El título es lo mejor del libro: "San Francesco – Il Santo
dei Miracoli e della Semplicità Infinita". El autor escribe, no sé si para
entretenerse o para sacarse unas perrillas, vidas de santos. No sé en los
demás, pero con San Francisco de Paula no ha estado demasiado acertado. El
libro es ya formalmente una porquería: impreso por Amazon Italia, sin paginar,
con untamaño de letra que parece ad
usum caecucentium, con los párrafos sin justificar, etc.
El mensaje puede parecer piadoso y edificante. Algunos
pasajes nos hablan de las virtudes del Santo y de sus milagros. Pero cuando
baja al terreno concreto la simplicidad infinita de San Francisco choca con la
culpable (estamos en 2025 y para algunas cosas basta la wikipedia) ignorancia
del autor. Pondré tres ejemplos:
“La regola di vita stabilita da Francesco fu approvata da
Papa Eugenio IV nel 1446...” Tal vez San Francisco tuvo episodios de amnesia y,
no recordando que tenía la Regla aprobada, siguió pidiendo su aprobación y
recibiendo negativas hasta 1493.
“Uno dei momenti più significativi fu la sua amicizia con il
re Francesco I di Francia che lo accolse con grande rispetto e ammirazione...”
Una pena que Francisco I no empezara a reinar hasta 1515, pero nada impide creer en las
amistades de ultratumba.
“Uno dei miracoli più noti è quello della traversata dello
stretto di Messina su una piccola barca fatta di legno e senza remi...” Ya se
ve qué milagro portentoso: atravesar el estrecho de Messina hacia 1470 en una
barquita hecha de... ¡madera! (y no de acero como el Titanic o de fibra de carbono como los modernos catamaranes).
En fin, si tiene usted 10,95 €, más vale (le saldrá más
rentable) que con estos calores se tome un cubata...
Tengo bien pensado lo que
harécuando yo sea Corrector General de
los Mínimos. Es verdad que, siendo realistas, las posibilidades son pocas. Del
centenar de Generales que hemos tenido los Mínimos a lo largo de los siglos,
sólo 15 fueron españoles. De ellos, 3 fueron consagrados Obispos (Pedraza,
Gasch, Estela) y 1 figuró en propuestas para un obispado de América, pero murió
antes (Mena); uno murió en olor de santidad (el humilde Villamayor), otro fue
depuesto por no ceder a presiones cardenalicias (Muñoz de Espinosa) y otro tuvo
la valentía de enfrentarse a los mínimos franceses defendiendo el voto de vida
cuaresmal contra quienes abiertamente lo contravenían (Segura). El último fue
el político y académico Padre Humarán en 1829, es decir, hace ya casi 200 años.
Si bien en el antiguo régimen se
establecía que uno de los Colegas Generales fuera de nación española, otro
italiano y otro francés (y así fue desde 1523 hasta finales del siglo XVIII),
desaparecida con la modernidad esta previsión, en los últimos siglos y ya en
tiempos recentísimos sólo 3 Colegas Generales han sido españoles; 2 de ellos
murieron en el cargo, al pie del cañón (F.Rodríguez y J.Mediavilla), mientras
que el tercero fue designado precisamente para substituir a uno de estos
fallecidos (V.García). Uno acaba deduciendo que ser Colega General no es
demasiado saludable para los españoles, o te mata o te entontece.Como se ve, en la Orden los españoles
pintamos más bien poco. A ello hay que añadir la idea subyacente en la
mentalidad de la mayoría de los mínimos italianos: “los españoles son tontos”,
lo cual, lejos de ser un prejuicio, parece demostrarse cotidianamente. Y no es
que, como contaban los teóricos criminalistas del etiquetamiento (labelling), a
fuerza de ser tenidos repetidamente como tales, acaben convencidos de serlo.
No, para la mayoría el catetismo es una opción deliberada.
Uno de los pocos que se rebelaban
contra esta irrelevancia, era el Padre J.A., quien, de carácter más bien
tímido, de cuando en cuando soltaba el genio y, recordando que era el único que
tenía dos carreras (teología y pedagogía), calificaba a los demás de estúpidos
(él podía permitírselo) cuando hacían cosas estúpidas. Recuerdo que a veces,
cuando le mostraba, en mis primeros tiempos de postulantado, mi estupefacción
ante ciertas actitudes de los mínimos españoles, lo atribuía al “complejo de
inferioridad” padecido no ya frente a mínimos italianos, sino frente al mundo
en general. Lo dicho, en orden a la elección, mis posibilidades son pocas, no
sólo por carencia de inteligencia y capacidad, sino también por faltarme el
resto de características que nuestras normas exigen a quien sea elegido para el
cargo (por ejemplo, probado buen espíritu religioso). Pero como este es un blog
de sarcástica seriedad, nada me impide esbozar un programa de gobierno.
Primero, tomaré ejemplo del Papa
Francisco. Si él decidió vivir en Santa Marta y no en el Palacio Apostólico,
nada le impide al Corrector General de la Orden de los Mínimos trasladarse a
vivir donde le dé la real gana. Queden en Roma el Procurador General, el
Archivero, el Ecónomo, el Postulador (este sí tiene que tener por norma en la
Urbe la residencia habitual), cuando yo sea General evitaré Roma, ya que tengo
de la ciudad no mejor opinión de la que expresaba Padre Boyl en una de sus
cartas a Cisneros. Alguien dirá que la Roma actual es muy diferente a la del
Papa Borja de finales del siglo XV; eso es verdad, el Vaticano de ahora es, con
mucho, mucho peor. Porque a finales del siglo XV un cierto respeto por el
Derecho canónico existía y, por ejemplo, la consagración episcopal confería a
quien la recibía una cierta autoridad espiritual, doctrinal y gubernativa. Hoy
después de la sinodalidad del Papa Francisco, no existe ningún derecho de los
fieles a respetar (ni siquiera el derecho a la legítima defensa). Por otra
parte, existen “superapóstolas” como Prefecta y Secretaria del dicasterio de
Vida Consagrada, llamadas al discernimiento exclusivo de los carismas y
vocaciones de especial consagración; ahora mismo un obispo, por muy sucesor de
los Apóstoles que sea y por mucha imposición de manos que haya recibido, no
puede autorizar un nuevo instituto de vida consagrada en su diócesis, sino que
eso depende exclusivamente del dicasterio. Ya no digamos cuando hay alguna denuncia, donde intervienen con todo menos con transparencia y confianza. Así
nos va y allí se las apañe el pobre Vicario Procurador General de la Orden,
pobrecito, de verdad que le compadezco.
