viernes, 11 de septiembre de 2020

El nombre no es la cosa: los “mínimos” Obregones

 


Su Santidad no siempre ha resultado ser santo. El nombre no es la cosa. Ni la hace. Los llamados popularmente Obregones u Obregonianos, la Congregación hospitalaria fundada por Bernardino de Obregón, tuvieron en su momento la denominación oficial de “Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros pobres”. Si consultan ustedes la wikipedia, todavía encontrarán que Obregón fue terciario mínimo. La antigua página web (no la actual) de la causa de beatificación de Obregón decía que en 1587 se dio a la Congregación por él fundada las Reglas (sic) de la Orden Tercera de San Francisco de Paula. Tanto al fundador como a su Congregación se les ha vinculado, pues, a lo largo del tiempo con los terciarios mínimos.

Los terciarios mínimos acabarán declarándome persona non grata. Después de expresar mis reservas sobre la pertenencia minimitana de San Juan de Dios, San Vicente de Paúl o Santa Juana de Valois, ahora le toca el turno al venerable Obregón. Veritas prius pace. La verdad antes que la paz y, por supuesto, que la propaganda. No he sido capaz de encontrar ni un solo documento que avale la pertenencia a la Tercera Orden Mínima de Obregón y/o de su Congregación. Aparte del adjetivo en el nombre de la Congregación o de la cercanía geográfica en Madrid entre el Hospital servido por los Obregones y el convento de la Victoria, simples indicios, nada justifica la afirmación histórica de esta pertenencia.

En cambio, son bastantes los argumentos atendibles en contra. Empecemos por las tres biografías impresas más antiguas de Bernardino de Obregón. La de Herrera, cuando se refiere a los primeros votos emitidos el 7 de diciembre de 1589, dice que fueron hechos bajo la Tercera Regla de San Francisco. La del hermano obregoniano Pedro Íñiguez sitúa los votos en la misma fecha, pero bajo la Regla de San Agustín, dato que reproduce también la biografía escrita por Luis Bernardo de Obregón. Antonio Claret García Martínez y Manuel Jesús García Martínez, autores de la voz correspondiente a Obregón en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia y miembros de la Comisión Histórica en la causa de beatificación, afirman la profesión “bajo el hábito tercero de San Francisco”. Más aún, Manuel Jesús García Martínez presentó su tesis doctoral sobre Obregón en el 2007, en la que esgrime una antigua documentación que parece no dejar lugar a dudas sobre la pertenencia a la Tercera Orden seráfica, en contra de quien le contradecía afirmando la adscripción a los terciarios mínimos. Nos resta, desde luego, el interrogante respecto al porqué Íñiguez rectifica a Herrera.

Pero hay otros detalles que ponen en jaque la hipótesis mínima. Íñiguez nos habla de las devociones de Obregón, diciendo que incrementaba sus penitencias en las fiestas de Nuestra Señora, Apóstoles, Evangelistas, San Agustín, San Bernardino, San Francisco, San Antonio de Padua, San Miguel, las Once mil vírgenes y la Ascensión del Señor. Absolutamente ninguna mención a San Francisco de Paula. Como tampoco aparece dentro de la enumeración de Santos protectores en las Constituciones y Regla de la mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros pobres (son indicados la Virgen María, San Agustín, San Francisco y San Bernardino de Siena), ni tampoco las fiestas que habían de ser días de comunión para los hermanos (Fiestas de Nuestro Señor y de la Virgen, Apóstoles, San Francisco, San Bernardino y San Juan Bautista).

Sí, también a mí me gustaría que este venerable personaje fuera de nuestra familia. Pero el deseo no es siempre la realidad, ni el nombre la cosa.


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