Nuestra Ratio Institutionis
dedica 16 páginas al tema del Noviciado. De las 16, probablemente sobran al
menos 15 que son pura teoría tan repetitiva como inútil. Además, no se ve su
aplicación concreta por ninguna parte. Aun así años atrás se seguía un programa
formativo potenciado por el General en persona, donde, además de la labor del
Maestro, se contaba con la colaboración de otros frailes (como el malogrado y
recordado Padre Mediavilla y sus trabajadas lecciones sobre “Conocer y amar a
San Francisco de Paula”). Las cosas cambian. Hace un par de años tuvimos dos
novicios cuya principal actividad formativa fue colgar cachivaches (cualquier
cosa colgable) de las paredes del convento, en una estética que, por catalogarla
con una cierta amabilidad, calificaré de “emética”. Aquel fue verdaderamente un
noviciado desmedidamente sinodal, con eso queda todo dicho, y puede imaginar el
lector sus perniciosas consecuencias.
Últimamente releía un servidor
las caducadas Constituciones de 1938 (eran los tiempos del Corrector General Di Lauro) y
me sorprendía la seriedad con que se tomaba este período formativo. Era tal la
preocupación por la exclusividad y la importancia de la formación en esta etapa
que a los novicios ya sacerdotes se les excluía, para que no perdieran este
tiempo precioso de imbuirse en la vida religiosa, incluso de la predicación y
del oír confesiones.
Para muestra otro botón: los
novicios debían procurar conocer algunas obras de autores mínimos y se ponían
como ejemplo la In laudes Minimorum de Jacquier, la Circular de Monsinat, las Vidas
de los Santos de Giry, las obras de Avrillon y el Comentario a la Regla de De
Peyrinis. Casi ná. Para algunos de los últimos profesos, probablemente Jacquier
les suena a marca de whisky, Monsinat sería algo así como el ganador del premio
de la montaña del Tour, Giry una de esas colonias tan cautivadoras que se
publicitan en la tele cuando se acerca Navidad, y Avrillon, no sé, tal vez una
oronda bailarina de burlesque. En cuanto a De Peyrinis, como diría (porque lo
dijo literalmente) un General de los últimos, ¿qué interés tiene un Comentario
del siglo XVII? Pobre Padre Garau (que en paz descanse), que llevó a cabo hace
ya 20 años la penitente e ímproba tarea de traducir aquellos Commentaria ascetica del latín al
italiano pensando en el provecho de la Orden y particularmente en la formación
de los jóvenes religiosos... No sé qué habrán hecho en Génova con el conocido
busto de De Peyrinis; supongo, sería lo justo, que habrá ido aRoma en compañía de la biblioteca genovesa
que tanto procuró enriquecer.
En fin, los enfoques de noviciado cambian aceleradamente, con velocidad desaforada. Como lo hacen nuestros proyectos, cada vez más efímeros. Hemos pasado, en un tiempo relativamente breve, de querer reabrir Tours
(para cuya adquisición algunas voces confesaban convencidas haber mantenido una
lucha denodada con la masonería) a una presencia cada vez más pseudopresente en el
icónico Santuario dei Marinai ligur.
En un noviembre en que la
coincidencia con el domingo nos ha hurtado la Conmemoración de los Difuntos de
la Orden, usualmente fechada el 3 de noviembre, y que tal vez podría haberse trasladado
en el calendario a otro día (uno, como pobre bachiller, de liturgia, como de
todo lo demás, más bien poco), el Corrector General nos ha dirigido una primera
inquietante carta a la Familia Mínima (es decir, a frailes, monjas y terciarios).
El Delegado de España ha cuidado de traducirla, así que si alguna de las
consideraciones que aquí hago son erróneas debido a la traducción, pásenle a él
la culpa...La carta la han puesto en red en ese formidable blog titulado
Mínimos en familia.
