martes, 18 de agosto de 2015

El cómputo de los milagros


No han faltado en la Orden de los Mínimos frailes que cultivaran y enseñaran matemáticas. Algunos, la mayoría del siglo XVII, eran eruditos en otras muchos saberes, por ejemplo los Padres Mersenne, Niceron o Maignan. Otros, en la misma época, hicieron una labor especialmente divulgadora y didáctica, como el Padre Capdeville. Ya en el siglo XVIII hay que mencionar las obras del Padre Bonomo. Sin embargo, ninguno de ellos, por lo que publicaron, parece haber sido capaz, a pesar de su competencia científica, de calcular el número exacto de los milagros obrados por su fundador San Francisco de Paula.

¿Innumerables? Tal vez ahora, pero no a mitad del siglo XVIII. Los “sabios todos” del siglo XVIII, carentes del actual instrumental computacional, supieron, sin embargo, calcular ese número:

2.391.280


¿No me creen? Vean el libro de poesía que el prolífico, a veces irreverente y a menudo gracioso Don Gómez Arias (que se autoproclamaba Maestro de filosofía, Bachiller en Medicina, Profesor de Matemáticas y Buenas Letras, amén de Astrólogo) dedicó a nuestro Santo (El clarín armónico de las glorias y milagros del mínimo máximo thaumaturgo S. Francisco dePaula), busquen la nota al pie de la página 113 y no sean incrédulos, sino creyentes.

lunes, 3 de agosto de 2015

Teodidacta


Una de las discusiones que a menudo se han planteado entre los biógrafos de San Francisco de Paula es la de su grado de instrucción. De una parte, los que afirman que, como tantas personas de su tiempo, carecía totalmente de instrucción. De otra, los que dicen que era capaz al menos de leer y escribir. Los defensores de la primera opinión se fundamentan en las condiciones del tiempo y en afirmaciones explícitas de testigos en el proceso de canonización. Los de la segunda recalcan cómo predicaba el evangelio, redactaba cartas y, especialmente, su autoría indiscutida de la Regla de la Orden; aducen, además, que con toda probabilidad, si no antes, al menos en el año votivo pasado con los frailes conventuales de San Marcos Argentano recibiría una alfabetización elemental. Los primeros son calificados de hipercríticos por sus contrarios y a los segundos se achaca por parte de aquellos una idealización del santo que no quiere admitir un degradante analfabetismo.

¿Cómo alguien analfabeto puede haber vivido y, sobre todo, transmitido una espiritualidad tan rica como lo es la de San Francisco de Paula? La respuesta que han dado algunos escritores de la Orden es la de considerar a San Francisco un “teodidacta” no en el sentido amplio que daba el Padre Philipon a esta expresión (todo teólogo sería “teodidacta” porque asiste a la “escuela de Dios”), sino en el estricto de alguien que ha recibido su saber directamente de Dios. Aquí les pongo lo que afirma Jean Durelle en la dedicatoria de su Dialecticothea (y no es una excepción, puede leerse algo similar, por ejemplo, en Méndez de San Juan, en la dedicatoria de su Theologia Moralis de Praeceptis Decalogi):
Licet in terras scientarum acquisitarum esses apparatu destitutus; tamen eras Theodidactus, scientia enim desuper infusa praeditus cordium secreta detegebas, futura praeanuntiabas, Doctorum dubia consultus sine haesitatione resolvebas.

miércoles, 29 de julio de 2015

En África, con las manos (o el rodillo) en la masa

En este caluroso julio el Arzobispo mínimo Monseñor Giuseppe Fiorini Morosini, Metropolitano de Reggio Calabria, ha visitado la casa de los mínimos en la República Democrática del Congo, perteneciente a la Provincia napolitana de la Orden. Allí ha presidido la Eucaristía de profesión de votos temporales de 3 novicios africanos en una ceremonia emocionante, en la que incluso se ha atrevido a pronunciar algunas palabras en kikongo.


Para una más amplia información puede consultarse la crónica que se halla en la web diocesana. Del reportaje fotográfico extraemos esta ilustración, demostrativa de que no sólo de la Palabra de Dios vive el hombre, sino también del pan material (¡o más probablemente de la pizza!).

© Sisi Kayan 

viernes, 24 de julio de 2015

¿Primeros aniversarios?


Hubo un tiempo en que, después de la ordenación sacerdotal, en la primera misa que celebraba el nuevo presbítero otro sacerdote glosaba las excelencias del sacerdocio. Después de eso, había que esperar al 25º aniversario de ordenación (las bodas de plata) para tener una celebración especial. Los tiempos cambian, pues leo en “La Voce del Santuario” la noticia (ya atrasada, pero esta publicación sale cuando sale y llega cuando llega) de que dos sacerdotes mínimos celebraron el primer (sic) aniversario de ordenación; lo hicieron en la capilla del Monasterio de Mínimas de Paula, con rezo de vísperas (incluyendo meditación de una monja sobre el sacerdocio) y eucaristía concelebrada (con homilía de un mínimo sobre el sacerdocio mínimo).

