viernes, 23 de mayo de 2025

Cuando yo sea General...

 Tengo bien pensado lo que haré  cuando yo sea Corrector General de los Mínimos. Es verdad que, siendo realistas, las posibilidades son pocas. Del centenar de Generales que hemos tenido los Mínimos a lo largo de los siglos, sólo 15 fueron españoles. De ellos, 3 fueron consagrados Obispos (Pedraza, Gasch, Estela) y 1 figuró en propuestas para un obispado de América, pero murió antes (Mena); uno murió en olor de santidad (el humilde Villamayor), otro fue depuesto por no ceder a presiones cardenalicias (Muñoz de Espinosa) y otro tuvo la valentía de enfrentarse a los mínimos franceses defendiendo el voto de vida cuaresmal contra quienes abiertamente lo contravenían (Segura). El último fue el político y académico Padre Humarán en 1829, es decir, hace ya casi 200 años.  Si bien en el antiguo régimen se establecía que uno de los Colegas Generales fuera de nación española, otro italiano y otro francés (y así fue desde 1523 hasta finales del siglo XVIII), desaparecida con la modernidad esta previsión, en los últimos siglos y ya en tiempos recentísimos sólo 3 Colegas Generales han sido españoles; 2 de ellos murieron en el cargo, al pie del cañón (F.Rodríguez y J.Mediavilla), mientras que el tercero fue designado precisamente para substituir a uno de estos fallecidos (V.García). Uno acaba deduciendo que ser Colega General no es demasiado saludable para los españoles, o te mata o te entontece.  Como se ve, en la Orden los españoles pintamos más bien poco. A ello hay que añadir la idea subyacente en la mentalidad de la mayoría de los mínimos italianos: “los españoles son tontos”, lo cual, lejos de ser un prejuicio, parece demostrarse cotidianamente. Y no es que, como contaban los teóricos criminalistas del etiquetamiento (labelling), a fuerza de ser tenidos repetidamente como tales, acaben convencidos de serlo. No, para la mayoría el catetismo es una opción deliberada.



Uno de los pocos que se rebelaban contra esta irrelevancia, era el Padre J.A., quien, de carácter más bien tímido, de cuando en cuando soltaba el genio y, recordando que era el único que tenía dos carreras (teología y pedagogía), calificaba a los demás de estúpidos (él podía permitírselo) cuando hacían cosas estúpidas. Recuerdo que a veces, cuando le mostraba, en mis primeros tiempos de postulantado, mi estupefacción ante ciertas actitudes de los mínimos españoles, lo atribuía al “complejo de inferioridad” padecido no ya frente a mínimos italianos, sino frente al mundo en general. Lo dicho, en orden a la elección, mis posibilidades son pocas, no sólo por carencia de inteligencia y capacidad, sino también por faltarme el resto de características que nuestras normas exigen a quien sea elegido para el cargo (por ejemplo, probado buen espíritu religioso). Pero como este es un blog de sarcástica seriedad, nada me impide esbozar un programa de gobierno.

Primero, tomaré ejemplo del Papa Francisco. Si él decidió vivir en Santa Marta y no en el Palacio Apostólico, nada le impide al Corrector General de la Orden de los Mínimos trasladarse a vivir donde le dé la real gana. Queden en Roma el Procurador General, el Archivero, el Ecónomo, el Postulador (este sí tiene que tener por norma en la Urbe la residencia habitual), cuando yo sea General evitaré Roma, ya que tengo de la ciudad no mejor opinión de la que expresaba Padre Boyl en una de sus cartas a Cisneros. Alguien dirá que la Roma actual es muy diferente a la del Papa Borja de finales del siglo XV; eso es verdad, el Vaticano de ahora es, con mucho, mucho peor. Porque a finales del siglo XV un cierto respeto por el Derecho canónico existía y, por ejemplo, la consagración episcopal confería a quien la recibía una cierta autoridad espiritual, doctrinal y gubernativa. Hoy después de la sinodalidad del Papa Francisco, no existe ningún derecho de los fieles a respetar (ni siquiera el derecho a la legítima defensa). Por otra parte, existen “superapóstolas” como Prefecta y Secretaria del dicasterio de Vida Consagrada, llamadas al discernimiento exclusivo de los carismas y vocaciones de especial consagración; ahora mismo un obispo, por muy sucesor de los Apóstoles que sea y por mucha imposición de manos que haya recibido, no puede autorizar un nuevo instituto de vida consagrada en su diócesis, sino que eso depende exclusivamente del dicasterio. Ya no digamos cuando hay alguna denuncia, donde intervienen con todo menos con transparencia y confianza. Así nos va y allí se las apañe el pobre Vicario Procurador General de la Orden, pobrecito, de verdad que le compadezco.

Yo, cuando sea General, me estableceré en algún conventico de la península sorrentina, desde donde podré “dirigir” (es un decir) la Orden tranquilamente, que para eso están los modernos medios de comunicación (hoy día basta un celular). Como a mi edad un cierto reumatismo empieza a aquejarme, es muy probable que cuando sea General me vea “impedido” para Visitar canónicamente la Orden en persona, así que nombraré un Visitador Delegado tal como prevé nuestra normativa, un Visitador con amplísima potestad. Estoy pensando en un religioso de la provincia napolitana que ya de novicio pensaba ser Cardenal. No está en manos del General de los Mínimos otorgar la púrpura, así que tendrá que conformarse con ser Visitador General, creo que estará contento de serlo, de recorrer el mundo con autoridad generalicia, con autoridad (esa tan utilizada en al anterior pontificado) de ordeno y mando, y ¡viva San Francisco de Paula!. Aquí paz y después gloria, donde haya problemas que los resuelva como le salga de las narices, y donde no los haya, que los genere. Religiosos descontentos los va a haber siempre, los va a haber igualmente, así que, si no les gustan las decisiones que tome, que recurran a Roma, que así se entretienen en el Dicasterio, con justicia o sin ella. Por mi parte, con otorgar al Visitador los poderes pertinentes y con ordenar al Ecónomo General que le proporcione una tarjeta business (de débito, tampoco hay que exagerar), ahí me las den todas. Por otra parte, yo soy de gastar poco. Como cuando sea General me voy a dedicar a rezar, a dar misa o a participar en procesiones locales (¡viva San Francisco de Paula!), tampoco voy a gastar mucho. Por no tener, no me hará falta tener ni un automóvil. Recordando la humilitas Redemptoris y considerando el clima suave de la costa sorrentina, me bastaría con una Puch (trucada, eso sí) para moverme por los alrededores.


