El irreverente y
homosexualista Roger Peyrefitte, en su “Las llaves de San Pedro”,
pone en labios de un personaje estas palabras refiriéndose al
jesuita Cappello:
«No hay en Roma taumaturgo más poderoso desde el padre Spolatini, de los franciscanos de San Francisco de la Ribera, cuya alma se elevó prematuramente hacia los astros. El Padre Pío, de los mínimos de San Andrés de los Zarzales, no le llega al tobillo. Veo por su acento que es usted extranjero, pero ha tenido que oír hablar de otro padre Pío, el capuchino de las Pullas, famoso en el mundo entero por sus estigmas, que se mantiene en el aire cuando dice misa y cura a tantos enfermos que han construido un hospital junto a su convento. Pues bien, ha dicho esto: “No comprendo por qué los romanos vienen a pedirme consejos, teniendo como tienen al padre Cappello”».
(Utilizo la primera
traducción castellana, la de la Editorial Sudamericana de Buenos
Aires, cuando estas obras no eran todavía publicables en España).
Dejando aparte el afán de al-pie-de-la-letra del traductor, que nos
emboca ese para mí insólito “San Andrés de los Zarzales”
(nunca antes lo he oído, ni leído ni en autores actuales ni en los
antiguos), el párrafo demuestra una vez más que el aparentemente
“documentado” (al menos para sus admiradores y para los
propagandistas LGTB) Peyrefitte se revela o deshonesto o bien
indocumentado por lo que concierne al Padre Pío Dellepiane. Baste
decir que si lo que pretendía era expresar la inferioridad del
mínimo respecto al Padre Cappello, acaso acertada en lo referente a
la espectacularidad taumatúrgica y de ningún modo en la profundidad
espiritual, debería haber aducido otros testimonios, pero no
precisamente el de Padre Pío de Pietrelcina, no sin mencionar
aquella frase del santo capuchino citada por diversos fieles que lo
visitaban: “Ma perché venite da me? Voi avete già P.Pio, che non
è Delle...piane, ma delle vette!”. Ocurre lo de siempre, que
nuestro Padre Pío de las cimas no ha contado, cosa frecuente entre
los mínimos, del aparato propagandístico necesario, sino que la
difusión de su figura se ha movido y se mueve en el ámbito llano de una
discreción connatural. Baste decir que su principal biógrafo, el
Padre Bellantonio, tituló su libro sobre Padre Pío “Una
santità...in punta di piede” (Una santidad...de puntillas).
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