Yo, cuando sea General, me estableceré
en algún conventico de la península sorrentina, desde donde podré “dirigir” (es un
decir) la Orden tranquilamente, que para eso están los modernos medios de
comunicación (hoy día basta un celular). Como a mi edad un cierto reumatismo
empieza a aquejarme, es muy probable que cuando sea General me vea “impedido”
para Visitar canónicamente la Orden en persona, así que nombraré un Visitador
Delegado tal como prevé nuestra normativa, un Visitador con amplísima potestad.
Estoy pensando en un religioso de la provincia napolitana que ya de novicio
pensaba ser Cardenal. No está en manos del General de los Mínimos otorgar la
púrpura, así que tendrá que conformarse con ser Visitador General, creo que
estará contento de serlo, de recorrer el mundo con autoridad generalicia, con
autoridad (esa tan utilizada en al anterior pontificado) de ordeno y mando, y
¡viva San Francisco de Paula!. Aquí paz y después gloria, donde haya problemas
que los resuelva como le salga de las narices, y donde no los haya, que los
genere. Religiosos descontentos los va a haber siempre, los va a haber
igualmente, así que, si no les gustan las decisiones que tome, que recurran a
Roma, que así se entretienen en el Dicasterio, con justicia o sin ella. Por mi
parte, con otorgar al Visitador los poderes pertinentes y con ordenar al
Ecónomo General que le proporcione una tarjeta business (de débito, tampoco hay
que exagerar), ahí me las den todas. Por otra parte, yo soy de gastar poco.
Como cuando sea General me voy a dedicar a rezar, a dar misa o a participar en
procesiones locales (¡viva San Francisco de Paula!), tampoco voy a gastar
mucho. Por no tener, no me hará falta tener ni un automóvil. Recordando la
humilitas Redemptoris y considerando el clima suave de la costa sorrentina, me
bastaría con una Puch (trucada, eso sí) para moverme por los alrededores.
Esta carencia de medios de
transporte y la afección reumática me impedirán por ejemplo tener que recibir
profesiones de falsas vocaciones (que se apañen, bajo su reponsabilidad, los Provinciales
o los Delegados) o tener que acudir a los festejos del 4 de mayo en Paula. Lo
primero es librarse de un buen cargo de conciencia cuando alguien te está
tomando el pelo miserablemente (cuando venga el problema gordo, que vendrá, me
bastará pensar que yo, como General, no lo recibí a la profesión).Para lo segundo, hay que valer, hay que
proceder de la zona, no todos servimos para gastar los primeros veinte minutos
de una homilía en Paula saludando autoridades.
Cuando yo sea General, no
escribiré cartas de Adviento ni de Cuaresma, esas que nadie lee. Al contrario,
cuando yo sea General, me abriré un perfil en X y allí escribiré breves
chorradas generalicias (si breve, no tan malo, dicen). Y si mi sintaxis es deplorable,
se notará menos.
Cuando yo sea General, pondré a
todos los doctores de la Orden (las laureas no sonpara adornar paredes) a trabajar en la
formación de vocaciones, para que se acabe de una vez el “profesa y haz lo que
quieras”. Formación y selección y trabaju duru para salir de la pobreza
vocacional socializada.
Cuando yo sea General, no
nombraré Delegado para la Tercera Orden, ya que es un cargo absolutamente innecesario.
Lo que hay que hacer con los terciarios es ponerse a su disposición, hablarles
poco y escucharles mucho.
Cuando yo sea General, si tengo
que viajar, con reumatismo o sin él, será sólo atendiendo invitaciones de las
Monjas Mínimas, a las que no se les puede negar nada. A ellas, se les puede
aplicar, mutatis mutandis (y poca mutación), lo que mossén Ballarín escribía
hace más de sesenta años respecto a las Carmelitas Descalzas en las páginas
finales de su “Les Benaurances. Santa Teresina”, y aquí me pongo compuesto,
aquí aparco el humor, la ironía, aquí me limito a asentir casi de rodillas:
“ Sé, des de dins, com viuen
aquelles filles d’Àvila. És esborronador. Ja no són la pobresa franciscana amb
alzines amables d’Umbria, són la pelada, implacable, desmesurada pobresa
castellana. No són la pobresa de la muntanya de les benaurances, són la pobresa
de l’hort de les oliveres...Sota l’hàbit més bell que pugui dur una dona, sota
les misèries de les filles de la terra, les monges fan olor de primer dia. No
les mitifico. Aquella alegria de les cares, pàl·lides de dejunis, no l’he
trobada enlloc més...Aquelles bones dones s’agafen la vida de monja per la
banda que crema...Gairebé quinze mil dones arreu del món van així. Déu meu. Que
els concilis no les toquin, que els visitadors no les canvïin, que els frares i
capellans no les destorbin. No les toqueu, no les toqueu de com són. Són la més
bella cosa de l’Església. No les toqueu, per l’amor de Déu. Vivim d’elles.”
(No traduzco, las palabras son
tan vivas que cualquier traducción las desmerece, es una falta de respeto;
quien no entienda, que aplique el traductor de Google si quiere).
Lo dicho, Padre S., prepárame una
stanzetta generalicia de cara al mar para el 2030 (o antes, una stanzetta para
el último mono si cerramos aquí, como es probabilísimo que suceda). Y vuela,
vuela, paloma...
Ya tenemos Papa. Y todo el mundo
ha extremado la prudencia a la hora de juzgar la elección efectuada por los
señores cardenales. El movimiento de una conocida web conservadora para evitar
esta elección concreta no salió bien (se llama esto vender la piel del oso
antes de cazarlo). Y muchos de los que se mueven con amplio público en las
redes han saludado positivamente la elección, entre ellos declarados
conservadores que “temían” otros candidatos peores.