 

Esta carencia de medios de transporte y la afección reumática me impedirán por ejemplo tener que recibir profesiones de falsas vocaciones (que se apañen, bajo su reponsabilidad, los Provinciales o los Delegados) o tener que acudir a los festejos del 4 de mayo en Paula. Lo primero es librarse de un buen cargo de conciencia cuando alguien te está tomando el pelo miserablemente (cuando venga el problema gordo, que vendrá, me bastará pensar que yo, como General, no lo recibí a la profesión).  Para lo segundo, hay que valer, hay que proceder de la zona, no todos servimos para gastar los primeros veinte minutos de una homilía en Paula saludando autoridades.



Cuando yo sea General, no escribiré cartas de Adviento ni de Cuaresma, esas que nadie lee. Al contrario, cuando yo sea General, me abriré un perfil en X y allí escribiré breves chorradas generalicias (si breve, no tan malo, dicen). Y si mi sintaxis es deplorable, se notará menos.



Cuando yo sea General, pondré a todos los doctores de la Orden (las laureas no son  para adornar paredes) a trabajar en la formación de vocaciones, para que se acabe de una vez el “profesa y haz lo que quieras”. Formación y selección y trabaju duru para salir de la pobreza vocacional socializada.



Cuando yo sea General, no nombraré Delegado para la Tercera Orden, ya que es un cargo absolutamente innecesario. Lo que hay que hacer con los terciarios es ponerse a su disposición, hablarles poco y escucharles mucho.

Cuando yo sea General, si tengo que viajar, con reumatismo o sin él, será sólo atendiendo invitaciones de las Monjas Mínimas, a las que no se les puede negar nada. A ellas, se les puede aplicar, mutatis mutandis (y poca mutación), lo que mossén Ballarín escribía hace más de sesenta años respecto a las Carmelitas Descalzas en las páginas finales de su “Les Benaurances. Santa Teresina”, y aquí me pongo compuesto, aquí aparco el humor, la ironía, aquí me limito a asentir casi de rodillas:

“ Sé, des de dins, com viuen aquelles filles d’Àvila. És esborronador. Ja no són la pobresa franciscana amb alzines amables d’Umbria, són la pelada, implacable, desmesurada pobresa castellana. No són la pobresa de la muntanya de les benaurances, són la pobresa de l’hort de les oliveres...Sota l’hàbit més bell que pugui dur una dona, sota les misèries de les filles de la terra, les monges fan olor de primer dia. No les mitifico. Aquella alegria de les cares, pàl·lides de dejunis, no l’he trobada enlloc més...Aquelles bones dones s’agafen la vida de monja per la banda que crema...Gairebé quinze mil dones arreu del món van així. Déu meu. Que els concilis no les toquin, que els visitadors no les canvïin, que els frares i capellans no les destorbin. No les toqueu, no les toqueu de com són. Són la més bella cosa de l’Església. No les toqueu, per l’amor de Déu. Vivim d’elles.”

(No traduzco, las palabras son tan vivas que cualquier traducción las desmerece, es una falta de respeto; quien no entienda, que aplique el traductor de Google si quiere).

Lo dicho, Padre S., prepárame una stanzetta generalicia de cara al mar para el 2030 (o antes, una stanzetta para el último mono si cerramos aquí, como es probabilísimo que suceda). Y vuela, vuela, paloma...



miércoles, 14 de mayo de 2025

León XIV: la Vida te da sorpresas

 Ya tenemos Papa. Y todo el mundo ha extremado la prudencia a la hora de juzgar la elección efectuada por los señores cardenales. El movimiento de una conocida web conservadora para evitar esta elección concreta no salió bien (se llama esto vender la piel del oso antes de cazarlo). Y muchos de los que se mueven con amplio público en las redes han saludado positivamente la elección, entre ellos declarados conservadores que “temían” otros candidatos peores.


También es curioso ver cómo el obispo Strickland, a quien la fumata blanca pilló de invitado en un canal de Youtube, aguanta admirablemente el tipo y, aunque deja ir una velada crítica al nombramiento de obispos desde el Dicasterio correspondiente, no suelta, como probablemente haríamos usted y yo, un recordatorio tal como “le conozco bien, porque este tío es quien firmó mi remoción de la diócesis de Tyler”.



Las expectativas que puedan provenir de su biografía no parecerían demasiado alentadoras. Para una visión tradicional superficial, Prevost sería una síntesis de lo peor de la Iglesia norteamericana (woke, dem, antiTrump) y de lo peor de la Iglesia sudamericana (teología de la liberación). De continuar en la misma línea, tan cercana al Papa Francisco, lo lógico sería esperar que el declive numérico y cualitativo de la Iglesia católica no se frene sino que se acentúe. En sus primeras palabras ha hablado de sinodalidad, de diálogo y de misión. Habrá que esperar para ver cuál es la palabra que privilegie en su acción. Si da prioridad a la sinodalidad, que sólo ha provocado división ad intra e indiferencia ad extra, no iremos bien, aunque tampoco hay que exagerar los temores horripilantes que manifestó el cardenal Zen. La sinodalidad es simplemente un entretenimiento; su pretendida esencialidad eclesial no se conjuga bien con 1990 años de vida de la Iglesia durante los cuales no necesitó calificarse de sinodal. Si León XIV acentúa el diálogo asimétrico (el mundo escucha poco y habla mucho), tendremos la bendición  de la agenda 2045 (este es un Papa joven, así que este puede ser un pontificado realmente largo); sí, ya sé que los verificadores oficiales niegan acérrima y unánimente la existencia de tal Agenda, lo cual supone, en mi opinión, una razón clara para no dudar de su realidad. Si el Papa León XIV se toma en serio la misión, el envío de ir al mundo entero, bautizar, hacer discípulos y transmitir el evangelio, tendrá que echarle valentía. La sinodalidad es fácil, inútil y entretenida sí, pero fácil. El diálogo, salvo que sea un diálogo evangelizador y no un mero cambio de impresiones, es pura diplomacia posibilista. Pero la misión hoy es seguimiento martirial, parresía temeraria, combate con el espíritu del mundo, a tiempo y a destiempo.

