación tan fascinante la dirige Su Santidad a todos los cristianos. El admirado  (por algunos) Papa Francisco insiste en la necesidad de la lectura de novelas y poesía, es decir, de literatura pura y dura (nada dice del teatro o de otros géneros, no sea que al destinatario le dé por los autos sacramentales). Reivindicar los hábitos de lectura en un mundo de pantallas y poner en relación el hábito de leer con la corrección al redactar tiene una buena base y nadie que tenga dos dedos de frente se lo va a discutir. Pero hay otros aspectos aducidos que son cuando menos cuestionables. Por ejemplo, que la lectura de literatura redunde positivamente en la formación de los seminaristas, aduciendo que les permite un mejor conocimiento del mundo en el que viven (no sé cómo andan de tiempo los seminaristas actuales, ni cuál es la exigencia de sus estudios filosófico-teológicos, pero si hubiesen tenido un profesor de teoría del conocimiento como el que yo tuve, que nos puso como manual un libro de Luis Cencillo, les aseguro que tiempo para leer novelas más bien poco). O que la literatura haga de los lectores personas más compasivas o empáticas. No sé qué conocimiento del mundo o de los seminaristas tiene el Santo Padre, pero hoy muchos ingresan en el seminario o en la vida religiosa a una edad y con un bagaje que hace que su experiencia directa del mundo no sea para nada insuficiente. Las indicaciones del Sumo Pontífice podrían tener cierto sentido en la época en que la mayoría de vocaciones procedían de seminarios menores y de ambientes protectores. Por otra parte, los analfabetos, que suelen ser pobres o proceder de ámbitos de pobreza (a los pobres hay que referirse como lo que son en lugar de instrumentalizarlos según nos convenga), pueden ciertamente comportarse de forma inadecuada y primitiva, pero entre ellos no es infrecuente encontrar una compasión y una empatía de la que carecen muchos letrados y literatos.   

El Santo Padre se guarda bien de decirnos a qué tipo de literatura se refiere. También aquí se manifiesta su ambigüedad magistral característica, si exceptuamos, claro, que la temática sea la misa preconciliar (“caca, nene”) o las albas con ribetes de encaje (“marico****s”). Así que parece que sea lo mismo leer novelas edificantes o pedagógicas (como las de nuestro Michel-Ange Marin), literatura fantasy (Lewis, Tolkien o la discutídisma, siempre combativa y nada diplomática Silvana de Mari) o bien obras como Los Cantos de Maldoror, los Trópicos de Miller o la sadiana Justine. Tal vez pueda colegirse de la carta que cada cual pueda leer lo que más le guste (el ejemplo que relata de sus tiempos de profesor es paradigmático de una pedagogía errónea o ilusa). Lo único que nos podríamos atrever a deducir es que Papa Francisco, en esto denodadamente actual, pone el acento preferente más en el emotivismo que en la inteligencia, en el sentir que en el pensar, incluso cuando se habla de la importancia del estudio literario se deriva a la incidencia en la formación del corazón (sólo alguna referencia hay de pasada a la formación del intelecto). También es evidente para cualquiera mínimamente in-formado, que la carta, cuando habla del protagonismo preponderante del lector, tiene un trasfondo innegablemente luterano. Personalmente, por ejemplo, me gustan las novelas policíacas de Grangé. Tal vez este nombre al lector español corriente le diga muy poco, pero en Francia muchas de sus obras han llegado a la pequeña pantalla y a la grande (y aquí sí que a muchos puede sonarles una película basada en una de tales novelas titulada "Los ríos de color púrpura", ¿a que ahora si están situados?). El autor, lo reconozco, es en este sentido bastante repetitivo: asesinos en serie, ensañamientos, etc. Tan insanos psicológicamente resultan en sus novelas los "flics" protagonistas (sólo suelen ser equilibrados familiar y personalmente los humildes y secundarios policías locales) como los delincuentes. En fin, el ritmo es trepidante y su escritura cautivadora y hasta adictiva. Sinceramente, es una lectura que suele resultar bastante entretenida, especialmente cuando uno está abocado a cotidianos y aburridos viajes en tren o autobús. Pero dudo mucho que la lectura de estas novelas haya hecho de mí un mejor conocedor del mundo que me rodea, una persona más compasiva y empática, y desde luego no un mejor religioso o un mejor sacerdote.