También es curioso ver cómo el
obispo Strickland, a quien la fumata blanca pilló de invitado en un canal de
Youtube, aguanta admirablemente el tipo y, aunque deja ir una velada crítica al
nombramiento de obispos desde el Dicasterio correspondiente, no suelta, como
probablemente haríamos usted y yo, un recordatorio tal como “le conozco bien,
porque este tío es quien firmó mi remoción de la diócesis de Tyler”.
Las expectativas que puedan
provenir de su biografía no parecerían demasiado alentadoras. Para una visión
tradicional superficial, Prevost sería una síntesis de lo peor de la Iglesia
norteamericana (woke, dem, antiTrump) y de lo peor de la Iglesia sudamericana
(teología de la liberación). De continuar en la misma línea, tan cercana al
Papa Francisco, lo lógico sería esperar que el declive numérico y cualitativo
de la Iglesia católica no se frene sino que se acentúe. En sus primeras
palabras ha hablado de sinodalidad, de diálogo y de misión. Habrá que esperar para
ver cuál es la palabra que privilegie en su acción. Si da prioridad a la
sinodalidad, que sólo ha provocado división ad intra e indiferencia ad extra,
no iremos bien, aunque tampoco hay que exagerar los temores horripilantes que manifestó
el cardenal Zen. La sinodalidad es simplemente un entretenimiento; su
pretendida esencialidad eclesial no se conjuga bien con 1990 años de vida de la
Iglesia durante los cuales no necesitó calificarse de sinodal. Si León XIV acentúa
el diálogo asimétrico (el mundo escucha poco y habla mucho), tendremos la
bendición de la agenda 2045 (este es un
Papa joven, así que este puede ser un pontificado realmente largo); sí, ya sé
que los verificadores oficiales niegan acérrima y unánimente la existencia de
tal Agenda, lo cual supone, en mi opinión, una razón clara para no dudar de su
realidad. Si el Papa León XIV se toma en serio la misión, el envío de ir al
mundo entero, bautizar, hacer discípulos y transmitir el evangelio, tendrá que
echarle valentía. La sinodalidad es fácil, inútil y entretenida sí, pero fácil.
El diálogo, salvo que sea un diálogo evangelizador y no un mero cambio de
impresiones, es pura diplomacia posibilista. Pero la misión hoy es seguimiento
martirial, parresía temeraria, combate con el espíritu del mundo, a tiempo y a
destiempo.
Personalmente estoy esperanzado.
Si un intelectual ratzingeriano puro y duro como Gotti Tedeschi, no sólo se muestra
esperanzado con los primeros signos de León XIV, sino que incluso cuenta que descorchó una botella de champan, ¿quién soy yo para tener una
visión negativa?
La vida te da sorpresas,
sorpresas te da la vida, decía la canción. Y nuestra fe nos dice que es así. La
Vida (el que es Camino, Verdad y Vida) puede siempre sorprendernos. También
ahora.
El clásico adagio tiene en sí mismo, a partes iguales,
cortesía e hipocresía. Además, sólo tiene validez durante un tiempo limitado.
De lo contrario, toda la historia sería o una apología continuada o un silencio
vacío. Si toda historia es ya de por sí un relato más o menos literario, llevar
a las últimas consecuencias el nihil nisi bonum la convertiría en pura
distorsión. Esta distorsión a veces conviene a los políticos y, dependiendo de
la ideología de los vivos, en España tenemos palmarios ejemplos, no sólo
recientes sino actualísimos.
Lo decía mi profesor de derecho canónico (durante mis
estudios eclesiásticos) cuando tocaba el tema del Romano Pontífice: “piensen
ustedes que el Papa es intocable, métanse con todos los organismos vaticanos
cuanto quieran, pero el Papa es intocable”. Eran los tiempos de Juan Pablo II y
otro profesor de derecho canónico (este en la Universidad civil) comentaba el
recién aprobado CIC haciendo repetidas referencias positivas, sin duda de
interpretación extensiva, a los documentos del Concilio, añadiendo una y otra
vez la coletilla para nada positiva: “aunque con este Papa que tenemos ahora...”.
Algunos de mis lectores recordarán, conforme a esta orientación, algún chiste
sobre la imposibilidad futura de otro Papa polaco mientras Dios sea Dios.
Todo esto viene a cuento de que durante el pontificado de
Papa Francisco me he guardado muy mucho de opinar sobre él, sobre su Magisterio,
sobre su “magisterio” y sobre sus declaraciones en los aviones. Nunca en una
homilía podrán decir los fieles que me han oído atacarle ni nada parecido. También
es cierto que le he citado poco (sólo ocasionalmente en relación con la
murmuración) y que mi gran referencia inmediata sigue siendo Benedicto XVI, de
quien siempre, leyéndolo y oyéndolo, aprendí algo nuevo. Con Francisco, después
de leer Fratelli tutti y de donde reconocía explícitamente haber sacado la
inspiración preferí no leerle demasiado. Pero una vez fallecido, ¿se puede o no
expresar un parecer sobre su pontificado?
Nuestra Regla manda a los frailes que, respecto al Papa,
fideliter oboediant. No es poca cosa, teniendo en cuenta lo obediente que fue
nuestro Fundador. Nunca en el trecenario se dirá que para hacerle ir a Francia
Sixto IV tuvo que enviarle dos obediencias, una de ellas bajo pena de
excomunión. Como decía un fraile bromista, se recibió la primera obediencia y
San Francisco preguntó al portero: “¿esto ha venido por correo ordinario o por
correo certificado?”. “Por correo ordinario, buen Padre”. “Ah, entonces hacemos
como que no lo hemos recibido”. Llegó la segunda y ahí tuvo que obedecer, no se
habló más, a preparar la mochila y para
Francia.