Personalmente estoy esperanzado. Si un intelectual ratzingeriano puro y duro como Gotti Tedeschi, no sólo se muestra esperanzado con los primeros signos de León XIV, sino que incluso cuenta que descorchó una botella de champan, ¿quién soy yo para tener una visión negativa?

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, decía la canción. Y nuestra fe nos dice que es así. La Vida (el que es Camino, Verdad y Vida) puede siempre sorprendernos. También ahora.



jueves, 24 de abril de 2025

De mortuis nihil nisi bonum?

 El clásico adagio tiene en sí mismo, a partes iguales, cortesía e hipocresía. Además, sólo tiene validez durante un tiempo limitado. De lo contrario, toda la historia sería o una apología continuada o un silencio vacío. Si toda historia es ya de por sí un relato más o menos literario, llevar a las últimas consecuencias el nihil nisi bonum la convertiría en pura distorsión. Esta distorsión a veces conviene a los políticos y, dependiendo de la ideología de los vivos, en España tenemos palmarios ejemplos, no sólo recientes sino actualísimos.

Lo decía mi profesor de derecho canónico (durante mis estudios eclesiásticos) cuando tocaba el tema del Romano Pontífice: “piensen ustedes que el Papa es intocable, métanse con todos los organismos vaticanos cuanto quieran, pero el Papa es intocable”. Eran los tiempos de Juan Pablo II y otro profesor de derecho canónico (este en la Universidad civil) comentaba el recién aprobado CIC haciendo repetidas referencias positivas, sin duda de interpretación extensiva, a los documentos del Concilio, añadiendo una y otra vez la coletilla para nada positiva: “aunque con este Papa que tenemos ahora...”. Algunos de mis lectores recordarán, conforme a esta orientación, algún chiste sobre la imposibilidad futura de otro Papa polaco mientras Dios sea Dios.

Todo esto viene a cuento de que durante el pontificado de Papa Francisco me he guardado muy mucho de opinar sobre él, sobre su Magisterio, sobre su “magisterio” y sobre sus declaraciones en los aviones. Nunca en una homilía podrán decir los fieles que me han oído atacarle ni nada parecido. También es cierto que le he citado poco (sólo ocasionalmente en relación con la murmuración) y que mi gran referencia inmediata sigue siendo Benedicto XVI, de quien siempre, leyéndolo y oyéndolo, aprendí algo nuevo. Con Francisco, después de leer Fratelli tutti y de donde reconocía explícitamente haber sacado la inspiración preferí no leerle demasiado. Pero una vez fallecido, ¿se puede o no expresar un parecer sobre su pontificado?

Nuestra Regla manda a los frailes que, respecto al Papa, fideliter oboediant. No es poca cosa, teniendo en cuenta lo obediente que fue nuestro Fundador. Nunca en el trecenario se dirá que para hacerle ir a Francia Sixto IV tuvo que enviarle dos obediencias, una de ellas bajo pena de excomunión. Como decía un fraile bromista, se recibió la primera obediencia y San Francisco preguntó al portero: “¿esto ha venido por correo ordinario o por correo certificado?”. “Por correo ordinario, buen Padre”. “Ah, entonces hacemos como que no lo hemos recibido”. Llegó la segunda y ahí tuvo que obedecer, no se habló más,  a preparar la mochila y para Francia.

Los redactores de nuestras actuales Constituciones eran más papistas que el Fundador, así que, no contentos con la obediencia, añadieron la profunda veneración. El Directorio se limita a agregar que a la muerte del Sumo Pontífice cada sacerdote aplicará una misa en sufragio por él.  Eso está hecho, aunque no sé si le servirá de algo. Anunciando su deceso, el cardenal Farrell dijo: “è tornato alla casa del Padre”. En el evangelio el que vuelve a la casa del Padre es el hijo pródigo; no creo que sea el caso aplicable. Es verdad que en la casa del Padre hay muchas moradas y si lo que quiso decir el cardenal camarlengo es que el Papa Francisco ya tiene allí su morada, su plenitud de vida y bienaventuranza preparada por Jesucristo, no sé qué leches hacemos ofreciendo sufragios y oraciones absolutamente superfluas. Nuestro Cardenal Omella, sin ser ninguna lumbrera, estuvo más acertado, indicando que Papa Francisco ha ido al encuentro de Jesucristo (aquí tuvo un momento de duda, como quien va a decir Juez, casi se le escapa)...Salvador, bien, entonces sí es indicado rezar por él.





En fin, la persona será juzgada, como cada uno de nosotros, por Jesucristo. Pero no es ilegítimo humanamente preguntarse sobre su pontificado. ¿Ha sido un magisterio de claridad, de entusiasmo de ser católico? ¿Ha defendido la verdad católica, la moral católica, la belleza cultual? No sé yo... Para mí, y no creo ser una excepción, el contraste con el pontificado anterior ha sido demasiado notable. Benedicto emitió Summorum Pontificum no sólo en favor de la unidad, pero también por ella. Francisco emitió Traditionis Custodes pretextando la unidad y me parece que consiguiendo el efecto contrario. Benedicto recordó que, antes del diálogo, está la misión. Francisco, por si a alguien no le quedara clara la importancia suprema dialogal, clamó repetidamente, insistentemente, contra el proselitismo. En realidad, el final del evangelio de Mateo probablemente se deba a la comunidad del evangelista y, por tanto, no hay que tomar al pie de la letra, como ipsissima verba Iesu, eso de ir a bautizar y hacer discípulos enseñándoles a guardar todo lo que Jesucristo enseñó, cuando en realidad el Señor lo que dijo es que hay que dialogar, que to er mundo es güeno. Una eficiente crítica textual nos mostraría también que lo de que el sí sea sí y el no no tampoco lo diría nuestro Señor, pues es cosa propia de quien piensa intolerantemente que posee la verdad. Hubo una generación de vocaciones sacerdotales procedentes de Juan Pablo II y su contagio juvenil. Hubo una discreta pero bien preparada generación de vocaciones sacerdotales con Benedicto. No estoy muy seguro que haya sucedido lo mismo con Francisco. Además, buena parte del laicado, el más popular, se ha sentido a veces confundido, mientras que el más rectamente instruido (el que mejor conoce el Catecismo, por ejemplo) se ha escandalizado ante ciertas ambigüedades, ha perdido el miedo y a través de las redes ha dicho muchas cosas que Obispos y sacerdotes hemos disciplinadamente callado. No todos callaron, es cierto. Pero quien se atrevió a hablar pagó un precio (la destitución), con la pena añadida de que los medios no apliquen ningún discernimiento y manden a todos los opositores al mismo saco, lo cual es manifiestamente injusto (no es lo mismo Strickland que Viganó).

