Probablemente a estas
alturas haya quien piense que la razón de ser de este blog no es
otra que la de meter el dedo en el ojo ajeno. Pero una propensión
natural o una reiteración estadística no bastan para reflejar una
raison d'être. Así que, aunque sólo sea para llevar la contraria,
dedicaremos este post al elogio de quienes en el Santuario de Paula
(en la comunidad o vinculados a ella) han impulsado la apertura de la
Biblioteca del Santuario, que llevaba ya demasiado tiempo
infrautilizada, de modo que la consulta de sus fondos era sólo
exequible a una élite. En diciembre del año pasado se inauguró la
sección moderna de la nueva Biblioteca Charitas, destinada a ser abierta al
público, en un espacio cuya implementación ha contado con el apoyo
de la Región de Calabria. Pero hay otra vertiente de apertura tanto
o más importante, en cuanto que enlaza dos finalidades que a veces
pueden parecer opuestas: la consulta de los fondos antiguos y su
conservación. Nos referimos a la digitalización de dichos fondos y
a la posibilidad de su consulta y descarga en libre acceso on-line.
Esto se halla en marcha gracias a un acuerdo operativo entre la
Fondazione San Francesco di Paola y el IRCrES-CNR. Ya son 40 los
volúmenes a los que puede accederse en el repositorio DigiBESS EU;
aquí les pongo el enlace:
jueves, 26 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
Orar por el próximo Capítulo General
Con ocasión
de la celebración en el próximo mes de julio del Capítulo General
de los Mínimos, hace tiempo se distribuyó desde Roma entre las
comunidades una oración a recitar diariamente para la preparación
del Capítulo; la versión castellana es esta:
Nos encomendamos a ti, oh Padre San Francisco, en nuestro compromiso de dar testimonio en el mundo; estimula nuestra docilidad y buena disposición de renovar la conversión y reconciliación con el Señor para poder testimoniar el gozo del Evangelio.Movidos por la Palabra que salva y renueva, queremos vivir con pasión el maioris poenitentiae intuitu, como clara manifestación de tu voluntad.Te pedimos, Padre, que sepamos abrir nuestro corazón al Espíritu en preparación al próximo Capítulo General.Animados como tú por la pasión de progresar de bien en mejor por la venida del Reino y la salvación de los hombres, te pedimos encarnar los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren.De esta manera nuestra vida y actividad llevarán el sello del Charitas, motor de tus jornadas y de tu apostolado.Sí. Todo es posible para el que ama a Dios. De la abundancia del corazón habla la boca.Oh María, Reina y Abogada de los Mínimos, ruega por nosotros.Nuestro Padre San Francisco, conserva a tu Familia.
Pues sí,
esto es lo que venimos rezando cada día en comunidad. Como ven, no
siempre en el lenguaje encarnamos el de los hombres de nuestro
tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que alguien se dirigió a
ustedes con un “Oh” previo? A decir verdad, probablemente esta
interjección ha quedado relegada o a la intimidad de las relaciones
sexuales o al maravillarse ante los fuegos artificiales. Pero los
mínimos, como pueden comprobar, todavía lo utilizamos redactando
oraciones recientes.
Más cosas:
de pronto, al orante se le ha ocurrido hacia el final recurrir
sucintamente a María, pero la última palabra se le deja a nuestro
Santo Padre, no sea que se enfade..
Más cosas:
la frase evangélica “de la abundancia del corazón habla la boca”.
Yo no sé si se trataba de justificar que la oración es larguita o
al redactor le ha dado por poner esta frase como podía haber puesto,
por ejemplo, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Finalmente:
¿No habría sido más lógico, puestos a orar a intermediarios,
recurrir al Protector de la Orden, a nuestro Patrón principal?
Addenda: se
ha recibido ya la comunicación con la lista de los capitulares. El
resultado de la elección de Comisos ha sido un tanto desconcertante.