Ya en el primer párrafo recibimos
una confesión que para algunos puede resultar turbadora: resulta que el Padre
Reverendísimo aceptó su elección para un segundo mandato por los “sentimientos”
de confianza en el Señor y de continuar el servicio a la familia religiosa que
ama, o sea que aceptó porque lo “sintió” así. Bueno, si en una decisión de tanta
relevancia la cosa no pasa por la razón y sólo por el corazón, se diría que
difícilmente decisiones más ordinarias van a ser pensadas (bastará con que sean
sentidas).
En esa propensión italiana al
adorno innecesario (ma chi te lo fa fare?), nos hallamos con una segunda
declaración que también tiene miga: agradece haber sido sostenidos y ayudados
por la oración, él y la Curia, para llegar a “descubrir el gozo de ser hijos
del mismo Padre San Francisco” (¡como descubrir la pólvora!). Hay ciertos
descubrimientos que tendrían que darse ya en el momento de la primera profesión
y no más de cincuenta años después. En fin, nunca es tarde si la dicha es buena
(“meglio tardi che mai”)...
Hay una mención de pasada al carisma cuaresmal
propio de la Orden, del que se toma no la acostumbrada tríada
penitencia-humildad-caridad, sino el testimonio y el mensajeo de la
“misericordia del Padre”. Esto es lo bueno de la versatilidad del carisma
mínimo, que puedes relacionarlo con lo que te salga de las narices en cada
momento, basta con que sean cosas buenas.
En un alarde de actualidad el
Reverendísimo Padre cita una frase de la Dilexit nos, que en el contexto de
ésta no tiene que ver con la vocación ni estrictamente con la esperanza, sino
con la recuperación del corazón (no importa, porque lo del corazón ya nos había
quedado sobreentendido y suficientemente recuperado, vid. supra).
Luego nos informa de a qué se ha
dedicado el Capítulo: dar respuesta a los desafíos “emergentes”, cosa que
resulta bastante cómoda en cuanto que lo emergente todavía no acaba de ser del
todo conocido. ¿Qué pasa con la problemática de los desafíos ya emergidos?No han importado al Capítulo, porque estamos
peregrinando en esperanza, así que al presente que le den, no recojamos el
guante. Vienen después unos párrafos dedicados a la esperanza, uno de ellos
basado en buena parte en la homilía del Papa Francisco en la Ascensión del
2024. Aquí hay que romper una lanza en favor de la españolidad del traductor,
quien substituye el “irla pasando” latinoamericano de la versión vaticana de la
homilía por un más español de España “ir tirando”.
También nos dice la carta que
nuestro tiempo es turbulento, pero también “rico de signos que tenemos que
saber reconocer”. Esto es importantísimo, más adelante me ocuparé de un “signo”
de este tiempo turbulento, que seguramente se guardará mucho de advertir su
Paternidad Reverendísima...
Inmediatamente la carta aborda,
sin tapujos y abiertamente, un tema: la aplicación del Vaticano II. Como se
sabe, hay dos corrientes claras (hay más, pero marginales) de comprensión del
Concilio. De una parte, la que lo comprende como un aggiornamento, una reforma,
una mejora en la relación con el mundo moderno, con la implicación de que sus
decisiones deben ser entendidas e interpretadas de acuerdo con la llamada
hermenéutica de la continuidad.
De la otra parte, la corriente que lo considera
una verdadera revolución o ruptura, una conexión briosa con el modernismo (para
unos diálogo fructuoso, para otros vergonzosa rendición). Nuestro Corrector
General explícitamente dice en su carta que es “revolución”, una revolución
todavía por actuar, cuyo actual programa es la sinodalidad y su carga de
diálogo ad intra y ad extra. Toda revolución es una ruptura con el pasado, una
subversión donde lo nuevo se impone por la fuerza y lo antiguo, en cuanto irreciclable,
tiene que ir a parar al contenedor gris de la basura.
