jueves, 24 de abril de 2025

De mortuis nihil nisi bonum?

 El clásico adagio tiene en sí mismo, a partes iguales, cortesía e hipocresía. Además, sólo tiene validez durante un tiempo limitado. De lo contrario, toda la historia sería o una apología continuada o un silencio vacío. Si toda historia es ya de por sí un relato más o menos literario, llevar a las últimas consecuencias el nihil nisi bonum la convertiría en pura distorsión. Esta distorsión a veces conviene a los políticos y, dependiendo de la ideología de los vivos, en España tenemos palmarios ejemplos, no sólo recientes sino actualísimos.

Lo decía mi profesor de derecho canónico (durante mis estudios eclesiásticos) cuando tocaba el tema del Romano Pontífice: “piensen ustedes que el Papa es intocable, métanse con todos los organismos vaticanos cuanto quieran, pero el Papa es intocable”. Eran los tiempos de Juan Pablo II y otro profesor de derecho canónico (este en la Universidad civil) comentaba el recién aprobado CIC haciendo repetidas referencias positivas, sin duda de interpretación extensiva, a los documentos del Concilio, añadiendo una y otra vez la coletilla para nada positiva: “aunque con este Papa que tenemos ahora...”. Algunos de mis lectores recordarán, conforme a esta orientación, algún chiste sobre la imposibilidad futura de otro Papa polaco mientras Dios sea Dios.

Todo esto viene a cuento de que durante el pontificado de Papa Francisco me he guardado muy mucho de opinar sobre él, sobre su Magisterio, sobre su “magisterio” y sobre sus declaraciones en los aviones. Nunca en una homilía podrán decir los fieles que me han oído atacarle ni nada parecido. También es cierto que le he citado poco (sólo ocasionalmente en relación con la murmuración) y que mi gran referencia inmediata sigue siendo Benedicto XVI, de quien siempre, leyéndolo y oyéndolo, aprendí algo nuevo. Con Francisco, después de leer Fratelli tutti y de donde reconocía explícitamente haber sacado la inspiración preferí no leerle demasiado. Pero una vez fallecido, ¿se puede o no expresar un parecer sobre su pontificado?

Nuestra Regla manda a los frailes que, respecto al Papa, fideliter oboediant. No es poca cosa, teniendo en cuenta lo obediente que fue nuestro Fundador. Nunca en el trecenario se dirá que para hacerle ir a Francia Sixto IV tuvo que enviarle dos obediencias, una de ellas bajo pena de excomunión. Como decía un fraile bromista, se recibió la primera obediencia y San Francisco preguntó al portero: “¿esto ha venido por correo ordinario o por correo certificado?”. “Por correo ordinario, buen Padre”. “Ah, entonces hacemos como que no lo hemos recibido”. Llegó la segunda y ahí tuvo que obedecer, no se habló más,  a preparar la mochila y para Francia.

Los redactores de nuestras actuales Constituciones eran más papistas que el Fundador, así que, no contentos con la obediencia, añadieron la profunda veneración. El Directorio se limita a agregar que a la muerte del Sumo Pontífice cada sacerdote aplicará una misa en sufragio por él.  Eso está hecho, aunque no sé si le servirá de algo. Anunciando su deceso, el cardenal Farrell dijo: “è tornato alla casa del Padre”. En el evangelio el que vuelve a la casa del Padre es el hijo pródigo; no creo que sea el caso aplicable. Es verdad que en la casa del Padre hay muchas moradas y si lo que quiso decir el cardenal camarlengo es que el Papa Francisco ya tiene allí su morada, su plenitud de vida y bienaventuranza preparada por Jesucristo, no sé qué leches hacemos ofreciendo sufragios y oraciones absolutamente superfluas. Nuestro Cardenal Omella, sin ser ninguna lumbrera, estuvo más acertado, indicando que Papa Francisco ha ido al encuentro de Jesucristo (aquí tuvo un momento de duda, como quien va a decir Juez, casi se le escapa)...Salvador, bien, entonces sí es indicado rezar por él.