Tal como yo lo veo, el Papa es como un controlador de vuelo que tiene que procurar que cada creyente aterrice en el suelo firme de la santidad. En el aeropuerto del pontificado de Francisco la sensación ha sido caótica. Recuerden el episodio de Anke de Bernardinis, aquella anglicana que le preguntó al Papa cómo alcanzar la comunión con su marido católico, es decir, sobre la posibilidad de participar juntos plenamente en la Cena/Eucaristía. La respuesta fue un me parece que sí, me parece que no, para finalmente desembocar en un “aterriza como puedas”. Si la respuesta final es esta, entonces...¿para qué sirve el Papado? No hace muchos días un músico católico se preguntaba análogamente para qué sirven los obispos.



Desde luego ha sido el pontificado del diálogo (?) interreligioso. Lo dudoso es que tal diálogo haya servido para algo, si no para blanquear una fe que va creciendo en Europa de forma exponencial, que es sólo pacífica en apariencia, que es impulsada globalísticamente y que sólo algunos temerarios se atreven a denunciar. Además, para acentuar la propia irrelevancia no hay nada mejor que tirar piedras sobre la propia cabeza, abrazando el indigenismo hasta el ridículo canadiense. Todos hermanos, aunque algunas voces europeas sigan empeñándose en hablar de sustitución étnica programada. Yo no utilizaré esta expresión tan temeraria, tan alocada, tan agresiva y no lo haré, porque me parece intelectualmente rebuscada. Al pensamiento políticamente correcto le molesta; para mí, es puro almíbar. Pienso que podemos hablar más directamente: lo que está en marcha, si no hay una evangelización decidida, un crecimiento de la fe cristiana real, es un verdadero etnocidio. Se trata de borrar del mapa la fe cristiana y la cultura de ella derivada. El último pontificado, que clamaba tan insistentemente contra la injusticia, no se ha caracterizado precisamente por defender la propia identidad. Ni por denunciar la exacerbada y sangrienta persecución del cristianismo que se está dando, gracias a los querídísimos hermanos todos, en otros lugares del planeta, particularmente en África.  Por eso, no es de extrañar que a alguien en estos días se le hinchen las narices y exabruptos usualmente injustificables se vuelvan justificados.



El Papado de un religioso, de un jesuita, ¿ha servido para revitalizar la vida consagrada? Aparte del espaldarazo que han supuesto ciertas orientaciones sinodales para algunas monjas reivindicativas, la mayoría ya de una edad provecta, ¿se ha impulsado la vida religiosa? ¿Han crecido las vocaciones? No me lo parece. ¿Ha aumentado en nosotros, los consagrados, la conciencia de nuestra vocación, el ánimo a ir adelante en un ambiente hostil? Bah, muchos han abandonado y otros misteriosamente hemos seguido, sin que yo pueda hallar otra explicación que el jeremíaco fuego ardiente prendido en los huesos, del que ni siquiera con un pontificado como este podemos algunos desprendernos...



En cuanto a la moral, dejando aparte las llamadas a la justicia, a la inmigración sin límites ni normas (salvo por lo que se refiere a entrar en la Ciudad del Vaticano), a la lucha contra el cambio climático (ay, ay, el lamento doloroso del planeta), no puedo menos que recordar cuando dijo que vacunarse con una vacuna (que más que una vacuna se parecía a una terapia génica experimental, digo se parecía, no digo yo que lo fuera) era una obligación ética... Sólo conozco a una persona que, padeciendo un  cáncer, murió de covid. Pero en cambio sé de más de una que, aparentemente sana, falleció inesperadamente de fulminante ictus cerebral o algo parecido. No sé si alguien se atreverá a preguntarse cuántos muertos por covid hemos tenido en la Orden o si algún deceso, no precisamente de un anciano, no sería atribuible a tan obligatoriamente ética inoculación. Nunca sabremos, pero es indiscutible que en el régimen de privación de libertades que supuso la pandemia, la Iglesia bajo el pontificado de Francisco no fue una instancia crítica y servicial, sino que siguió obedientemente los dictados de la oligarquía: iglesias cerradas, promoción del pánico, quédate en casa, después distancia de seguridad, mascarillas, soluciones hidroalcohólicas (todavía hoy en mi parroquia la mayoría de los feligreses se da la paz con distantes cabezadas, y mi longevo párroco todavía no se decide a poner agua bendita en la pila de la entrada, porque nunca se sabe...)

No puedo sinceramente hacer un balance positivo de este pontificado. Mis pocas luces no me permiten siquiera descubrir los logros de la cacareada sinodalidad. Pero pienso que Francisco será beatificado muy pronto. Basta con que se abra el proceso y declare como testimonio nuestro Presidente Pedro Sánchez, quien ha manifestado su devota admiración por el Papa difunto. Pedro Sánchez ha obtenido, tal vez invocando a Francisco, un prodigioso milagro: aumentará el gasto en defensa en 10.000 millones de euros sin subir impuestos, sin crecimiento de déficit, sin disminuir gasto del estado del bienestar. ¡Puro milagro! También es verdad que resulta tremendamente doloroso que el milagro, por intercesión de un Papa pacificador, se produzca exactamente para preparar la guerra, en lugar de adecentar las prestaciones de  dependencia o la atención a los enfermos de ELA, pero bueno, para estas cosas ya tenemos la eutanasia que, por ser más asequible, requiere menos presupuesto y no precisa mediaciones sobrenaturales para su financiación. En cualquier caso, ¡santo subito!

 A algún otro, sin embargo, le tocará esperar:


martes, 8 de abril de 2025

Una compleja carta de Cuaresma

 Dudaba si escribir un  post sobre ella, pero al final me he decidido. Creo que el Corrector General no debería molestarse por ello; sabrá que entre frailes, terciarios y monjas, hay al menos alguien que ha leído la carta, que la ha leído entera, que la ha leído en serio, tratando de desmenuzar su contenido.

