Charles Chabot, a quien no hay que confundir con Charles Chaput, obispo católico de la Iglesia Católica (hemos llegado a un punto en que esto no es ya una obvia redundancia), fue el autor de la “Encyclopédie Monastique ou Histoire des Monastères, Congregations Religieuses et Couvens qui ont existé en France”. En principio, se trataría aparentemente por el título de una obra puramente histórica, pero el subtítulo ya da cierta idea del sesgo ideológico del autor: “Recherches sur la justice claustrale, les différentes coutumes et cérémonies conventuelles, et anecdotes sur les abus monastiques”.
miércoles, 19 de febrero de 2025
Chabot: Mínimos, aceite y pies
Cuando
enciclopédicamente Chabot llega a los Mínimos, después de una página dedicada
al Santo Fundador y a sus primeros compañeros caracterizados por una
simplicidad rayana en la imbecilidad, señala el inicio de la Orden en Calabria,
su aprobación por Alejandro VI con el cambio del nombre de Ermitaños por el de
Mínimos, el regirse bajo una Regla inspirada celestialmente denominada
“Correctorio”(!), aprobada por Julio II en 1506 y recibida en el Capítulo
General celebrado en Roma en 1507. Se
refiere también al cuarto voto de vida cuaresmal (es decir, de una cuaresma
perpetua). Antes de terminar con la descripción del aspecto físico de los
Mínimos y de su hábito, dedica todo un párrafo a la utilización del aceite,
materia de una importancia tal que, según refiere, los propios Mínimos, al parecer
poco amigos de Demócrito, decían que el aceite era “el cuarto elemento de su
pequeño mundo”. Aprovecha para citar un sermón panegírico de San Francisco de
Paula escrito por un Capuchino cuyo nombre no indica y que toma como argumento
“este verso del salmo: Posuit pedem in oleo”. Disculpará el lector mi
ignorancia bíblica, pues no sé de qué salmo haya extraído el desconocido
capuchino la cita. Uno cuando se trata de aceite y de pies, sólo encuentra en
la Escritura la bendición de Moisés a la tribu de Aser: “Benedictus in filiis
Aser, sit placens fratribus suis, et tingat in oleo pedem suum” (Dt 33,24).
Chabot sigue transcribiendo el sermón: “San Bruno, cristianos hermanos míos, el
fundador de los Cartujos puso su pie en la soledad; San Ignacio puso su pie en
el polvo de las clases; nuestro bienaventurado seráfico San Francisco puso su
pie en el zurrón, y San Francisco de Paula, Fundador de los Mínimos, puso su
pie en el aceite. He aquí la razón por la que estos Reverendos se nutren de
aceite. Ave María.” Pues tendría buen equilibrio nuestro Santo Padre, porque
pisar el aceite sin pegarse un resbalón tiene mérito. Y demos gracias a Dios
que pisó aceite y no una caca de perro, en cuyo caso vaya usted a saber de qué
tendríamos humilde y penitentemente que alimentarnos los Mínimos. En fin, yo no
sé si Chabot se inventa malintencionadamente el sermón, posibilidad que no
descarto, o si realmente hubo en la época capuchinos tan cazurros (algún
ejemplo, por suerte poco numeroso, tenemos en nuestro tiempo).
Por la misma
habilidad oratoria y deductiva, se podría afirmar, con un menos despreciable
apoyo bíblico (ver supra) que el gran éxito musical de aquellas tres chicas,
cuya letra enigmática tanto dio que hablar hace un par de décadas (algunos mencionaban referentes como Satán o Maradona), se debía a
que realmente eran descendientes de la tribu de Aser y para modernizarse simplemente
cambiaron el aceite por el ketchup.
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Muy musical està usted últimamente
ResponderEliminarCanta che ti passa, dicen.
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