En fin, la persona será juzgada, como cada uno de nosotros, por Jesucristo. Pero no es ilegítimo humanamente preguntarse sobre su pontificado. ¿Ha sido un magisterio de claridad, de entusiasmo de ser católico? ¿Ha defendido la verdad católica, la moral católica, la belleza cultual? No sé yo... Para mí, y no creo ser una excepción, el contraste con el pontificado anterior ha sido demasiado notable. Benedicto emitió Summorum Pontificum no sólo en favor de la unidad, pero también por ella. Francisco emitió Traditionis Custodes pretextando la unidad y me parece que consiguiendo el efecto contrario. Benedicto recordó que, antes del diálogo, está la misión. Francisco, por si a alguien no le quedara clara la importancia suprema dialogal, clamó repetidamente, insistentemente, contra el proselitismo. En realidad, el final del evangelio de Mateo probablemente se deba a la comunidad del evangelista y, por tanto, no hay que tomar al pie de la letra, como ipsissima verba Iesu, eso de ir a bautizar y hacer discípulos enseñándoles a guardar todo lo que Jesucristo enseñó, cuando en realidad el Señor lo que dijo es que hay que dialogar, que to er mundo es güeno. Una eficiente crítica textual nos mostraría también que lo de que el sí sea sí y el no no tampoco lo diría nuestro Señor, pues es cosa propia de quien piensa intolerantemente que posee la verdad. Hubo una generación de vocaciones sacerdotales procedentes de Juan Pablo II y su contagio juvenil. Hubo una discreta pero bien preparada generación de vocaciones sacerdotales con Benedicto. No estoy muy seguro que haya sucedido lo mismo con Francisco. Además, buena parte del laicado, el más popular, se ha sentido a veces confundido, mientras que el más rectamente instruido (el que mejor conoce el Catecismo, por ejemplo) se ha escandalizado ante ciertas ambigüedades, ha perdido el miedo y a través de las redes ha dicho muchas cosas que Obispos y sacerdotes hemos disciplinadamente callado. No todos callaron, es cierto. Pero quien se atrevió a hablar pagó un precio (la destitución), con la pena añadida de que los medios no apliquen ningún discernimiento y manden a todos los opositores al mismo saco, lo cual es manifiestamente injusto (no es lo mismo Strickland que Viganó).

Tal como yo lo veo, el Papa es como un controlador de vuelo que tiene que procurar que cada creyente aterrice en el suelo firme de la santidad. En el aeropuerto del pontificado de Francisco la sensación ha sido caótica. Recuerden el episodio de Anke de Bernardinis, aquella anglicana que le preguntó al Papa cómo alcanzar la comunión con su marido católico, es decir, sobre la posibilidad de participar juntos plenamente en la Cena/Eucaristía. La respuesta fue un me parece que sí, me parece que no, para finalmente desembocar en un “aterriza como puedas”. Si la respuesta final es esta, entonces...¿para qué sirve el Papado? No hace muchos días un músico católico se preguntaba análogamente para qué sirven los obispos.



Desde luego ha sido el pontificado del diálogo (?) interreligioso. Lo dudoso es que tal diálogo haya servido para algo, si no para blanquear una fe que va creciendo en Europa de forma exponencial, que es sólo pacífica en apariencia, que es impulsada globalísticamente y que sólo algunos temerarios se atreven a denunciar. Además, para acentuar la propia irrelevancia no hay nada mejor que tirar piedras sobre la propia cabeza, abrazando el indigenismo hasta el ridículo canadiense. Todos hermanos, aunque algunas voces europeas sigan empeñándose en hablar de sustitución étnica programada. Yo no utilizaré esta expresión tan temeraria, tan alocada, tan agresiva y no lo haré, porque me parece intelectualmente rebuscada. Al pensamiento políticamente correcto le molesta; para mí, es puro almíbar. Pienso que podemos hablar más directamente: lo que está en marcha, si no hay una evangelización decidida, un crecimiento de la fe cristiana real, es un verdadero etnocidio. Se trata de borrar del mapa la fe cristiana y la cultura de ella derivada. El último pontificado, que clamaba tan insistentemente contra la injusticia, no se ha caracterizado precisamente por defender la propia identidad. Ni por denunciar la exacerbada y sangrienta persecución del cristianismo que se está dando, gracias a los querídísimos hermanos todos, en otros lugares del planeta, particularmente en África.  Por eso, no es de extrañar que a alguien en estos días se le hinchen las narices y exabruptos usualmente injustificables se vuelvan justificados.