Aclaro que parto no de la versión original, sino de la traducción castellana. Es lo que me ha llegado. El Delegado para España en otros tiempos tenía encargada la programación (hoy prograquéeee?), la animación y visita de las comunidades (creo que la última vez que estuvo en Sevilla todavía reinaba Fernando III el Santo) y la promoción vocacional (actualmente esto es como el Carrefour pero al revés, en lugar del 2 x1, el 1 x 2, es decir ganamos una vocación dudosa y perdemos 2, una prometedora y la otra la única aparentemente consolidada en los últimos trenta años). Total, que las funciones hoy positivas y de algún provecho del Delegado se limitan, aparte del ejercicio de la representación legal en los negocios seculares, a elaborar el Calendario anual de San Francisco de Paula y a traducir fielmente del italiano al español las cartas del General.

Es una carta compleja, aunque afortunadamente breve (4 páginas). Esta complejidad puede tener diversas causas alternativas. Una es que sea compleja sólo para mí, es decir que la complejidad dependa de las limitaciones intelectivas del lector, simplemente me parece compleja porque no llego a más, qué le vamos a a hacer, el Corrector General no va a bajar el nivel discursivo para escribir algo a prueba de tontos como yo. Otra explicación se hallaría en que el autor no tuvo su mejor día; la carta está fechada el miércoles de Ceniza en Los Angeles, así que tal vez la fue escribiendo en itinere o bajo los efectos del jet lag, lo que explicaría ciertas incoherencias o manifiestas repeticiones. Me atrevo a apuntar todavía otra explicación: la tecnológica; tal vez el Corrector General quiso experimentar qué tal saldría una carta cuaresmal con la ayuda de la IA, así que pudo utilizar chat gpt o deepseek, pedir una carta utilizando los conceptos de esperanza, santidad, Mínimos, Cuaresma, liturgia, San Nicolás, Beato Barré, Sor Filomena, Mártires Mínimas, testimonio...y voilà, esto es lo que salió.

Dos conceptos parecen primerear en la carta: esperanza y santidad. En su estructura tiene una especie de larga introducción con el leit-motiv de la esperanza unida a la consideración de los evangelios dominicales cuaresmales. A continuación, en referencia a la santidad, la cosa viene bien estructurada en apartados ( 1, 1.1, etcétera).

Vayamos con la primera parte. Ante todo, recalco una afirmación contundente: “La Cuaresma para los Mínimos consiste precisamente en seguir a Jesucristo, redescubriendo en el amor su verdadera humanidad y divinidad”. Ante estas afirmaciones uno no puede menos que arrugar la nariz y preguntarse en qué consistirá para los Mínimos la Pascua o el Adviento o la Navidad o el Tiempo Ordinario o la mismísima Semana Santa...Ahí lo dejo.

Esperanza y Jesucristo van unidos. Así, sabemos que: Jesucristo = “fuente de nuestra esperanza”, “nuestra única y verdadera esperanza”, “modelo y realización de la firme esperanza”.

Además de la esperanza, hay otro concepto repetido : el del camino de penitencia-conversión, que en realidad es también “el centro de nuestra esperanza”. Aquí hace incidencia en los evangelios de los domingos de Cuaresma. En el evangelio del hijo pródigo encontramos “la cumbre y la meta última de nuestro camino penitencial”. Sin embargo, en el evangelio de la Transfiguración hallamos “la plena realización del camino de penitencia-conversión”. Parece entonces que la cumbre-destino no es la plenitud realizativa. De verdad que no es fácil interpretar esto, es complejo, a no ser que admitamos innecesarias e inadvertidas repeticiones.

Pero estos evangelios cuaresmales tienen otra vertiente importante: el examen de conciencia. Así, se nos dice que el relato del hijo pródigo  es uno de los que “el religioso Mínimo debería meditar cada día y recordar en el diario examen de conciencia”. Pero además se nos advierte también que “el relato de la Transfiguración hace que el Himno Paulino del amor, juntamente con las Bienaventuranzas se convierta en nuestro relato de referencia, nuestro programa de vida, nuestro diario examen de conciencia”. El examen de conciencia dura unos momentos según las rúbricas de la liturgia en Completas. Hubo un tiempo en que en el Noviciado Internacional, bajo las indicaciones del Corrector General del tiempo, estos momentos se convertían en unos minutos, de forma que al llegar a este punto del rezo coral la comunidad del Noviciado se sentaba a fin de examinar con mayor detención la conciencia (con lo que te adormilabas, me decía a mí un novicio bromista). De acuerdo con las indicaciones de esta carta de Cuaresma, el Corrector General actual cree que la cosa tiene que prolongarse más todavía, pues hay que meditar: Relato del hijo pródigo + Relato de la Transfiguración + Himno Paulino del Amor + Bienaventuranzas, con lo cual las Completas en las comunidades de la Orden van a durar más que las Vísperas meditadas de los Neocatecumenales (como decía mi profesor de liturgia, un salmo que tardas en recitarlo dos minutos se comenta a veces con poca puntería durante un cuarto de hora).

En la segunda parte parece que algunas expresiones se hayan puesto al tuntún o que el General las puso y, por aquellas cosas del jet lag, se le olvidó después desarrollarlas. Es lo que sucede con San Nicolás y el beato Barré en el punto 1, titulado: “San Nicolás Saggio y Nicolás Barré: el amor nupcial de Cristo”. Lo del amor nupcial no se desarrolla después por ninguna parte. En este apartado hay también alguna frase cuya hermenéutica se me antoja no ya compleja, sino enigmática: “(Nicolás Barré) ha sabido escoger la vía del estudio de una sana doctrina mediante el estudio” (???).  Más adelante nos dice que el crecimiento del amor a Dios y al prójimo es un don de Dios y una obra de Dios, afirmando que “(...) esto se ve más claramente en el ejemplo de Nicolás Saggio, cuyas visiones místicas han llegado hasta nosotros con mayor evidencia (!)”. Uno acaba pensando cuando lee estas afirmaciones que realmente nuestro General tiene una clarividencia fuera de lo común.