Es verdad que hay vocaciones sacerdotales y religiosas que son especialmente trabajadas y que, a veces, el haber dejado patria, familia, lengua, cultura, etc., puede incluso revestir de un cierto heroísmo la fidelidad vocacional. Pero si empezamos a enlucir el primer aniversario con acción de gracias solemnísima y le damos el carácter de noticia, estamos apuntando a que la perseverancia de un año en la condición sacerdotal mínima se ha convertido en una cosa extraordinaria. Pues no, por ahí no. ¡Al loro, que no estamos tan mal, hombre!

lunes, 13 de julio de 2015

La maleabilidad de los santos



A veces se diría que, en nuestra consideración, son de plastilina. Hace unas décadas un religioso mínimo predicaba un retiro a un grupo de terciarios y les decía literalmente esto: “siete figli di San Francesco di Paola, che è stato un santo furbacchione, il più furbo dei santi”. Una de las principales tentacioncillas contra la humildad que debería caracterizarnos es esa pasioncilla de sorprender al auditorio con algo original e inesperado. Probablemente no alcance, menos en este contexto, ni siquiera la categoría de pecado venial, pero no deja de ser una cierta imperfección, una mota de orgullo con ese calorcillo interior de “cómo se habrán quedado con lo que he dicho, qué bueno y qué original soy”.
En honor a la verdad, hay que reconocer que, por otra parte, el Padre C., predicador de la referida sandez, ha sido un mínimo virtuoso y apostólicamente fecundo, no es broma. Ahora bien, ¿qué es eso de un santo furbacchione? “Furbacchione” puede tener un carácter despectivo, equivalente a granuja o bribón; no creo que un mínimo se atreviese a calificar de tal a nuestro Santo Padre Fundador. O bien quiso decir, con todo el cariño, que era un pillastre travieso, un listillo astuto. Tanto en un caso como en el otro  resulta una burrada, no sólo por ley de cortesía, sino por amor a la verdad. Ningún testimonio documental relativo a la vida de San Francisco permite sostener tal aserción. Y lo del “più furbo dei santi” es una demasía que  va de suyo, sin necesidad de más examen. Todo esto viene a cuento de la facilidad con la que la hagiografía, la devoción o la predicación (probablemente, no digo yo que no, bienintencionada)  modelan interesadamente a los santos. Qué fácilmente les hacemos decir lo que nunca dijeron, hacer lo que nunca les pasó por la cabeza hacer y ser lo que nunca fueron.

miércoles, 24 de junio de 2015

¡50.000!


Debido a las normas de la clausura religiosa, los conventos son lugares con espacios de acceso limitado. Se trataba y trata de preservar con ello la separación del mundo y la guarda del silencio. Las normas de clausura son más laxas respecto a los varones y más estrictas en lo que se refiere a las mujeres. La celda del Padre Mersenne en su convento parisiense de Place Royale se la ha imaginado visitada en su tiempo por numerosos sabios y científicos que compartían con él experimentos, teorías y conocimientos. Respecto a las féminas, la Regla prohíbe expresamente en su capítulo quinto que se las permita entrar en los conventos. Pero la misma norma prevé una excepción, relativa a mujeres de casa real (“de stirpe regia procreatae”) y/o fundadoras del convento, a las cuales, si pidieran ver los lugares más comunes, se las dejará que entren y los visiten devotamente con su comitiva.


Probablemente el antiguo convento de la Victoria de Zaragoza ha tenido más visitantes (y de ambos sexos y de todas las edades) en estos últimos tres años que en toda su larga historia. Sin duda, estas multitudes son más pacíficas que aquellas que en 1835 acabaron al motín con la vida de cuatro frailes (y el riesgo de incendio más controlado!).

viernes, 19 de junio de 2015

Nacidos del (o figurados por el) costado herido de Cristo

Muchas veces se ha transcrito lo que se dice que decía el venerable Padre Moreau, según la versión que se halla en F. Giry, Les vies des saints, París, 1719, vol. III, col. LXXVI:
“Decía algunas veces que las cuatro Órdenes mendicantes habían salido de las cuatro llagas de las manos y de los pies del Hijo de Dios, pero que la Orden de los Mínimos había salido después de las demás de la llaga sagrada de su pecho y de su corazón.”

P.Pierre Moreau

En realidad, la mención del corazón es una ampliación de Giry. La biografía más antigua de Moreau (La vie du vénérable serviteur de Dieu le R.P.Pierre Moreau, París, 1639), atribuida al Padre Macaire, no habla de procedencia, sino de figuración, ampliando notablemente las palabras de Moreau:
“Tratando de las cuatro antiguas Órdenes religiosas mendicantes, las comparaba a las cuatro llagas de las manos y de los pies del Salvador en la Cruz, pero, refiriéndose a la de los Mínimos, decía que estaba figurada por la llaga del costado de Jesucristo. Aseguraba que esta Orden representaba al Cuerpo místico de Jesús, la misma hoguera de amor, significada por esta llaga del costado en su cuerpo verdadero” (pp.256-257).

Esta relación de los Mínimos con el número de las llagas de Cristo sabemos hoy que es bastante anterior a Moreau, hasta el punto de que a mediados del siglo XVI se la hacía remontar al mismísimo San Francisco de Paula. El testimonio lo encontramos en la manuscrita Vida del Santo conservada en la Biblioteca Universitaria de Barcelona (ms. 162) de autor ignoto, cuya transcripción ha sido recientemente dada a conocer por el Padre Benvenuto. En ella se lee cómo San Francisco de Paula, besando los pies de Sixto IV le pedía que confirmara su Orden y la pusiera entre las mendicantes y cómo, resistiéndose a ello el Sumo Pontífice, San Francisco comenzó a invocar algunos pasajes de la Escritura, predicando y persuadiéndolos
“cómo siendo cinco las llagas de Cristo, necesario era que fueran cinco las religiones, a fin de que de todo estado y condición pudiesen los pueblos salvarse”.