Algunas sugerencias de cara al próximo Capítulo General:
a)
Una primera prevención ética.
La seguridad y la salud pública
en un evento tan internacional como es el Capítulo General parecen aconsejar,
más teniendo en cuenta que la edad media en nuestro instituto es relevantemente
elevada, que todos los asistentes vayan proveídos antes de ser admitidos, de su
correspondiente pasaporte covid (lo que en Italia se conoce como green pass),
es decir que estén todos inoculados con el mágico fármaco de la proteína Spike
con todas las dosis y refuerzos necesarios. Hay que recordar que en tiempos de
la pandemia el Papa Francisco habló de esta inoculación (entonces todavía
experimental) como una obligación ética. Además, los mínimos somos gente
valiente y no nos asustan las amenazas agoreras de posibles miocarditis y
similares.
b) La necesaria sostenibilidad
En todo Capítulo hay cuestiones
contingentes y cuestiones necesarias. Mis sugerencias se orientan
exclusivamente a estas últimas. La sostenibilidad es hoy cuestión inevitable.
El Capítulo ha de abordarla sin excepciones. No digo yo que haya que bajar a
detalles tal vez impropios, como hizo un arzobispo en Cataluña que propugnó
como ejercicio cuaresmal la reducción del tiempo de ducha por el consiguiente
ahorro de energía y agua. Pero una de
las mociones convendría que se orientara a que todas las comunidades presenten
un plan de eficiencia energética conventual a aplicar en los próximos seis
años. No se puede entender que nuestros tejados y terrados, incluidos los del
Aula Litúrgica del Santuario de Paula, no se hallen enteramente recubiertos de
placas fotovoltaicas o nuestros campanarios coronados con aerogeneradores. Otra
moción capitular sería la substitución en la Orden de los vehículos de
combustible por coches eléctricos o recuperar los semovientes (los borriquillos,)
siempre que se tratara a estos a cuerpo de rey, respetando su dignidad animal y
sus derechos. Qué buen ejemplo sería acudir a la Audiencia papal con carros
tirados por animales bien alimentados y bien tratados como si fuera el día de San
Antonio Abad.
c) Insectivorismo
Las recientes reuniones
internacionales, una se ha celebrado recientemente, están advirtiendo
seriamente del peligro de la sobrepesca oceánica. ¿Podemos seguir con nuestra
alimentación cuaresmal indiferentes a la suerte de los mares y océanos? Esto es
todavía más apremiante cuando se trató en el Capítulo anterior del elevado
coste del pescado que lo convierte en algunas zonas geográficas en un artículo
lujoso. Hoy hay medios que nos permiten compatibilizar la fidelidad a la vida
cuaresmal (interpretada usualmente como privación de la carne animal de
animales de sangre caliente, de modo que nunca se ha considerado transgresión
la ingesta de otros como caracoles, ancas de rana, etc.) con la conservación
medioambiental. El insectivorismo permitiría compatibilizar perfectamente la
ecología con la cuaresmalidad. ¿Hay que recordar la figura de San Juan
Bautista, modelo de austeridad en el desierto, alimentándose de langostas? Es
cierto que hay voces que advierten sobre la poca salubridad de este tipo de
alimentación, la cual se está proponiendo no ya para penitentes sino para el
conjunto de la población. ¿Por qué no ofrecernos a disipar en carne propia
tales dudas? ¿Por qué no incluir los insectos en la dieta minimitana, bajo el control
de dietistas médicos? Sería una forma de concreción del amor al prójimo,
ofreciéndonos voluntarios para esta experimentación. La caritas sacrificalis
dejaría de ser un puro concepto de elucubración teórica para constituir una
aplicación concreta altruista. Además, para los españoles en concreto, el
insectivorismo sería también un apoyo al producto local y a la tan cacareada soberanía
alimentaria (hay que tener en cuenta que tenemos en Salamanca la mayor granja de insectos del mundo).
d) Una propuesta de ritual
Esta orientación ecologista
activa se podría escenificar en el Capítulo con algún ritual significativo. Una
de las sesiones se podría trasladar a los jardines del EUR, donde postrados en
el suelo y con la oreja pegada a la tierra los capitulares podrían escenificar
la escucha activa del lamento de la madre Tierra por las ofensas que el ser
humano le está infiriendo. Además, en comparación y tomando ejemplo de lo que
se hizo tiempo atrás en los jardines vaticanos, podrían distribuirse, para
llevar de regreso a las respectivas comunidades, unas imágenes pachamámicas o
similares. Del mismo modo que unos iconos representando a Santos, Beatos,
Venerables y Siervos de Dios de la Orden fueron distribuidos en una ocasión en
el pasado, ¿por qué no ahora unas estatuitas de la madre Tierra? (El Ecónomo
General podría adquirirlas en temu, donde venden algunas a precio muy asequible
y ciertamente resultonas).
Por otra parte, teniendo en
cuenta que en la Orden tenemos un doctor en teología pastoral que hizo su tesis
en torno a la ecología integral del Fundador, podría este encargarse de dar una
conferencia en el Capítulo, ahorrándonos así el tener que traer a un
especialista de la CIVCSVA que normalmente toca temas inconcretos, somníferos y
aburridísimos. Por otra parte, alguien de la casa sale siempre más barato,
aunque no sea Cardenal ni Monseñor (así, de paso, evitamos alimentar el
clericalismo, tan denostado por el Pontífice felizmente reinante).
En fin, estas son sólo algunas
propuestas que se me han ocurrido, en la escucha activa de lo que nuestro mundo
reclama, en las demandas que nos llegan de la sociedad en la que vivimos. Son,
renunciando a todo prejuicio, gestos
pequeños, sencillos y cotidianos, propios de oyentes acogedores, que nos
permiten evitar el peligro de desencarnar la fe y el anuncio, superando los
miramientos egoístas.
És ironía, verdad?
ResponderEliminarNo, es directamente sorna sarcàstica.
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