Hay oraciones bellísimas,
emocionantes. Entre las que tienen a San Francisco de Paula como
destinatario, pocas revisten un carácter tan conmovedor como la de
los marineros italianos, la que empieza con las palabras “Nel silenzio della sera...” No es difícil imaginar a viejos lobos de
mar italianos, sean mercantes, pescadores o militares, con los ojos
humedecidos al escucharla o recitarla. Y, sin embargo, el
sentimentalismo bienintencionado no siempre tiene que casar con la
ortodoxia. Sí, ya sé, la oración de marras ha pasado por varios
nihil obstats e imprimaturs, no se ha utilizado sólo en la oración
privada sino también públicamente. Pero la pregunta es: ¿pueden
los muertos invocar a San Francisco desde las profundidades o simas
marinas?
“Nel
silenzio della sera con l’animo in ginocchio, noi ti preghiamo, o
Santo Protettore, i vivi sulle tolde, i
morti negli abissi.”
Pues
parece que no, que los muertos quedan en una suerte de “inactividad”,
que no les permite rogar ni merecer. Tal vez la única excepción
sean las almas del Purgatorio, que en algunos casos volvieron
reclamando, usualmente a parientes o amigos cercanos, que se dijeran
misas por ellas para salir de aquel lugar (o estado) incómodo. Eso hay que
admitirlo, al menos desde las “pruebas” que nos ofrece el pequeño
Museo de las almas del Purgatorio (en rigor, es sólo una vitrina) situado en la
iglesia del Sacro Cuore del Suffragio, en Roma, en el Lungotevere
Prati. Convendrán conmigo que una cosa es incordiar, desde el
Purgatorio, a los deudos para que encarguen gregorianas, y otra muy
distinta darle la tabarra a San Francisco de Paula desde “gli
abissi”, proceder este último que, además de fastidioso, nos
parece dudosamente católico.
En
fin, remedemos, en nuestra tribulación a Ezequías y digámosle a
Francisco: Vivens vivens ipse confitebitur tibi...
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