El Papado de un religioso, de un jesuita, ¿ha servido para revitalizar la vida consagrada? Aparte del espaldarazo que han supuesto ciertas orientaciones sinodales para algunas monjas reivindicativas, la mayoría ya de una edad provecta, ¿se ha impulsado la vida religiosa? ¿Han crecido las vocaciones? No me lo parece. ¿Ha aumentado en nosotros, los consagrados, la conciencia de nuestra vocación, el ánimo a ir adelante en un ambiente hostil? Bah, muchos han abandonado y otros misteriosamente hemos seguido, sin que yo pueda hallar otra explicación que el jeremíaco fuego ardiente prendido en los huesos, del que ni siquiera con un pontificado como este podemos algunos desprendernos...



En cuanto a la moral, dejando aparte las llamadas a la justicia, a la inmigración sin límites ni normas (salvo por lo que se refiere a entrar en la Ciudad del Vaticano), a la lucha contra el cambio climático (ay, ay, el lamento doloroso del planeta), no puedo menos que recordar cuando dijo que vacunarse con una vacuna (que más que una vacuna se parecía a una terapia génica experimental, digo se parecía, no digo yo que lo fuera) era una obligación ética... Sólo conozco a una persona que, padeciendo un  cáncer, murió de covid. Pero en cambio sé de más de una que, aparentemente sana, falleció inesperadamente de fulminante ictus cerebral o algo parecido. No sé si alguien se atreverá a preguntarse cuántos muertos por covid hemos tenido en la Orden o si algún deceso, no precisamente de un anciano, no sería atribuible a tan obligatoriamente ética inoculación. Nunca sabremos, pero es indiscutible que en el régimen de privación de libertades que supuso la pandemia, la Iglesia bajo el pontificado de Francisco no fue una instancia crítica y servicial, sino que siguió obedientemente los dictados de la oligarquía: iglesias cerradas, promoción del pánico, quédate en casa, después distancia de seguridad, mascarillas, soluciones hidroalcohólicas (todavía hoy en mi parroquia la mayoría de los feligreses se da la paz con distantes cabezadas, y mi longevo párroco todavía no se decide a poner agua bendita en la pila de la entrada, porque nunca se sabe...)

No puedo sinceramente hacer un balance positivo de este pontificado. Mis pocas luces no me permiten siquiera descubrir los logros de la cacareada sinodalidad. Pero pienso que Francisco será beatificado muy pronto. Basta con que se abra el proceso y declare como testimonio nuestro Presidente Pedro Sánchez, quien ha manifestado su devota admiración por el Papa difunto. Pedro Sánchez ha obtenido, tal vez invocando a Francisco, un prodigioso milagro: aumentará el gasto en defensa en 10.000 millones de euros sin subir impuestos, sin crecimiento de déficit, sin disminuir gasto del estado del bienestar. ¡Puro milagro! También es verdad que resulta tremendamente doloroso que el milagro, por intercesión de un Papa pacificador, se produzca exactamente para preparar la guerra, en lugar de adecentar las prestaciones de  dependencia o la atención a los enfermos de ELA, pero bueno, para estas cosas ya tenemos la eutanasia que, por ser más asequible, requiere menos presupuesto y no precisa mediaciones sobrenaturales para su financiación. En cualquier caso, ¡santo subito!

 A algún otro, sin embargo, le tocará esperar:


martes, 8 de abril de 2025

Una compleja carta de Cuaresma

 Dudaba si escribir un  post sobre ella, pero al final me he decidido. Creo que el Corrector General no debería molestarse por ello; sabrá que entre frailes, terciarios y monjas, hay al menos alguien que ha leído la carta, que la ha leído entera, que la ha leído en serio, tratando de desmenuzar su contenido.

Aclaro que parto no de la versión original, sino de la traducción castellana. Es lo que me ha llegado. El Delegado para España en otros tiempos tenía encargada la programación (hoy prograquéeee?), la animación y visita de las comunidades (creo que la última vez que estuvo en Sevilla todavía reinaba Fernando III el Santo) y la promoción vocacional (actualmente esto es como el Carrefour pero al revés, en lugar del 2 x1, el 1 x 2, es decir ganamos una vocación dudosa y perdemos 2, una prometedora y la otra la única aparentemente consolidada en los últimos trenta años). Total, que las funciones hoy positivas y de algún provecho del Delegado se limitan, aparte del ejercicio de la representación legal en los negocios seculares, a elaborar el Calendario anual de San Francisco de Paula y a traducir fielmente del italiano al español las cartas del General.