El apartado 2 se titula “Sor Filomena Ferrer y las Monjas Mínimas de Barcelona: el mayor sacrificio de amor”. Buena cosa es que haya recuperado a Sor Filomena, olvidada en aquella carta programática que en su día comentamos. Espero que tal vez en Pascua recupere la figura de la Venerable Consuelo del Corazón de María. El párrafo dedicado a la Venerable Filomena es largo y en él se combinan principalmente testimonio y alegría. Insiste en que la vocación contemplativa la tuvo Sor Filomena desde pequeña: “Atraída desde la infancia por la vida contemplativa (...) para vivir esta vida contemplativa a la que siempre se había sentido llamada”. En  Sor Filomena y su vocación contemplativa se da el “testimonio del carisma Mínimo”. Cuidadín, porque aquí empieza el testimonio en abundancia. Su itinerario de unión con Dios se expresa “en el testimonio firme y alegre del amor que Dios manifestó al hombre por medio del corazón de su Hijo Jesús”. Filomena se convirtió en un “testimonio de virtud y sobre todo de humildad”. Su sufrimiento fue “testimonio de su configuración con Cristo”. Todo ello lo sabemos por los testimonios.

Y en cuanto a las Beatas Monjas Mínimas, procede de ellas “otro testimonio fundamental para nuestra espiritualidad”. Han testimoniado a Cristo (o a su gran amor) hasta el último sacrificio, el cual “es el testimonio de una fe que mira a la Jerusalén celeste...y que está dispuesta a dar la propia vida como testimonio de la fe y del amor”.  Todavía hoy su (de las Monjas) “testimonio produce frutos de gracia allí donde vivieron y dieron testimonio de su fe y de su consagración”. También todo esto nos consta por los testimonios.

El tercer apartado retoma en 3.1 la esperanza, que no defrauda, que puede concretarse en pequeños y cotidianos actos heroicos de esperanza, pues está fundada en Aquel que guía nuestro camino. Se nos habla del sufrimiento como vía de purificación. Y se nos aduce un testimonio actual: “El testimonio del Papa Francisco en estos días, con su incansable dedicación a la Iglesia a pesar de su enfermedad, es un testimonio más” (y van muchos).  Se nos dice también que somos necesarios y que cada uno de nosotros está llamado a obrar “con fe y esperanza allí donde ha sido puesto a vivir y testimoniar”.

Añade finalmente en el último apartado 3.2 que el crecimiento espiritual personal y comunitario integra la riqueza de cada rama de la Orden para el crecimiento total; extrañamente, después de los chutes anteriores, cuando ya nos tenía adictos, no nos ofrece en este último párrafo ninguna dosis “testimonial”.

En fin, no faltará quien diga que si la interpretación pormenorizada de las cartas del General que hago la aplicara a la Santa Escritura tendríamos en la Orden un biblista de provecho. Otros en cambio pensarán que lo que habría que hacer en la Orden es cancelarme por temerario. En fin, uno se siente como Serafín el butanero en Airbag cuando participa en la tortilla rusa. Es verdad que aquel personaje intuye el engaño y acaba llevándose la pasta, mientras que yo sólo me llevo la idea de un fatal rumbo erróneo al que, por más que se insista, nuestros Superiores hacen oídos sordos. Por cierto, lo de la pasta no es una mala opción tal como van las cosas (spiritus quidem promptus est, caro autem infirma) y en nuestra Orden cualquier desvío de fondos está llamado a silenciarse, a evitar la denuncia penal y la difusión mediática, sale gratis, porque, teniendo en cuenta lo que pasó hace años en Paula, una situación similar hoy comportaría necesariamente, esta vez sí, una Visita Apostólica.



martes, 25 de marzo de 2025

Más sobre el cuarto voto de los Mínimos (y un quodlibet sinodal)

 

Uno de los problemas con los que se lidia en la vida religiosa es la propia autopercepción, lo que pensamos (no lo que decimos) de nosotros mismos. Todavía mi Maestro de Novicios (RIP) defendía en su momento, hace varios lustros, que el nuestro era el mejor de los Institutos religiosos, recogiendo aquella mentalidad tradicional en la Orden que hacía del voto de vida cuaresmal el voto más importante, más exigente, más valioso dentro del conjunto de los cuartos votos de los religiosos. Se diría que hoy llevamos ese cuarto voto como una especie de accesorio poco relevante. El cuarto y, digámoslo claro, los otros tres. Y la desvaloración de nuestro ser religiosos es directamente proporcional a la convicción de la sinodalidad eclesial, sinodalidad para algunos inaceptable y para el común de los creyentes inaceptada, que, sin embargo, Roma se empeña en prolongar ahora por otros tres años, en una pueril actitud de “sostenella y no enmendalla”. Hace tres años que no encuentro fruto en ella, pues nada, no déjala ya un año más, sino venga, tres años más de dar la matraca. Aparte de tenernos entretenidos y justificar el nombramiento de algunas mujeres en puestos eminentes del gobierno eclesial (féminas que nunca sabrán si fueron nombradas por su sexo o por su valía), los buenos frutos de todas estas reuniones, documentos, etc., no se ven por ninguna parte. Parece que todo va a quedarse en un grupete de amigos, reunidos en torno a una hoguera de campamento, cantando cancioncitas de la desfasada pastoral obrera.



Respecto a la presencia de mujeres en los centros de decisión, animo a los mínimos convencidos sinodales, comenzando por nuestro Padre Reverendísimo, a que lleven las consecuencias hasta el final y formulen propuestas valientes. Les facilito las cosas con una sugerencia. Podemos aceptar que las mujeres no puedan acceder a la ordenación sacerdotal (hasta Papa Francisco parece descartarlo). Pero nada de derecho divino les impide estar al frente de una Orden. Si en el antiguo régimen las monjas mínimas dependían de los respectivos Provinciales, ¿qué impedimento hay ahora para que, de acuerdo con los prespuestos sinodales, dependamos frailes y monjas de una Correctora General? Si al frente del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica puede estar una religiosa, ¿por qué no podría estarlo al frente de la modesta Familia mínima? Tenemos en la Segunda Orden monjas sobradamente preparadas, eso es indiscutible. Entiendo que alguien dirá: ¿qué hacemos con el Padre Reverendísimo? No problem. Si en el Dicasterio, hay un Pro-prefecto, aquí podríamos tener un Pro-Corrector. ¡Solucionado! No dejemos escapar esta oportunidad. Por una vez los mínimos nos situaríamos en la vanguardia eclesial, seríamos el no va más. Incluso pienso que Padre Gregorio podría ganarse legítimamente la púrpura y ser nombrado por Papa Francisco como el primer Cardenal mínimo. Ufffff!

