lunes, 10 de octubre de 2022

Sabiduría mínima

 


Era a mitad del siglo XVIII y la Orden conservaba todavía un tamaño considerable en términos de conventos y número de frailes. El jesuita Cristóbal de Luque predicó en las exequias de una santa monja mínima de Triana y, al publicarse el sermón, lo dedicó a San Francisco de Paula, lo que le dio pie para ensalzar la Ciencia y la Santidad de la Orden de los Mínimos. Aquí transcribo el elogio de la sabiduría mínima:

"...en breve creció tanto (vuestra Santísima Religión) que con sus ramas ocupa la redondez de la Tierra; viéndose en él frutos tan opimos, que con razón es aclamado Árbol de la Ciencia y Santidad. De la Ciencia, pues haviendo bebido en el Mar caudaloso de vuestra sabiduría infusa, corrieron copiosos Ríos por todo el Orbe en todas facultades. Buenos testigos tantos  Sabios Intérpretes de las Sagradas Letras; tantos Theólogos Morales,  Mysticos y Escolásticos; tantos Canonistas, tantos Oradores, tantos Philosophos, tantos Mathemáticos, tantos Eruditos en todas Lenguas, tantos famosos Historiadores, y tantos amenos Poetas. Baste decir: Nullum esse sacrum hominum decens disciplinarum genus, quod a Sancti Francisci de Paula filiis ipso aspirante, non sit diligenter excultum, dice el Sapientíssimo e incomparable Jesuita Theóphilo Reynaudo, y lo confirma con un largo Cathálogo de Mínimos sapientíssimos en todas facultades..."

Pues nada, que de cuando en cuando va bien un chute de autoestima y, aunque sea verdad que a mí tantos, tantos no me salen, y  aunque el elogio pueda parecer desproporcionado e interesado, admitámoslo humildemente como acicate para nuestros tiempos actuales, donde el número es más escaso, pero la proporción, a juzgar por las obras que aquí y allá van apareciendo, tal vez mayor...

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