Enmendarle
la plana a un Arzobispo Metropolitano y enmendársela en una materia
en la cual es, hoy por hoy, el máximo especialista mundial supone
sin duda cierto atrevimiento. Hay atrevimientos que provienen de la
ignorancia y los que hay que provienen de la afectuosa confianza. En
mi caso la osadía tiene su fundamento en ambos motivos, amén de que
el asunto es un tema menor, que incluso habrá pasado desapercibido
para la mayoría de los lectores del último libro de Monseñor
Morosini (La caritas sacrificalis. Il rapporto tra penitenza e
carità in San Francesco di Paola).
Entre las
interpretaciones novedosas que efectúa en su libro, se halla la de
la interpretación del participio de presente “contendentes”
contenido en el primer capítulo de la Regla de los mínimos: “Huius
Ordinis Minimorum universi fratres...ad sacra consilia scandere
contendentes...” Tanto en la página 162 como en la 171 de su
libro Monseñor Morosini entiende que el “contendere” ha de ser
interpretado en sentido competitivo, es decir que los mínimos, en el
elevarse (o escalar) a los sagrados consejos lo hacen compitiendo
entre ellos, en una especie de certamen, no se sabe de si a ver quien
llega antes o llega más arriba. No conozco que haya precedentes en
esta interpretación. Usualmente, desde los primeros tiempos, el
“contendentes” se ha traducido como un “que se esfuerzan para”,
con mayor razón cuando va unido a un infinitivo (“scandere”).
Una traducción castellana actual, la publicada por la Delegación de
España en 1993 traduce como “se esfuerzan por ascender a la
práctica de los consejos evangélicos”. Montoya, a inicios del
siglo XVII, traducía: “a los consejos evangélicos procurando
subir”. La versión italiana oficial, publicada junto con las
Constituciones en 1986 es : “cercano d'innalzarsi alla
pratica dei consigli evangelici...” (con un artificioso “mediante”
previo que, ciertamente, no se halla en el original latino). El
propio Morosini, cuando tradujo la Regla en 2006, da esta versión:
“che lottano per elevarsi ai sacri consigli”. Ahí no parece que
esa lucha sea “tra loro”, sino la lucha interior, el propio
combate espiritual; en este sentido y no en otro se mueve la
interpretación que en su día hizo, por poner un ejemplo más a mi
favor, Sor Angeles Martín. No podemos dejar de preguntarnos, cuando
la interpretación se aleja de lo usual, si la invención es
realmente un hallazgo o una equivocación. Tal vez Monseñor tenga
razón y, para entrar por la puerta estrecha de la salvación,
realmente lo que quiere decirnos Jesús es que entremos dando codazos
para abrirnos paso (Lc 13,24: Contendite intrare per angustam
portam).
Yo
creo que la (sana, sin duda) rivalidad que Morosini propone deriva
más de su contemplatio de la Regla que del rigor de la lectio. Hay
algo claro: la improcedencia de la autoridad que invoca respecto al
sentido del “contendere”, que es la de la profesora Rizzini. Pues
uno, por más que relee lo que la profesora escribe al respecto,
tanto en el apéndice a la edición de la Regla del 2006 (a que se
refiere Monseñor), como casi literalmente idéntica su intervención
en el Congreso de estudios sobre la Regla celebrado en Roma aquel
mismo año (actas editadas en 2011), la noción de competitividad se
halla completamente ausente. Lo único que Ilaria Rizzini propone no
como una idea taxativa sino como una sugerencia introducida por un
condicional es una noción que, lejos de la competitividad o del
mutuo desafío, se sitúa más en el ámbito de la colaboración, del
esfuerzo conjunto, de la ayuda mutua.
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