Antes, cuando un profesor
de Universidad publicaba algo, se suponía que tendría una cierta
calidad. Hoy en día no sé si por la urgencia de publicar, la
necesidad de ostentar un currículum cuantitativamente amplio o por
otras razones que se me escapan, podemos tropezarnos con artículos
no ya de un perfil bajo, sino plagados de un cúmulo de errores
palmarios y hasta, ¿por qué no decirlo?, de ciertas trampas que, si
nunca deberían tolerarse ni siquiera en los amateurs, resultan
inadmisibles en gente que se gana la vida con esto.
Viene al cuento de lo que
publicó el pasado año la profesora J. en una revista polaca. En mi
humilde opinión, si hubiera limitado el tema al convento mínimo de
Gerona o a la exótica figura del Padre Roig y Jalpí, nos hubiese
brindado unos datos bien encuadrados, útiles y provechosos. Sin
embargo, la autora ha pretendido hablar de los mínimos-as en
Cataluña. El resultado no sólo es desigual (ha de serlo con las
escasas fuentes primarias que maneja), sino que es un verdadero
desacierto. Porque, no contenta con hablar del tema del título, ha
querido introducirnos en San Francisco de Paula y hasta en los
mínimos en general y en su voto de vida cuaresmal. Hacer eso
teniendo como base principal la vida del Santo de Gómez de la Cruz,
amenísima si se quiere, pero un auténtico refrito parafrástico del
XVIII que sólo negativamente puede servir de fundamento.
El método empleado con
tal opción es tanto más incomprensible cuando, según las notas a
pie de página, la autora ha tenido acceso a las biografías de
Addante y Roberti, a los "Origine" (sic) de Galuzzi o incluso a las más
de 700 páginas de "Il carisma penitenziale" de Morosini. Podemos
pasar por alto que siga la antigua cronología de fundación de
conventos, hoy repetidamente discutida; podemos considerar un lapsus
calami que hable de mínimos en Francia en 1482; hagamos como que no
reparamos en el encuadre exclusiva y acentuadamente franciscano que
propugna de la Orden; disculpemos la consideración del voto de vida
cuaresmal como un seráfico veganismo animalista (supuestamente en
contradicción con el Concilio de Calcedonia del 451; al parecer,
para San Francisco de Paula los animales tenían un alma inmortal).
Pero que a estas alturas de la película se reproponga, en contra de
explícitos documentos de archivo de la época, la arcaica tesis de
los dos Boíles es para echarse a llorar. Y lo es porque, estando la
cuestión indiscutiblemente aclarada al menos desde 1914,
reproponerla sin absolutamente ningún fundamento crítico se hace
poco inteligible. Lo curioso es que un artículo del 2003 que se cita
a pie de página como defensa de ello dice precisamente todo lo contrario. Llegados a
este punto, ya no sabemos si tales citas responden a textos con los que
la autora ha trabajado o si se ha limitado a copiar los títulos. ¿Es
esta una dura acusación? Pondré otro ejemplo y juzguen ustedes
mismos:
En una nota a pie de página se refiere a San Francisco de Paula como
“escritor teólogo”, encasquetándole la autoría del libro
"Grandezze di Maria esposte in XXVI discorsi..." Esto se llama haber
visto el libro sólo por el forro, porque, de haberlo abierto y
simplemente hojeándolo se hubiera percatado de que el autor Padre
D.Francesco de Paola no es el fundador de los mínimos, sino el
segundo Superior General de los redentoristas (3 siglos de nada entre uno y otro). Sí, sí, tierra,
trágame. ¿Se entiende ahora el porqué me he limitado a poner la
inicial del apellido?
Pues le ha pasado usted la apisonadora por encima.
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