Joris-Karl Huysmans, en su En Route,
pone en labios del oblato Bruno discurseando con Durtal sobre los
olores que exhalan los santos estas palabras: "Quand saint François
de Paule et Venturini de Bergame offrent le Sacrifice, ils embaument".
Bueno, nada diremos de Venturino de Bérgamo, sobre si se ahorraba o no el incienso cuando celebraba, pero la afirmación
sobre San Francisco de Paula ofreciendo el sacrificio resulta
impropia. Aunque podría forzarse una interpretación intencional, en
el contexto se entiende que quien ofrece el Sacrificio (de la misa)
es el sacerdote, condición de la que San Francisco de Paula carecía.
A Huysmans le hubiese bastado leer a su contemporáneo Dabert para
enterarse que, independientemente de si participaba o no en la santa
misa, “il imprègne (l'habit) pendant le travail d'une sueur
abondante, et cet habit exhale une odeur agréable comme le parfum
des fleurs”. Es verdad que aquí hay ya un cierto tratamiento
hagiográfico típico, pero tiene un lejano sustento en una de las
declaraciones del proceso tramitado en Cosenza para su canonización;
allí el testigo Francesco de Florio depone que “et odorava la
persona sua ad modo di musco”. Un olor, pues, silvestre, no
necesariamente floral, pero tampoco forzosamente desagradable, más si tenemos en cuenta que en la época el baño distaba mucho de ser una práctica habitual.
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