Los redactores de nuestras actuales Constituciones eran más
papistas que el Fundador, así que, no contentos con la obediencia, añadieron la
profunda veneración. El Directorio se limita a agregar que a la muerte del Sumo
Pontífice cada sacerdote aplicará una misa en sufragio por él. Eso está hecho, aunque no sé si le servirá de
algo. Anunciando su deceso, el cardenal Farrell dijo: “è tornato alla casa del
Padre”. En el evangelio el que vuelve a la casa del Padre es el hijo pródigo; no
creo que sea el caso aplicable. Es verdad que en la casa del Padre hay muchas
moradas y si lo que quiso decir el cardenal camarlengo es que el Papa Francisco
ya tiene allí su morada, su plenitud de vida y bienaventuranza preparada por
Jesucristo, no sé qué leches hacemos ofreciendo sufragios y oraciones
absolutamente superfluas. Nuestro Cardenal Omella, sin ser ninguna lumbrera,
estuvo más acertado, indicando que Papa Francisco ha ido al encuentro de
Jesucristo (aquí tuvo un momento de duda, como quien va a decir Juez, casi se
le escapa)...Salvador, bien, entonces sí es indicado rezar por él.
En fin, la persona será juzgada, como cada uno de nosotros,
por Jesucristo. Pero no es ilegítimo humanamente preguntarse sobre su
pontificado. ¿Ha sido un magisterio de claridad, de entusiasmo de ser católico?
¿Ha defendido la verdad católica, la moral católica, la belleza cultual? No sé
yo... Para mí, y no creo ser una excepción, el contraste con el pontificado
anterior ha sido demasiado notable. Benedicto emitió Summorum Pontificum no
sólo en favor de la unidad, pero también por ella. Francisco emitió Traditionis
Custodes pretextando la unidad y me parece que consiguiendo el efecto
contrario. Benedicto recordó que, antes del diálogo, está la misión. Francisco,
por si a alguien no le quedara clara la importancia suprema dialogal, clamó
repetidamente, insistentemente, contra el proselitismo. En realidad, el final
del evangelio de Mateo probablemente se deba a la comunidad del evangelista y,
por tanto, no hay que tomar al pie de la letra, como ipsissima verba Iesu, eso
de ir a bautizar y hacer discípulos enseñándoles a guardar todo lo que
Jesucristo enseñó, cuando en realidad el Señor lo que dijo es que hay que
dialogar, que to er mundo es güeno. Una eficiente crítica textual nos mostraría
también que lo de que el sí sea sí y el no no tampoco lo diría nuestro Señor,
pues es cosa propia de quien piensa intolerantemente que posee la verdad. Hubo
una generación de vocaciones sacerdotales procedentes de Juan Pablo II y su
contagio juvenil. Hubo una discreta pero bien preparada generación de
vocaciones sacerdotales con Benedicto. No estoy muy seguro que haya sucedido lo
mismo con Francisco. Además, buena parte del laicado, el más popular, se ha
sentido a veces confundido, mientras que el más rectamente instruido (el que mejor
conoce el Catecismo, por ejemplo) se ha escandalizado ante ciertas ambigüedades,
ha perdido el miedo y a través de las redes ha dicho muchas cosas que Obispos y
sacerdotes hemos disciplinadamente callado. No todos callaron, es cierto. Pero
quien se atrevió a hablar pagó un precio (la destitución), con la pena añadida
de que los medios no apliquen ningún discernimiento y manden a todos los
opositores al mismo saco, lo cual es manifiestamente injusto (no es lo mismo
Strickland que Viganó).
Tal como yo lo veo, el Papa es como un controlador de vuelo
que tiene que procurar que cada creyente aterrice en el suelo firme de la
santidad. En el aeropuerto del pontificado de Francisco la sensación ha sido
caótica. Recuerden el episodio de Anke de Bernardinis, aquella anglicana que le
preguntó al Papa cómo alcanzar la comunión con su marido católico, es decir,
sobre la posibilidad de participar juntos plenamente en la Cena/Eucaristía. La
respuesta fue un me parece que sí, me parece que no, para finalmente desembocar
en un “aterriza como puedas”. Si la respuesta final es esta, entonces...¿para qué
sirve el Papado? No hace muchos días un músico católico se preguntaba análogamente
para qué sirven los obispos.
Desde luego ha sido el pontificado del diálogo (?)
interreligioso. Lo dudoso es que tal diálogo haya servido para algo, si no para
blanquear una fe que va creciendo en Europa de forma exponencial, que es sólo
pacífica en apariencia, que es impulsada globalísticamente y que sólo algunos
temerarios se atreven a denunciar. Además, para acentuar la propia irrelevancia no hay nada mejor que tirar
piedras sobre la propia cabeza, abrazando el indigenismo hasta el ridículo
canadiense. Todos hermanos, aunque algunas voces europeas sigan empeñándose en
hablar de sustitución étnica programada. Yo no utilizaré esta expresión tan
temeraria, tan alocada, tan agresiva y no lo haré, porque me parece intelectualmente
rebuscada. Al pensamiento políticamente correcto le molesta; para mí, es puro
almíbar. Pienso que podemos hablar más directamente: lo que está en marcha, si
no hay una evangelización decidida, un crecimiento de la fe cristiana real, es
un verdadero etnocidio. Se trata de borrar del mapa la fe cristiana y la
cultura de ella derivada. El último pontificado, que clamaba tan
insistentemente contra la injusticia, no se ha caracterizado precisamente por
defender la propia identidad. Ni por denunciar la exacerbada y sangrienta persecución
del cristianismo que se está dando, gracias a los querídísimos hermanos todos, en
otros lugares del planeta, particularmente en África. Por eso, no es de extrañar que a alguien en
estos días se le hinchen las narices y exabruptos usualmente injustificables se
vuelvan justificados.
El Papado de un religioso, de un jesuita, ¿ha servido para
revitalizar la vida consagrada? Aparte del espaldarazo que han supuesto ciertas
orientaciones sinodales para algunas monjas reivindicativas, la mayoría ya de
una edad provecta, ¿se ha impulsado la vida religiosa? ¿Han crecido las
vocaciones? No me lo parece. ¿Ha aumentado en nosotros, los consagrados, la
conciencia de nuestra vocación, el ánimo a ir adelante en un ambiente hostil? Bah,
muchos han abandonado y otros misteriosamente hemos seguido, sin que yo pueda
hallar otra explicación que el jeremíaco fuego ardiente prendido en los huesos,
del que ni siquiera con un pontificado como este podemos algunos desprendernos...