Hay en la carta otras cosas que calificaré de curiosas por no emplear otros adjetivos. Por ejemplo, lo de que la literatura, en una definición satisfactoria para el Papa, es “escuchar la voz de alguien”. Demasiadas voces escuchamos en nuestro mundo como para necesariamente por vía literaria otras más. La citación borgeana me ha recordado a un religioso colombiano que tuvimos entre nosotros (no sé dónde anda ahora): admiraba a Borges en la misma medida que leía con fruición a autores, Dios se lo perdone, como Yuval Noah Harari. Así nos va, escuchando voces y aprontando la Agenda 2030. Me pregunto si, en cierto sentido, no nos convendría más silencio y menos voces.



También es para enmarcar la declarada preferencia del Papa por los artistas trágicos. Qué quieren que les diga. El 90 por ciento de las tragedias son determinismo fatalista y desesperanza, es decir, lo más anticristiano que pueda imaginarse. En otro apartado nos dice el Sumo Pontífice que la lectura calma el stress y el ansia. ¿La lectura como ansiolítico? No sé yo. Calma o crispa, depende. La gente, según este planteamiento papal, resulta ser bastante estúpida. Con lo poco que cuesta un libro de bolsillo, se gasta cinco veces más en masajes orientales para relajarse. Diríamos que así nos va y que el Papa Francisco tiene razón si no fuera porque muchos lectores y escritores lo son todo menos gente relajada y relajante.



Hay otra afirmación (no nueva, y, por tanto, convencida) del Papa que me guardaré muy mucho de comentar. Dejo que lo haga Jesús G. Maestro, aquí les pongo el vídeo, fíjense en el esfuerzo de contención que el profesor hace, cómo se reprime las ganas de decir “pero...¿este tío es tonto?”



lunes, 12 de agosto de 2024

Los Mínimos hacen cosas

 

Lo decía Mariano Rajoy de los catalanes: “los catalanes hacen cosas” (positivas). Aunque en este blog no nos prodigamos en elogios, eso no significa que no haya realizaciones positivas en nuestra Orden. Los Mínimos hacen cosas. Por ejemplo, los mínimos del Santuario de Paula hace tiempo que hicieron un esfuerzo para hacerse presentes en el mundo de las redes sociales. Me limito a señalar los dos canales de Youtube que ofrecen en streaming actos de culto (como la Misa dominical) y de cultura (como conferencias, reuniones de estudio, etc.).  Es una pena que no sean suficientemente conocidos y valorados. Los dos canales a los que me refiero son el propio del Santuario de Paula y el de la vinculada Fondazione San Francesco di Paola. Es verdad que algunos temas de conferencias pueden resultar un tanto abstrusos y sólo atrayentes para especialistas o iniciados (por ejemplo, cuando se ha hablado de los Padres Mersenne o Maignan), pero han habido también presentaciones de libros de interés más amplio (por ejemplo, del Diario di Prigionia del Cardenal Pell o de un libro de Costanza Miriano, la autora de aquel epatante “Cásate y sé sumisa”). Pero, así como hay que valorar el esfuerzo técnico y la dedicación que requieren, es lamentable que no se cuide tanto la difusión y la propaganda. Quiero decir que tal vez valiera la pena dedicar un poquito más de tiempo y, en lugar de la presentación genérica, ofrecer un resumen del contenido en el espacio de descripción del video, no fiarlo todo únicamente al título. Pero es que incluso el título tiene que ser adecuado para que el motor de búsqueda y los algoritmos funcionen adecuadamente. Vean este video en You Tube y díganme alguien cómo saber que se trata de la presentación de un libro de Monseñor Morosini:

https://www.youtube.com/watch?v=02JuQw92dcw

Me gusta la Orden de los Mínimos, son buena gente, hacen cosas. Pero precisamente por eso hay que animarles a que las hagan mejor.