Es una carta compleja, aunque afortunadamente breve (4 páginas). Esta complejidad puede tener diversas causas alternativas. Una es que sea compleja sólo para mí, es decir que la complejidad dependa de las limitaciones intelectivas del lector, simplemente me parece compleja porque no llego a más, qué le vamos a a hacer, el Corrector General no va a bajar el nivel discursivo para escribir algo a prueba de tontos como yo. Otra explicación se hallaría en que el autor no tuvo su mejor día; la carta está fechada el miércoles de Ceniza en Los Angeles, así que tal vez la fue escribiendo en itinere o bajo los efectos del jet lag, lo que explicaría ciertas incoherencias o manifiestas repeticiones. Me atrevo a apuntar todavía otra explicación: la tecnológica; tal vez el Corrector General quiso experimentar qué tal saldría una carta cuaresmal con la ayuda de la IA, así que pudo utilizar chat gpt o deepseek, pedir una carta utilizando los conceptos de esperanza, santidad, Mínimos, Cuaresma, liturgia, San Nicolás, Beato Barré, Sor Filomena, Mártires Mínimas, testimonio...y voilà, esto es lo que salió.

Dos conceptos parecen primerear en la carta: esperanza y santidad. En su estructura tiene una especie de larga introducción con el leit-motiv de la esperanza unida a la consideración de los evangelios dominicales cuaresmales. A continuación, en referencia a la santidad, la cosa viene bien estructurada en apartados ( 1, 1.1, etcétera).

Vayamos con la primera parte. Ante todo, recalco una afirmación contundente: “La Cuaresma para los Mínimos consiste precisamente en seguir a Jesucristo, redescubriendo en el amor su verdadera humanidad y divinidad”. Ante estas afirmaciones uno no puede menos que arrugar la nariz y preguntarse en qué consistirá para los Mínimos la Pascua o el Adviento o la Navidad o el Tiempo Ordinario o la mismísima Semana Santa...Ahí lo dejo.

Esperanza y Jesucristo van unidos. Así, sabemos que: Jesucristo = “fuente de nuestra esperanza”, “nuestra única y verdadera esperanza”, “modelo y realización de la firme esperanza”.

Además de la esperanza, hay otro concepto repetido : el del camino de penitencia-conversión, que en realidad es también “el centro de nuestra esperanza”. Aquí hace incidencia en los evangelios de los domingos de Cuaresma. En el evangelio del hijo pródigo encontramos “la cumbre y la meta última de nuestro camino penitencial”. Sin embargo, en el evangelio de la Transfiguración hallamos “la plena realización del camino de penitencia-conversión”. Parece entonces que la cumbre-destino no es la plenitud realizativa. De verdad que no es fácil interpretar esto, es complejo, a no ser que admitamos innecesarias e inadvertidas repeticiones.

Pero estos evangelios cuaresmales tienen otra vertiente importante: el examen de conciencia. Así, se nos dice que el relato del hijo pródigo  es uno de los que “el religioso Mínimo debería meditar cada día y recordar en el diario examen de conciencia”. Pero además se nos advierte también que “el relato de la Transfiguración hace que el Himno Paulino del amor, juntamente con las Bienaventuranzas se convierta en nuestro relato de referencia, nuestro programa de vida, nuestro diario examen de conciencia”. El examen de conciencia dura unos momentos según las rúbricas de la liturgia en Completas. Hubo un tiempo en que en el Noviciado Internacional, bajo las indicaciones del Corrector General del tiempo, estos momentos se convertían en unos minutos, de forma que al llegar a este punto del rezo coral la comunidad del Noviciado se sentaba a fin de examinar con mayor detención la conciencia (con lo que te adormilabas, me decía a mí un novicio bromista). De acuerdo con las indicaciones de esta carta de Cuaresma, el Corrector General actual cree que la cosa tiene que prolongarse más todavía, pues hay que meditar: Relato del hijo pródigo + Relato de la Transfiguración + Himno Paulino del Amor + Bienaventuranzas, con lo cual las Completas en las comunidades de la Orden van a durar más que las Vísperas meditadas de los Neocatecumenales (como decía mi profesor de liturgia, un salmo que tardas en recitarlo dos minutos se comenta a veces con poca puntería durante un cuarto de hora).