En cuanto a la moral, dejando aparte las llamadas a la
justicia, a la inmigración sin límites ni normas (salvo por lo que se refiere a
entrar en la Ciudad del Vaticano), a la lucha contra el cambio climático (ay,
ay, el lamento doloroso del planeta), no puedo menos que recordar cuando dijo
que vacunarse con una vacuna (que más que una vacuna se parecía a una terapia
génica experimental, digo se parecía, no digo yo que lo fuera) era una
obligación ética... Sólo conozco a una persona que, padeciendo un cáncer, murió de covid. Pero en cambio sé de
más de una que, aparentemente sana, falleció inesperadamente de fulminante
ictus cerebral o algo parecido. No sé si alguien se atreverá a preguntarse
cuántos muertos por covid hemos tenido en la Orden o si algún deceso, no
precisamente de un anciano, no sería atribuible a tan obligatoriamente ética
inoculación. Nunca sabremos, pero es indiscutible que en el régimen de
privación de libertades que supuso la pandemia, la Iglesia bajo el pontificado
de Francisco no fue una instancia crítica y servicial, sino que siguió
obedientemente los dictados de la oligarquía: iglesias cerradas, promoción del
pánico, quédate en casa, después distancia de seguridad, mascarillas,
soluciones hidroalcohólicas (todavía hoy en mi parroquia la mayoría de los feligreses
se da la paz con distantes cabezadas, y mi longevo párroco todavía no se decide
a poner agua bendita en la pila de la entrada, porque nunca se sabe...)
No puedo sinceramente hacer un balance positivo de este
pontificado. Mis pocas luces no me permiten siquiera descubrir los logros de la
cacareada sinodalidad. Pero pienso que Francisco será beatificado muy pronto.
Basta con que se abra el proceso y declare como testimonio nuestro Presidente
Pedro Sánchez, quien ha manifestado su devota admiración por el Papa difunto.
Pedro Sánchez ha obtenido, tal vez invocando a Francisco, un prodigioso
milagro: aumentará el gasto en defensa en 10.000 millones de euros sin subir
impuestos, sin crecimiento de déficit, sin disminuir gasto del estado del
bienestar. ¡Puro milagro! También es verdad que resulta tremendamente doloroso
que el milagro, por intercesión de un Papa pacificador, se produzca exactamente
para preparar la guerra, en lugar de adecentar las prestaciones de dependencia o la atención a los enfermos de
ELA, pero bueno, para estas cosas ya tenemos la eutanasia que, por ser más
asequible, requiere menos presupuesto y no precisa mediaciones sobrenaturales
para su financiación. En cualquier caso, ¡santo subito!
Dudaba si escribir unpost sobre ella, pero al final me he
decidido. Creo que el Corrector General no debería molestarse por ello; sabrá
que entre frailes, terciarios y monjas, hay al menos alguien que ha leído la
carta, que la ha leído entera, que la ha leído en serio, tratando de desmenuzar
su contenido.
Aclaro que parto no de la versión
original, sino de la traducción castellana. Es lo que me ha llegado. El
Delegado para España en otros tiempos tenía encargada la programación (hoy
prograquéeee?), la animación y visita de las comunidades (creo que la última
vez que estuvo en Sevilla todavía reinaba Fernando III el Santo) y la promoción
vocacional (actualmente esto es como el Carrefour pero al revés, en lugar del 2
x1, el 1 x 2, es decir ganamos una vocación dudosa y perdemos 2, una
prometedora y la otra la única aparentemente consolidada en los últimos trenta
años). Total, que las funciones hoy positivas y de algún provecho del Delegado
se limitan, aparte del ejercicio de la representación legal en los negocios
seculares, a elaborar el Calendario anual de San Francisco de Paula y a
traducir fielmente del italiano al español las cartas del General.
Es una carta compleja, aunque
afortunadamente breve (4 páginas). Esta complejidad puede tener diversas causas
alternativas. Una es que sea compleja sólo para mí, es decir que la complejidad
dependa de las limitaciones intelectivas del lector, simplemente me parece
compleja porque no llego a más, qué le vamos a a hacer, el Corrector General no
va a bajar el nivel discursivo para escribir algo a prueba de tontos como yo.
Otra explicación se hallaría en que el autor no tuvo su mejor día; la carta está
fechada el miércoles de Ceniza en Los Angeles, así que tal vez la fue
escribiendo en itinere o bajo los efectos del jet lag, lo que explicaría
ciertas incoherencias o manifiestas repeticiones. Me atrevo a apuntar todavía
otra explicación: la tecnológica; tal vez el Corrector General quiso
experimentar qué tal saldría una carta cuaresmal con la ayuda de la IA, así que
pudo utilizar chat gpt o deepseek, pedir una carta utilizando los conceptos de
esperanza, santidad, Mínimos, Cuaresma, liturgia, San Nicolás, Beato Barré, Sor
Filomena, Mártires Mínimas, testimonio...y voilà, esto es lo que salió.
Dos conceptos parecen primerear
en la carta: esperanza y santidad. En su estructura tiene una especie de larga
introducción con el leit-motiv de la esperanza unida a la consideración de los
evangelios dominicales cuaresmales. A continuación, en referencia a la
santidad, la cosa viene bien estructurada en apartados ( 1, 1.1, etcétera).
Vayamos con la primera parte. Ante
todo, recalco una afirmación contundente: “La Cuaresma para los Mínimos
consiste precisamente en seguir a Jesucristo, redescubriendo en el amor su
verdadera humanidad y divinidad”. Ante estas afirmaciones uno no puede menos
que arrugar la nariz y preguntarse en qué consistirá para los Mínimos la Pascua
o el Adviento o la Navidad o el Tiempo Ordinario o la mismísima Semana
Santa...Ahí lo dejo.
Esperanza y Jesucristo van
unidos. Así, sabemos que: Jesucristo = “fuente de nuestra esperanza”, “nuestra
única y verdadera esperanza”, “modelo y realización de la firme esperanza”.
Además de la esperanza, hay otro
concepto repetido : el del camino de penitencia-conversión, que en realidad es
también “el centro de nuestra esperanza”. Aquí hace incidencia en los
evangelios de los domingos de Cuaresma. En el evangelio del hijo pródigo
encontramos “la cumbre y la meta última de nuestro camino penitencial”. Sin
embargo, en el evangelio de la Transfiguración hallamos “la plena realización
del camino de penitencia-conversión”. Parece entonces que la cumbre-destino no
es la plenitud realizativa. De verdad que no es fácil interpretar esto, es
complejo, a no ser que admitamos innecesarias e inadvertidas repeticiones.