Volvamos al cuarto voto. Hubo un tiempo en el que nos identificaba y nos distinguía, en el doble sentido de no confundirnos con los demás y de darnos un cierto empaque, una cierta distinción. Hoy difícilmente se hallaría en la Orden un celoso miembro como el PadreGabriel López, conventual en la Victoria de Madrid. ¿Qué hizo este personaje en el siglo XVII, además de escribir un estimable libro sobre la Eucaristía? Pues resulta que el portugués agustino Manuel de la Cerca publicó en Coimbra un libro en el que afirmaba que el cuarto voto de los Mínimos era un voto simple, no solemne, en cuanto la solemnidad sólo podía predicarse de aquellos votos que eran substancia y esencia de la Religión. Hoy en día esto no hubiera suscitado más que bienintencionada indiferencia, pero en aquellos tiempos constituía una verdadera afrenta, un agravio, un casus belli, pues el cuarto voto de vida cuaresmal se tenía por tan esencial a la Orden que el citado Padre López denunció lo aseverado por el agustino (por ser falso, inútil y escandaloso) al Consejo Supremo de la Inquisición, el cual, consultando a los Calificadores, acabó dando  un decreto el 8 de junio de 1626 mandando borrar aquellas proposiciones del libro. Para aquellos a los que les gusta conocer las fuentes, pueden leerlo en Montoya, en su olvidado "Sentido metafórico literal...", aquí.  

Lamentablemente, parece que en esta temática, de tanto escuchar al mundo, nos ha dado por pasar página y que estas cosas pertenecen a un pasado del que alguien ha cerrado la puerta. Que persista todavía nuestro cuarto voto parece puro milagro, es algo que sorprende cada día que pasa, esa sobrenatural persistencia humilde, aunque constatando que los tiempos en que era percibido como una benemérita virtud y no una rémora son tiempos que no volverán.  No volveremos, es como una canción de desamor de las que cantaba Chavela Vargas.


(Por cierto, ha llegado ya la carta del General sobre la Cuaresma, expedida el Miércoles de Ceniza, más vale tarde que nunca, otro día les cuento, como ven, no hay prisa, al menos en la Delegación de España)

viernes, 21 de marzo de 2025

“Che guardi lo suo e non sa impachi de le cose de altri” (San Francisco de Paula)

 Parece que los jerifaltes de Europa occidental se han empeñado en hacer sonar los tambores de guerra. Cuando del otro lado del Atlántico se han posicionado en pro de una pacificación, de esta parte se pretende seguir con la confrontación y se insiste en la necesidad de rearmarse. Algunos paragonan el momento presente con las circunstancias que precedieron al estallido de la Primera Guerra Mundial. Los Mínimos en esto, como en todo lo demás, pintamos poco y oficialmente no haremos sino lo que hizo oficialmente la Iglesia de Papa Francisco cuando la pandemia: dejarse llevar y obedecer a lo que la oligarquía y los medios por ella subvencionada nos manden. Tocaba entonces encerrarse y vacunarse, de modo que a los que no sucumbimos a las repetidas consignas se nos predecía la enfermedad y la muerte (Draghi dixit). Ahora toca aumentar el gasto en defensa y hasta, si cabe, mandar tropas a la Europa oriental. Pero a algunos díscolos nos da por recordar a San Francisco de Paula, al real, al histórico, no a ese ficticio pacificador interreligioso que nos ha querido presentar últimamente alguno de nuestros pastoralistas mínimos. San Francisco oraba por la paz “entre los príncipes cristianos”,  porque el peligro estaba entonces en el Turco, como ahora lo está en el Panislamismo creciente tan protegido por las oligarquías antes mencionadas. Podemos recordar la declaración del testigo tercero del proceso cosentino:

“...Francisco Patre per quello che Dio ve spira che serano di queste guerre se fano in Tuschana dicto frate Francisco dixe queste guerre sarano niente che se sopiranno ma io vedo  de mo lo Turcho intrato in questo reame ma lo agio scritto alla Maesta del Signor Re che guardi lo suo et non sa impachi de le cose de altri...”

Cambiemos Toscana por Ucrania. No se nos ha perdido nada en Ucrania. Y sé que esto puede sentar muy mal a alguno de los frailes mínimos ucranianos (probablemente ninguno de ellos nacido en el Dombás). Pero me bastaría recordarles que los 200.000 y pico de refugiados ucranianos que tenemos en España no son todos ancianos y niños, sino que una tercera parte son adultos (de uno y otro sexo, seamos igualitarios) en edad militar. Así que pónganse las botas y vayan ellos los primeros/as a morir a las órdenes de ese personaje que se pasea por las Cancillerías y los medios de comunicación vestido de caqui, como si fuera Arafat redivivo. Aquí tenemos una amenaza creciente y real que viene del Sur y no del Este. Sabemos, a no ser que queramos engañarnos, que el Reino de Marruecos tiene los ojos puestos no sólo en las plazas de soberanía de Ceuta y Melilla sino en las mismísimas Canarias. Es sólo cuestión de tiempo y si de momento no hay conflicto abierto, es por la multitud de concesiones comerciales, tecnológicas y financieras que desde España se están haciendo al reino alauita. Lo que una vez fue tierra musulmana debe serlo siempre, así que después de todo, no harían, bajo su perspectiva, más que recuperar lo suyo (el Islam ha retrocedido en pocos lugares: España, Israel, los Balcanes, pocos más).   Y cuando haya conflicto lo vamos a tener muy mal con un millón de marroquíes en nuestro país, sin contar los nacionalizados (que crecen a razón de cincuenta mil cada año) y que, por muy nacionalizados que estén, conservan la fidelidad personal y espiritual  a su rey de origen. Quien quiera engañarse  imaginando una integración efectiva de esta población que lo haga (los atentados del 17-A los llevaron a cabo jóvenes modélicamente integradísimos). La realidad es tozuda.

Es difícil en la actualidad orar por la paz “entre los príncipes cristianos”, principalmente porque de cristianos tienen poco. Piénsese sólo que nuestro Jefe de Estado ostenta nada menos que el título de Rey de Jerusalén y que, cuando su toma de posesión, no se hizo ni un modesto Te Deum. Bueno, al menos en los homenajes a los caídos tararea “La muerte no es el final”. Algo es algo.


