Sucedió en Arles
(Provenza) en el siglo XVII. Se habían establecido los mínimos en
el priorato de la Magdalena, con apoyo real. Pero tenían en contra a
otras órdenes religiosas y diversos eclesiásticos, al consejo
municipal y muy particularmente, por su cercanía, al Capítulo
canonical de la Iglesia Mayor Parroquial. La tensa situación tuvo su
punto crítico en la mañana del 2 de agosto de 1615 cuando los
mínimos se encuentran con que por la noche les han robado el badajo
de su única campana. El pueblo llano del barrio, que, pese al poco tiempo que llevan con ellos, aprecia a los frailes
mínimos, echa en falta el sonido de las campanadas. Cuando la
multitud se apercibe del robo ocurrido, la sospechas y acusaciones
van contra los canónigos de la Mayor: se les insulta, se les
apedrea, hasta que logran encerrarse y parapetarse en la casa curial,
donde son asediados durante tres días, hasta que los cónsules
municipales logran apaciguar la situación.
Finalmente, el asunto se
resolvió cuando el arzobispo otorgó a los mínimos la iglesia de
San Honorato a donde se trasladaron en lucida procesión el 7 de
octubre de 1615. Un deán de la Iglesia Mayor registra el hecho en
sus memorias con esta consideración final: “Dieu les conduise et bien
joïeus que soient loin de nous”.
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