Pero estos evangelios cuaresmales
tienen otra vertiente importante: el examen de conciencia. Así, se nos dice que
el relato del hijo pródigoes uno de los
que “el religioso Mínimo debería meditar cada día y recordar en el diario
examen de conciencia”. Pero además se nos advierte también que “el relato de la
Transfiguración hace que el Himno Paulino del amor, juntamente con las
Bienaventuranzas se convierta en nuestro relato de referencia, nuestro programa
de vida, nuestro diario examen de conciencia”. El examen de conciencia dura
unos momentos según las rúbricas de la liturgia en Completas. Hubo un tiempo en
que en el Noviciado Internacional, bajo las indicaciones del Corrector General
del tiempo, estos momentos se convertían en unos minutos, de forma que al
llegar a este punto del rezo coral la comunidad del Noviciado se sentaba a fin
de examinar con mayor detención la conciencia (con lo que te adormilabas, me
decía a mí un novicio bromista). De acuerdo con las indicaciones de esta carta
de Cuaresma, el Corrector General actual cree que la cosa tiene que prolongarse
más todavía, pues hay que meditar: Relato del hijo pródigo + Relato de la
Transfiguración + Himno Paulino del Amor + Bienaventuranzas, con lo cual las
Completas en las comunidades de la Orden van a durar más que las Vísperas
meditadas de los Neocatecumenales (como decía mi profesor de liturgia, un salmo
que tardas en recitarlo dos minutos se comenta a veces con poca puntería
durante un cuarto de hora).
En la segunda parte parece que
algunas expresiones se hayan puesto al tuntún o que el General las puso y, por
aquellas cosas del jet lag, se le olvidó después desarrollarlas. Es lo que
sucede con San Nicolás y el beato Barré en el punto 1, titulado: “San Nicolás
Saggio y Nicolás Barré: el amor nupcial de Cristo”. Lo del amor nupcial no se
desarrolla después por ninguna parte. En este apartado hay también alguna frase
cuya hermenéutica se me antoja no ya compleja, sino enigmática: “(Nicolás
Barré) ha sabido escoger la vía del estudio de una sana doctrina mediante el
estudio” (???).Más adelante nos dice
que el crecimiento del amor a Dios y al prójimo es un don de Dios y una obra de
Dios, afirmando que “(...) esto se ve más claramente en el ejemplo de Nicolás
Saggio, cuyas visiones místicas han llegado hasta nosotros con mayor evidencia
(!)”. Uno acaba pensando cuando lee estas afirmaciones que realmente nuestro
General tiene una clarividencia fuera de lo común.
El apartado 2 se titula “Sor
Filomena Ferrer y las Monjas Mínimas de Barcelona: el mayor sacrificio de
amor”. Buena cosa es que haya recuperado a Sor Filomena, olvidada en aquella
carta programática que en su día comentamos. Espero que tal vez en Pascua
recupere la figura de la Venerable Consuelo del Corazón de María. El párrafo
dedicado a la Venerable Filomena es largo y en él se combinan principalmente
testimonio y alegría. Insiste en que la vocación contemplativa la tuvo Sor
Filomena desde pequeña: “Atraída desde la infancia por la vida contemplativa
(...) para vivir esta vida contemplativa a la que siempre se había sentido
llamada”. EnSor Filomena y su vocación
contemplativa se da el “testimonio del carisma Mínimo”. Cuidadín, porque aquí
empieza el testimonio en abundancia. Su itinerario de unión con Dios se expresa
“en el testimonio firme y alegre del amor que Dios manifestó al hombre por
medio del corazón de su Hijo Jesús”. Filomena se convirtió en un “testimonio de
virtud y sobre todo de humildad”. Su sufrimiento fue “testimonio de su
configuración con Cristo”. Todo ello lo sabemos por los testimonios.
Y en cuanto a las Beatas Monjas
Mínimas, procede de ellas “otro testimonio fundamental para nuestra
espiritualidad”. Han testimoniado a Cristo (o a su gran amor) hasta el último
sacrificio, el cual “es el testimonio de una fe que mira a la Jerusalén
celeste...y que está dispuesta a dar la propia vida como testimonio de la fe y
del amor”.Todavía hoy su (de las
Monjas) “testimonio produce frutos de gracia allí donde vivieron y dieron
testimonio de su fe y de su consagración”. También todo esto nos consta por los
testimonios.
El tercer apartado retoma en 3.1
la esperanza, que no defrauda, que puede concretarse en pequeños y cotidianos
actos heroicos de esperanza, pues está fundada en Aquel que guía nuestro
camino. Se nos habla del sufrimiento como vía de purificación. Y se nos aduce
un testimonio actual: “El testimonio del Papa Francisco en estos días, con su
incansable dedicación a la Iglesia a pesar de su enfermedad, es un testimonio
más” (y van muchos).Se nos dice también
que somos necesarios y que cada uno de nosotros está llamado a obrar “con fe y
esperanza allí donde ha sido puesto a vivir y testimoniar”.
Añade finalmente en el último
apartado 3.2 que el crecimiento espiritual personal y comunitario integra la
riqueza de cada rama de la Orden para el crecimiento total; extrañamente,
después de los chutes anteriores, cuando ya nos tenía adictos, no nos ofrece en
este último párrafo ninguna dosis “testimonial”.
En fin, no faltará quien diga que
si la interpretación pormenorizada de las cartas del General que hago la aplicara a la
Santa Escritura tendríamos en la Orden un biblista de provecho. Otros en cambio
pensarán que lo que habría que hacer en la Orden es cancelarme por temerario.
En fin, uno se siente como Serafín el butanero en Airbag cuando participa en la
tortilla rusa. Es verdad que aquel personaje intuye el engaño y acaba
llevándose la pasta, mientras que yo sólo me llevo la idea de un fatal rumbo
erróneo al que, por más que se insista, nuestros Superiores hacen oídos sordos.