Menos exportable es aun la idea a otros Estados europeos. Sea como sea, algunos de los gendarmes de la Comisión Europea + Reino Unido han dado el pitido de salida y hale, todos a las armas, aunque cuando escribo esto se dice que Trump y Putin han mantenido una conversación de dos horas que podría haber encarrilado la paz.



 Me acuerdo que hace cuarenta y cinco años, durante mi servicio militar, estábamos con mi camarada Ignasi rellenando los cargadores para el chopo, cuando al tipo no se le ocurrió otra idea que con la punta de una de las balas golpearme con fuerza en el antebrazo. Solté un grito de dolor y no me acuerdo si me acordé de su madre, aunque apostaría que sí. Pero recuerdo su respuesta: “Imagina’t amb la mala llet que surten del fusell”. Sí, con la fuerza con  la que salían del CETME, aunque procedieran de 500 metros de distancia, aquellos proyectiles tenían que doler indudablemente muchísimo. 


Pienso yo que si alguien les diera un golpe en el trasero (que es parte más acolchada que el antebrazo) con la punta de un proyectil de calibre 7,62 a los Macron, Von  der Leyen, Ribera, Starmer, Sánchez, Feijoo, etcétera, acaso tendrían un incentivo para meditar mejor ciertas decisiones... Pero lamentablemente eso no va a ocurrir, así que lo más probable es que en un plazo relativamente corto nos encontremos con la estúpidamente enésima versión de “Armiamoci e partite” y la inmensa mayoría salga, como cuando la pandemia, espoleada por la “pedagogía” de los medios de comunicación subvencionados, a aplaudir, como zombies, a los balcones.


Ya ven, uno se pone con el blog y se mete hasta en cuestiones de política internacional (caramba, cuidadín, recuerdo que nos dijo el Padre General que hay que escuchar al mundo, por tanto, chi obbedisce non sbaglia como decía mi Maestro de Noviciado). Pillo el blog y crece mi atrevimiento, no puedo evitarlo, me ocurre como a Harry Dean Stanton RIP en la greatest night de su vida, que cuando pillaba la armónica, era capaz de cortarle el canto al mismísimo Kristofferson RIP (como si este no tuviera bastante penitencia con Johnny Depp a su derecha haciendo el tonto con la guitarra); pueden verlo aquí (y noten cómo Paz Lenchantin, la bajista minifaldera, invita a otros a acercarse, pero ella se mantiene a prudente distancia, como para no contagiarse de la locura de aquellas viejas glorias):


(Esperando de corazón que “el mañana que se vaya al diablo” sea sólo literatura musical, lyrics, hablar por hablar)


miércoles, 19 de febrero de 2025

Chabot: Mínimos, aceite y pies

 Charles Chabot, a quien no hay que confundir con Charles Chaput, obispo católico de la Iglesia Católica (hemos llegado a un punto en que esto no es ya una obvia redundancia), fue el autor de la “Encyclopédie Monastique ou Histoire des Monastères, Congregations Religieuses et Couvens qui ont existé en France”. En principio, se trataría aparentemente por el título de una obra puramente histórica, pero el subtítulo ya da cierta idea del sesgo ideológico del autor: “Recherches sur la justice claustrale, les différentes coutumes et cérémonies conventuelles, et anecdotes sur les abus monastiques”.

Cuando enciclopédicamente Chabot llega a los Mínimos, después de una página dedicada al Santo Fundador y a sus primeros compañeros caracterizados por una simplicidad rayana en la imbecilidad, señala el inicio de la Orden en Calabria, su aprobación por Alejandro VI con el cambio del nombre de Ermitaños por el de Mínimos, el regirse bajo una Regla inspirada celestialmente denominada “Correctorio”(!), aprobada por Julio II en 1506 y recibida en el Capítulo General celebrado en Roma en 1507.  Se refiere también al cuarto voto de vida cuaresmal (es decir, de una cuaresma perpetua). Antes de terminar con la descripción del aspecto físico de los Mínimos y de su hábito, dedica todo un párrafo a la utilización del aceite, materia de una importancia tal que, según refiere, los propios Mínimos, al parecer poco amigos de Demócrito, decían que el aceite era “el cuarto elemento de su pequeño mundo”. Aprovecha para citar un sermón panegírico de San Francisco de Paula escrito por un Capuchino cuyo nombre no indica y que toma como argumento “este verso del salmo: Posuit pedem in oleo”. Disculpará el lector mi ignorancia bíblica, pues no sé de qué salmo haya extraído el desconocido capuchino la cita. Uno cuando se trata de aceite y de pies, sólo encuentra en la Escritura la bendición de Moisés a la tribu de Aser: “Benedictus in filiis Aser, sit placens fratribus suis, et tingat in oleo pedem suum” (Dt 33,24). Chabot sigue transcribiendo el sermón: “San Bruno, cristianos hermanos míos, el fundador de los Cartujos puso su pie en la soledad; San Ignacio puso su pie en el polvo de las clases; nuestro bienaventurado seráfico San Francisco puso su pie en el zurrón, y San Francisco de Paula, Fundador de los Mínimos, puso su pie en el aceite. He aquí la razón por la que estos Reverendos se nutren de aceite. Ave María.” Pues tendría buen equilibrio nuestro Santo Padre, porque pisar el aceite sin pegarse un resbalón tiene mérito. Y demos gracias a Dios que pisó aceite y no una caca de perro, en cuyo caso vaya usted a saber de qué tendríamos humilde y penitentemente que alimentarnos los Mínimos. En fin, yo no sé si Chabot se inventa malintencionadamente el sermón, posibilidad que no descarto, o si realmente hubo en la época capuchinos tan cazurros (algún ejemplo, por suerte poco numeroso, tenemos en nuestro tiempo).

Por la misma habilidad oratoria y deductiva, se podría afirmar, con un menos despreciable apoyo bíblico (ver supra) que el gran éxito musical de aquellas tres chicas, cuya letra enigmática tanto dio que hablar hace un par de décadas (algunos mencionaban referentes como Satán o Maradona), se debía a que realmente eran descendientes de la tribu de Aser y para modernizarse simplemente cambiaron el aceite por el ketchup.