Total: diálogo, diálogo, diálogo.
Lo que no concuerda es que se hable de una revolución por actuar y que más
adelante se exprese el lamento por la dilución de la propia “identidad
carismática y cristiana” y la necesidad de vuelta a las fuentes. El único
problema que tiene el diálogo es que con él pasa como con las peleas. Si se
dice que “dos no se pegan si uno no quiere”, tampoco difícilmente se puede
dialogar con el mundo si este no quiere. Los poderes del mundo escuchan
difícilmente y si nos limitamos a escuchar de nuestra parte, acabaremos, si no
hemos acabado ya, capitulando y adoptando los valores del Nuevo Orden Mundial.
Vamos con un signo de los
tiempos, uno que creo le habrá sentado como un tiro a uno de los miembros de
nuestra Curia Generalicia (a uno por lo menos): la victoria de Trump sobre
Harris en las elecciones americanas. Toda una bofetada a la revolución woke.
Trump será lo que sea, pero suele ser de sí, sí, no, no. Y esto muchos
americanos lo han captado. Como han captado que la firmeza no está reñida con
la democracia. ¿Diálogo? Su capacidad negociadora la pone en práctica sin
rendirse a la otra parte. Con diálogo ha sido capaz de atraer a su causa a
demócratas como Kennedy o Gabbard (cuidado con ésta, si logra presentarse en
2028 ó 2032, podría ser la primera mujer Presidenta de América, no hay que
olvidar que es una veterana de Irak y que en USA el “thanks for your service”
tiene una relevancia que desde Europa nos cuesta comprender).
Hay detalles que pueden sorprender como que
entre los primeros votantes Trump ha pasado de un 32% en 2020 a un 54% en 2024.
No hay que canonizar a Trump, desde luego, más cuando en algunos aspectos
podría ser visto como mal menor. Pero me pregunto si el tener claro el
movimiento MAGA, no podría conducirnos a un (humilde, por supuesto, pero
decidido) movimiento MOGA (Make Order Great Again) en los Mínimos. Dialoguemos
con quien sea (con el diablo no, claro), pero tengamos claro que es lo que
buscan los peregrinos de sentido en nuestra Iglesia católica, esos a los que
tenemos que llevar el “mensaje de la misericordia del Padre”: una verdad firme
(no oscilante), una moral exigente (y objetiva, no un fai da te), una belleza conmovedora (no
es casual el auge de la misa tradicional en sectores no precisamente de
ancianos nostálgicos)...
(A propósito del video anterior: yo creo que Youtube debería aplicar restricciones de edad no sólo en la mínima, también en la máxima, este videito lo ve el Papa Francisco y se coloca en riesgo de que le dé un patatús).
La carta del Padre General acaba
anunciando la propuesta futura de “indicaciones” (en la próxima carta de
Adviento) para vivir y compartir el jubileo y el carisma a través de las
figuras de santidad de nuestra Orden. Esto sí es revolucionario. Después de
seis años de gobierno sin una sola indicación clara concreta, se nos anuncian
futuras indicaciones (en plural), o sea que esta gente de la Curia se ha
decidido en este mandato, esta vez sí, a currar. Además, eso serán propuestas
(es decir, exhortaciones, sugerencias), no órdenes autoritarias (estaría bueno
que mientras se toleran sin ni siquiera una amonestación privada notorios abandonos
de la vida común y hasta corrientes transgresiones de los votos se pretendieran
imponer indicaciones). En fin, algunos esperamos impacientemente lo anunciado,
esperando que realmente las propuestas sean fecundas personal, vocacional,
comunitaria y misionalmente, no “mumbo jumbo” en su formulación, y que no equivalgan en sus consecuencias
prácticas, por poner una analogía suficientemente rotunda, a robarle el coche a
John Wick y matar a su perro...
No sé, entenderán que uno se pregunte a veces si no está en el rally
equivocado...