Por cierto, lo de la pasta no es una mala opción tal como van las cosas
(spiritus quidem promptus est, caro autem infirma) y en nuestra Orden cualquier
desvío de fondos está llamado a silenciarse, a evitar la denuncia penal y la
difusión mediática, sale gratis, porque, teniendo en cuenta lo que pasó hace
años en Paula, una situación similar hoy comportaría necesariamente, esta vez
sí, una Visita Apostólica.
Uno de los problemas con los que
se lidia en la vida religiosa es la propia autopercepción, lo que pensamos (no
lo que decimos) de nosotros mismos. Todavía mi Maestro de Novicios (RIP)
defendía en su momento, hace varios lustros, que el nuestro era el mejor de los
Institutos religiosos, recogiendo aquella mentalidad tradicional en la Orden
que hacía del voto de vida cuaresmal el voto más importante, más exigente, más
valioso dentro del conjunto de los cuartos votos de los religiosos. Se diría
que hoy llevamos ese cuarto voto como una especie de accesorio poco relevante.
El cuarto y, digámoslo claro, los otros tres. Y la desvaloración de nuestro ser
religiosos es directamente proporcional a la convicción de la sinodalidad
eclesial, sinodalidad para algunos inaceptable y para el común de los creyentes
inaceptada, que, sin embargo, Roma se empeña en prolongar ahora por otros tres
años, en una pueril actitud de “sostenella y no enmendalla”. Hace tres años que
no encuentro fruto en ella, pues nada, no déjala ya un año más, sino venga,
tres años más de dar la matraca. Aparte de tenernos entretenidos y justificar
el nombramiento de algunas mujeres en puestos eminentes del gobierno eclesial
(féminas que nunca sabrán si fueron nombradas por su sexo o por su valía), los
buenos frutos de todas estas reuniones, documentos, etc., no se ven por ninguna
parte. Parece que todo va a quedarse en un grupete de amigos, reunidos en torno
a una hoguera de campamento, cantando cancioncitas de la desfasada pastoral
obrera.
Respecto a la presencia de
mujeres en los centros de decisión, animo a los mínimos convencidos sinodales,
comenzando por nuestro Padre Reverendísimo, a que lleven las consecuencias
hasta el final y formulen propuestas valientes. Les facilito las cosas con una
sugerencia. Podemos aceptar que las mujeres no puedan acceder a la ordenación
sacerdotal (hasta Papa Francisco parece descartarlo). Pero nada de derecho
divino les impide estar al frente de una Orden. Si en el antiguo régimen las
monjas mínimas dependían de los respectivos Provinciales, ¿qué impedimento hay
ahora para que, de acuerdo con los prespuestos sinodales, dependamos frailes y
monjas de una Correctora General? Si al frente del Dicasterio para los
Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica puede estar una
religiosa, ¿por qué no podría estarlo al frente de la modesta Familia mínima?
Tenemos en la Segunda Orden monjas sobradamente preparadas, eso es
indiscutible. Entiendo que alguien dirá: ¿qué hacemos con el Padre
Reverendísimo? No problem. Si en el Dicasterio, hay un Pro-prefecto, aquí
podríamos tener un Pro-Corrector. ¡Solucionado! No dejemos escapar esta
oportunidad. Por una vez los mínimos nos situaríamos en la vanguardia eclesial, seríamos el no va más.
Incluso pienso que Padre Gregorio podría ganarse legítimamente la púrpura y ser nombrado por Papa Francisco como el primer Cardenal mínimo. Ufffff!
Volvamos al cuarto voto. Hubo un
tiempo en el que nos identificaba y nos distinguía, en el doble sentido de no
confundirnos con los demás y de darnos un cierto empaque, una cierta distinción.
Hoy difícilmente se hallaría en la Orden un celoso miembro como el PadreGabriel López, conventual en la Victoria de Madrid. ¿Qué hizo este personaje en
el siglo XVII, además de escribir un estimable libro sobre la Eucaristía? Pues
resulta que el portugués agustino Manuel de la Cerca publicó en Coimbra un
libro en el que afirmaba que el cuarto voto de los Mínimos era un voto simple,
no solemne, en cuanto la solemnidad sólo podía predicarse de aquellos votos que
eran substancia y esencia de la Religión. Hoy en día esto no hubiera suscitado
más que bienintencionada indiferencia, pero en aquellos tiempos constituía una
verdadera afrenta, un agravio, un casus belli, pues el cuarto voto de vida
cuaresmal se tenía por tan esencial a la Orden que el citado Padre López
denunció lo aseverado por el agustino (por ser falso, inútil y escandaloso) al
Consejo Supremo de la Inquisición, el cual, consultando a los Calificadores,
acabó dando un decreto el 8 de junio de
1626 mandando borrar aquellas proposiciones del libro. Para aquellos a los que
les gusta conocer las fuentes, pueden leerlo en Montoya, en su olvidado "Sentido
metafórico literal...", aquí.
Lamentablemente, parece que en
esta temática, de tanto escuchar al mundo, nos ha dado por pasar página y que
estas cosas pertenecen a un pasado del que alguien ha cerrado la puerta. Que
persista todavía nuestro cuarto voto parece puro milagro, es algo que sorprende
cada día que pasa, esa sobrenatural persistencia humilde, aunque constatando
que los tiempos en que era percibido como una benemérita virtud y no una rémora son tiempos
que no volverán.No volveremos, es como una canción de desamor de las que cantaba Chavela Vargas.
(Por cierto, ha llegado ya la carta del General sobre la Cuaresma, expedida el Miércoles de Ceniza, más vale tarde que nunca, otro día les cuento, como ven, no hay prisa, al menos en la Delegación de España)
Parece que los jerifaltes de Europa
occidental se han empeñado en hacer sonar los tambores de guerra. Cuando del
otro lado del Atlántico se han posicionado en pro de una pacificación, de esta
parte se pretende seguir con la confrontación y se insiste en la necesidad de
rearmarse. Algunos paragonan el momento presente con las circunstancias que
precedieron al estallido de la Primera Guerra Mundial. Los Mínimos en esto,
como en todo lo demás, pintamos poco y oficialmente no haremos sino lo que hizo
oficialmente la Iglesia de Papa Francisco cuando la pandemia: dejarse llevar y
obedecer a lo que la oligarquía y los medios por ella subvencionada nos manden.
