Últimamente parece que
nos dio por descubrir la faceta ecologista de San Francisco de Paula.
Monseñor Morosini ha escrito sobre ello, antes lo hizo el malogrado
Padre Mediavilla y parece que no han de faltar en el futuro nuevas
profundizaciones que insistan en el Francisco de Paula que resucita
peces y cuida tiernamente de cervatillos, corderillos y truchas.
Sin embargo, si la
historia no hubiera dejado de ser maestra de vida para convertirse en
entretenimiento de desocupados bloggers, muchos de nuestros
correligionarios no ignorarían que en el siglo XVII la Orden tuvo a
uno de sus miembros que dio la vida por un animalito silvestre. Fue
el Padre Simon Descots, natural de Rouen, que profesó en Nigeon en
1614 y que encontró la muerte en Vincennes de forma curiosa. Narra
el Padre Thuillier que en verano de 1619 estaba el buen fraile
estudiando la Escritura en lugar solitario y retirado cuando
anduvieron por allí unos cazadores del rey, quienes , descubriendo
una perdiz, soltaron a uno de sus letales halcones. El Padre Descots,
compasivo y misericordioso, apiadándose de la pobre perdiz,
previendo que iba a caer de inmediato entre las garras de la rapaz,
empezó a gritar con toda su alma, no se sabe si para espantar al
halcón, a la perdiz, a ambas y/o, de paso, a los sorprendidos
cetreros. Lo cierto es que puso tanto esfuerzo en su alarido que se
le rompió una vena y no hubo manera de detener la hemorragia. Vitam
volucri servaturus suam amisit, resumen los autores del Actorum
Eruditorum.
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