En la segunda parte parece que algunas expresiones se hayan puesto al tuntún o que el General las puso y, por aquellas cosas del jet lag, se le olvidó después desarrollarlas. Es lo que sucede con San Nicolás y el beato Barré en el punto 1, titulado: “San Nicolás Saggio y Nicolás Barré: el amor nupcial de Cristo”. Lo del amor nupcial no se desarrolla después por ninguna parte. En este apartado hay también alguna frase cuya hermenéutica se me antoja no ya compleja, sino enigmática: “(Nicolás Barré) ha sabido escoger la vía del estudio de una sana doctrina mediante el estudio” (???).  Más adelante nos dice que el crecimiento del amor a Dios y al prójimo es un don de Dios y una obra de Dios, afirmando que “(...) esto se ve más claramente en el ejemplo de Nicolás Saggio, cuyas visiones místicas han llegado hasta nosotros con mayor evidencia (!)”. Uno acaba pensando cuando lee estas afirmaciones que realmente nuestro General tiene una clarividencia fuera de lo común.

El apartado 2 se titula “Sor Filomena Ferrer y las Monjas Mínimas de Barcelona: el mayor sacrificio de amor”. Buena cosa es que haya recuperado a Sor Filomena, olvidada en aquella carta programática que en su día comentamos. Espero que tal vez en Pascua recupere la figura de la Venerable Consuelo del Corazón de María. El párrafo dedicado a la Venerable Filomena es largo y en él se combinan principalmente testimonio y alegría. Insiste en que la vocación contemplativa la tuvo Sor Filomena desde pequeña: “Atraída desde la infancia por la vida contemplativa (...) para vivir esta vida contemplativa a la que siempre se había sentido llamada”. En  Sor Filomena y su vocación contemplativa se da el “testimonio del carisma Mínimo”. Cuidadín, porque aquí empieza el testimonio en abundancia. Su itinerario de unión con Dios se expresa “en el testimonio firme y alegre del amor que Dios manifestó al hombre por medio del corazón de su Hijo Jesús”. Filomena se convirtió en un “testimonio de virtud y sobre todo de humildad”. Su sufrimiento fue “testimonio de su configuración con Cristo”. Todo ello lo sabemos por los testimonios.

Y en cuanto a las Beatas Monjas Mínimas, procede de ellas “otro testimonio fundamental para nuestra espiritualidad”. Han testimoniado a Cristo (o a su gran amor) hasta el último sacrificio, el cual “es el testimonio de una fe que mira a la Jerusalén celeste...y que está dispuesta a dar la propia vida como testimonio de la fe y del amor”.  Todavía hoy su (de las Monjas) “testimonio produce frutos de gracia allí donde vivieron y dieron testimonio de su fe y de su consagración”. También todo esto nos consta por los testimonios.

El tercer apartado retoma en 3.1 la esperanza, que no defrauda, que puede concretarse en pequeños y cotidianos actos heroicos de esperanza, pues está fundada en Aquel que guía nuestro camino. Se nos habla del sufrimiento como vía de purificación. Y se nos aduce un testimonio actual: “El testimonio del Papa Francisco en estos días, con su incansable dedicación a la Iglesia a pesar de su enfermedad, es un testimonio más” (y van muchos).  Se nos dice también que somos necesarios y que cada uno de nosotros está llamado a obrar “con fe y esperanza allí donde ha sido puesto a vivir y testimoniar”.

Añade finalmente en el último apartado 3.2 que el crecimiento espiritual personal y comunitario integra la riqueza de cada rama de la Orden para el crecimiento total; extrañamente, después de los chutes anteriores, cuando ya nos tenía adictos, no nos ofrece en este último párrafo ninguna dosis “testimonial”.

En fin, no faltará quien diga que si la interpretación pormenorizada de las cartas del General que hago la aplicara a la Santa Escritura tendríamos en la Orden un biblista de provecho. Otros en cambio pensarán que lo que habría que hacer en la Orden es cancelarme por temerario. En fin, uno se siente como Serafín el butanero en Airbag cuando participa en la tortilla rusa. Es verdad que aquel personaje intuye el engaño y acaba llevándose la pasta, mientras que yo sólo me llevo la idea de un fatal rumbo erróneo al que, por más que se insista, nuestros Superiores hacen oídos sordos. Por cierto, lo de la pasta no es una mala opción tal como van las cosas (spiritus quidem promptus est, caro autem infirma) y en nuestra Orden cualquier desvío de fondos está llamado a silenciarse, a evitar la denuncia penal y la difusión mediática, sale gratis, porque, teniendo en cuenta lo que pasó hace años en Paula, una situación similar hoy comportaría necesariamente, esta vez sí, una Visita Apostólica.