viernes, 19 de julio de 2024

Dimitte mortuos sepelire mortuos suos

 


Cada cual lucha contra las tendencias depresivas como puede. Algunos utilizan fámarcos, otros acuden a terapias no baratas. Pero otros las combatimos a base de humor con cierta dosis de sarcasmo, lo siento, cada cual hace lo que buenamente puede.

“Chi sta bene non si muove”. Con esta frase inicial me comunicó un compañero hace un par de días la reelección de la misma Curia Generalicia en el Capítulo General celebrado en Roma. Al parecer, los Padres capitulares, considerando la, al parecer, excelente labor realizada por el magnífico equipo de gobierno en el sexenio pasado, se han decantado por la justa reelección. Los Padres capitulares están bien y no se han movido. Es verdad que en las votaciones puede influir tanto el interés como la inteligencia que, aunque empiecen por las mismas cuatro letras, no coinciden necesariamente, pues el interés mira a lo personal y la inteligencia a la objetividad. Bueno, en todo caso así es la democracia, el pueblo soberano (directamente o por medio de sus representantes cualificados) habla y elige así, interesada o inteligentemente, a la flor y nata de los gobernantes: Biden, Maduro, Sánchez, etcétera...

En todo caso, uno se siente todavía corresponsable y no puede aguantarse las ganas de ayudar a la gobernanza de la Orden; por ello, me permito alguna sugerencia. Por ejemplo, que el equipo de gobierno recién reelegido aproveche este verano para hacer un curso acelerado de tanatopraxia o algún master de agente funerario. Porque de aquí al 2030 les va a tocar enterrar Provincias, Delegaciones y Comunidades. Eso requiere respeto por los allegados, tener la compostura adecuada, organizar velorios como Dios manda. La cercanía cotidiana con la muerte no es fácil ni se improvisa. ¡Fórmense!

Al hilo de este Capítulo, a uno se le plantean algunos interrogantes. Voy a indicar sólo uno: ¿para qué sirve la Audiencia papal? Digo objetivamente. Subjetivamente siempre habrá frailes o monjas papólatras que sentirán cierto calorcillo sensible al contemplar a Papa Francisco a menos de 20 metros de distancia. No digamos ya si les da la mano (igual sienten lo mismo que preveía sentir un compañero de la mili, han pasado ya 45 años, si pudiera darle la mano a Sofía Loren, aaaaaah). Si realmente el Papa dijo lo que los medios dicen que dijo, la Audiencia papal se me antoja una verdadera pérdida de tiempo. Tristemente no hay que ser muy inteligente ni muy interesado para captar que este pontificado se está caracterizando por reavivar la vida consagrada en la misma medida que está consiguiendo promover la unidad o defender la verdad católica, o sea no excesivamente.

Otra sugerencia, esta para el Vicario-Procurador General: hágase vuestra Paternidad con una buena provisión de dulces (las monjas de Archidona los elaboran deliciosos), de modo que pueda obsequiar a los funcionarios/as/es de la CIVCSVA y se repriman un poco las ganas de decirle “altra volta qui, Padre?” cuando les vaya con un nuevo expediente de secularización.