Tocaba entonces encerrarse y vacunarse, de modo que a los que no sucumbimos a
las repetidas consignas se nos predecía la enfermedad y la muerte (Draghi
dixit). Ahora toca aumentar el gasto en defensa y hasta, si cabe, mandar tropas
a la Europa oriental. Pero a algunos díscolos nos da por recordar a San
Francisco de Paula, al real, al histórico, no a ese ficticio pacificador
interreligioso que nos ha querido presentar últimamente alguno de nuestros
pastoralistas mínimos. San Francisco oraba por la paz “entre los príncipes
cristianos”,porque el peligro estaba
entonces en el Turco, como ahora lo está en el Panislamismo creciente tan
protegido por las oligarquías antes mencionadas. Podemos recordar la
declaración del testigo tercero del proceso cosentino:
“...Francisco Patre per quello
che Dio ve spira che serano di queste guerre se fano in Tuschana dicto frate
Francisco dixe queste guerre sarano niente che se sopiranno ma io vedo de mo lo Turcho intrato in questo reame ma lo
agio scritto alla Maesta del Signor Re che guardi lo suo et non sa impachi de
le cose de altri...”
Cambiemos
Toscana por Ucrania. No se nos ha perdido nada en Ucrania. Y sé que esto puede
sentar muy mal a alguno de los frailes mínimos ucranianos (probablemente
ninguno de ellos nacido en el Dombás). Pero me bastaría recordarles que los
200.000 y pico de refugiados ucranianos que tenemos en España no son todos
ancianos y niños, sino que una tercera parte son adultos (de uno y otro sexo,
seamos igualitarios) en edad militar. Así que pónganse las botas y vayan ellos
los primeros/as a morir a las órdenes de ese personaje que se pasea por las
Cancillerías y los medios de comunicación vestido de caqui, como si fuera
Arafat redivivo. Aquí tenemos una amenaza creciente y real que viene del Sur y
no del Este. Sabemos, a no ser que queramos engañarnos, que el Reino de
Marruecos tiene los ojos puestos no sólo en las plazas de soberanía de Ceuta y
Melilla sino en las mismísimas Canarias. Es sólo cuestión de tiempo y si de
momento no hay conflicto abierto, es por la multitud de concesiones comerciales,
tecnológicas y financieras que desde España se están haciendo al reino alauita.
Lo que una vez fue tierra musulmana debe serlo siempre, así que después de
todo, no harían, bajo su perspectiva, más que recuperar lo suyo (el Islam ha
retrocedido en pocos lugares: España, Israel, los Balcanes, pocos más).Y
cuando haya conflicto lo vamos a tener muy mal con un millón de marroquíes en
nuestro país, sin contar los nacionalizados (que crecen a razón de cincuenta
mil cada año) y que, por muy nacionalizados que estén, conservan la fidelidad
personal y espirituala su rey de
origen. Quien quiera engañarseimaginando una integración efectiva de esta población que lo haga (los
atentados del 17-A los llevaron a cabo jóvenes modélicamente integradísimos).
La realidad es tozuda.
Es difícil en la actualidad orar
por la paz “entre los príncipes cristianos”, principalmente porque de
cristianos tienen poco. Piénsese sólo que nuestro Jefe de Estado ostenta nada
menos que el título de Rey de Jerusalén y que, cuando su toma de posesión, no
se hizo ni un modesto Te Deum. Bueno, al menos en los homenajes a los caídos
tararea “La muerte no es el final”. Algo es algo.
Menos exportable es aun la idea a otros Estados europeos. Sea como sea, algunos
de los gendarmes de la Comisión Europea + Reino Unido han dado el pitido de
salida y hale, todos a las armas, aunque cuando escribo esto se dice que Trump
y Putin han mantenido una conversación de dos horas que podría haber encarrilado
la paz.
Me acuerdo que hace cuarenta y cinco años,
durante mi servicio militar, estábamos con mi camarada Ignasi rellenando los
cargadores para el chopo, cuando al tipo no se le ocurrió otra idea que con la
punta de una de las balas golpearme con fuerza en el antebrazo. Solté un grito
de dolor y no me acuerdo si me acordé de su madre, aunque apostaría que sí.
Pero recuerdo su respuesta: “Imagina’t
amb la mala llet que surten del fusell”. Sí, con la fuerza con la que salían del CETME, aunque procedieran de
500 metros de distancia, aquellos proyectiles tenían que doler indudablemente muchísimo.
Pienso yo que si alguien les
diera un golpe en el trasero (que es parte más acolchada que el antebrazo) con
la punta de un proyectil de calibre 7,62 a los Macron, Von der Leyen, Ribera, Starmer, Sánchez, Feijoo,
etcétera, acaso tendrían un incentivo para meditar mejor ciertas decisiones...
Pero lamentablemente eso no va a ocurrir, así que lo más probable es que en un
plazo relativamente corto nos encontremos con la estúpidamente enésima versión
de “Armiamoci e partite” y la inmensa mayoría salga, como cuando la pandemia, espoleada
por la “pedagogía” de los medios de comunicación subvencionados, a aplaudir,
como zombies, a los balcones.
Ya ven, uno se pone con el blog y se mete hasta en cuestiones de
política internacional (caramba, cuidadín, recuerdo que nos dijo el Padre
General que hay que escuchar al mundo, por tanto, chi obbedisce non sbaglia
como decía mi Maestro de Noviciado). Pillo el blog y crece mi atrevimiento, no
puedo evitarlo, me ocurre como a Harry Dean Stanton RIP en la greatest night de su
vida, que cuando pillaba la armónica, era capaz de cortarle el canto al
mismísimo Kristofferson RIP (como si este no tuviera bastante penitencia con Johnny
Depp a su derecha haciendo el tonto con la guitarra); pueden verlo aquí (y
noten cómo Paz Lenchantin, la bajista minifaldera, invita a otros a acercarse,
pero ella se mantiene a prudente distancia, como para no contagiarse de la
locura de aquellas viejas glorias):
(Esperando de corazón que “el
mañana que se vaya al diablo” sea sólo literatura musical, lyrics, hablar por
hablar)