Por otra parte, también hay que constatar que, si se tiene un buen seguro funerario, es más barato enterrar que mantener con vida. Basta un tipo fornido con una pala, terreno no falta. En la Curia Generalicia hay algunos asistentes que se ven bien alimentados, así que van a necesitar menos medios. Supongo que como en los Capítulos anteriores el Ecónomo General se habrá quejado de que algunas comunidades no envían las contribuciones establecidas a Roma. Bueno, considerando que no hay procedimiento ejecutivo ni recargos ni intereses de demora y que con la edad nos vamos volviendo olvidadizos, pues con aquello de “no sé donde tengo la cabeza, se me olvidan las cosas”, va a dar lo mismo pagar contribuciones en los primeros días del trimestre siguiente como al cabo de un año o como nunca. Los sepultureros no están muy bien pagados. Y total, cuando vengan a enterrar a la comunidad, ya harán Caja. O no. Porque igual algún Ecónomo local se convierte inesperadamente en admirador del Papa Francisco y el dinero se dona a Open Arms (para que vengan todos, todos, todos), a Greenpeace (Laudato si’, Laudate Deum) o a ayudar a la construcción de mezquitas (que somos todos hermanos y hay imanes muy inspiradores). Total, que igual cuando nos visiten no queda un duro... Y siempre será mejor eso que no que el dinero se vaya por apropiaciones indebidas o pagando indemnizaciones por abusos. Nada, cosas que uno piensa cuando se siente de otra galaxia...




lunes, 15 de julio de 2024

De Superiores, súbditos y navegaciones

 

No sé si a estas alturas el Capítulo General de los Mínimos celebrado en Roma habrá elegido ya al Corrector General (lo saben, en cambio, con toda seguridad los novicios y las monjas de clausura). Elegirlo no ha de ser tarea fácil en este momento difícil que nuestra Orden  está viviendo. Y no lo es porque en nuestra Orden no hay hoy día, que yo sepa, capacidad clara de liderazgo. Esta no es una carencia reciente. Tuvimos en el pasado siglo un General con liderazgo poco discutible: el Padre Savarese. Después de él ha habido un Corrector General santo y espiritual, otro que hizo lo que pudo y supo, un reputado profesor con actitudes incomprensibles que se reveló muy incomprensivo con los súbditos, un reformador cuyo programa fue aprobado explícitamente por el Capítulo pero cuya aplicación fue evitada y frustrada por la mayor parte de los frailes, y para terminar dos Generales que no han tenido otro programa de gobierno que la inhibición. Cuando la nave atraviesa el temporal (y créanme que el temporal actual es por lo menos de fuerte marejada) y más tratándose de una nave pequeña como la nuestra (pero con pesado bagaje), nos limitamos unos y otros a achicar como podemos, más si al mando se halla alguien cuya única intención declarada es capear torpemente el temporal (y encomendándose a la Agenda 2030 y al Papa Francisco). Si no hay alguien que de verdad tenga un poco de visión de navegación, de previsión de futuro y de marcar un rumbo claro, vamos a continuar simplemente achicando. Y pienso que no, no lo hay. Además, hay un peligro añadido que en algunas partes ya se está concretando. Si la tripulación tiene la impresión de que el capitán y sus oficiales la llevan a la deriva, los motines, expresos o larvados, detectables o inapreciados, surgen. Surgen cuando se toman decisiones vocacionales no simplemente equivocadas, sino concretadas en errores garrafales. Surgen cuando las pocas opciones de gobierno resultan ambiguas o superficiales. Surgen cuando se sacrifica a las vocaciones auténticas favoreciendo a las vocaciones falsas (las vocaciones son como la moneda, la falsa hace desaparecer a la auténtica). Surgen cuando alguien que tenía el estatus de tripulante acaba sintiéndose como un condenado galeote al que pretende marcarle el ritmo el último grumete. Cuando esto se tolera, los tripulantes más conscientes empiezan por construirse su propia barcaza de salvamento (“sálvese quien pueda”), ni reman ni achican (“no vale la pena”), no atienden a directrices (“inútiles pendejadas para cubrir el expediente de Adviento-Cuaresma”) y acaban por comportarse en el mejor de los casos como simples pasajeros...