Salvo un par de excepciones, predominan los jóvenes recentísimos y
los maduritos secundarios. La “intelligentsia” ha quedado
mayoritariamente al margen. No sé a que se deba, pero sería
preocupante que la razón esté en que entre las mentes más
preclaras esté cundiendo el desánimo o la resignación. ¡San
Miguel Arcángel, protégenos!
martes, 17 de abril de 2018
Ajuares de mínimos en Barcelona en el siglo XIX
Cuando un fraile
mínimo moría en el convento de San Francisco de Paula de Barcelona
en el siglo XIX se procedía a inventariar, excluidos las propiedades
de inmuebles u otros eventuales derechos reales que pudiese tener
(respecto a los cuales se hacía testamento inmediatamente antes de
profesar), los bienes que dejaba en su celda y un tiempo después se
procedía a subastarlos entre los mismos frailes. Comprobando los
documentos oportunos, nos damos cuenta de que a veces existían
notables diferencias. Hemos pensado comparar los inventarios
respectivos tomados a la muerte del Padre Andrés Sagarra (murió en
1826, habiendo sido Corrector local el año precedente) y del Padre
Juan Blanch, Lector de teología (murió en 1830).
Padre Sagarra
|
Padre
Juan Blanch
|
Peculio: 82
libras, 6 sueldos , 3 dineros
|
3 libras, 3
sueldos
|
Reloj de
repetición de plata
|
Reloj de
bolsillo
|
15 sillas con un
canapé
|
15 sillas con un
canapé
|
3 hábitos con 3
capillas
|
2 hábitos con 2
capillas y unas mangas nuevas
|
2 capas
|
1 capa de paño
|
8 calzas y un
pantalón
|
4 calzas entre
buenas y malas
|
8 chaquetas
|
3 chaquetas
|
14 camisas
|
5 camisas
|
7 pares de
medias
|
5 pares de
medias negras y 4 de medias blancas
|
11 pañuelos
blancos y 13 de color
|
3 pañuelos
blancos y 12 de color
|
4 gorros de
dormir
|
5 gorros de
dormir
|
5 sábanas, 10
fundas de almohada, una colcha y un cubrecama
|
|
2 calzoncillos
|
unos
calzoncillos
|
4 toallas y 13
servilletas
|
|
una chocolatera
y vajilla
|
una chocolatera,
8 vasos y 10 jícaras, 2 cuchillos
|
unas medias
botas
|
un par de
zapatos
|
2 chalecos y
manguitos
|
un chaleco negro
|
un bastón
|
un bastón con
mango de plata
|
2 cortinas
blancas, dos amarillentas, otras de sobremesa, una de entrada a la
celda y otra de la ventana
|
unas cortinas de
alcoba
|
un baúl
|
2 baúles
|
un paraguas,
unas alforjas de camino, unas gafas, unos anteojos, un monóculo
|
un sombrero
|
un escritorio,
un quinqué, 2 tinteros
|
unas tijeras, un
cortaplumas, un mondadientes
|
una jofaina
|
una jofaina
|
un armario, dos
mesas y una jaula
|
una mesa
|
una estantería
con libros
|
una estantería
|
una cama con
pilares y mosquitera
|
|
2 estuches de
navajas con todo lo de afeitar
|
2 navajas con
estuche y bolsa
|
un juego de
lotería
|
|
12 estoras, un
brasero de cobre, unas perchas
|
|
un crucifijo, 25
cuadros entre grandes) y pequeños, un relicario
|
|
Cáliz con
patena y vinajeras, misal y cuaderno
|
|
2 albas, 2
cíngulos, 6 casullas, 21 purificadores, 21 lavabos, 3 amitos
|
|
Tal vez la ausencia de
la cama y de su paramento en el caso del Padre Blanch se deba a que
quien formó el inventario consideró que eran de la comunidad y no
del difunto. También sorprende a primera vista el elevado número de
sillas en ambos casos. Parece que las celdas tenían una considerable
superficie (¡25 cuadros!). En todo caso, la situación del Padre
Juan Blanch, aunque parezca un pobretón comparado con el Padre
Sagarra, no era de las más paupérrimas del convento; un año
después murió su hermano el Padre Pedro Blanch, su inventario fue
mucho más reducido y comienza diciendo: “Peculio: deudas”...
miércoles, 28 de marzo de 2018
Mínimos y Academias
Aunque la Regla de los
mínimos en su capítulo noveno prescribe, por razones de humildad,
que ningún fraile reciba el grado de Maestro u otro grado, los
Mínimos no han sido una Orden contraria al saber, ni, según alguna
de sus siempre sospechosas cartas, parece que lo fuera San Francisco
de Paula. Además, la mencionada prohibición de la Regla fue
derogada por la Santa Sede en 1736, a instancia de los mínimos
españoles, con el fin de que pudieran acceder a cátedras en las
Universidades y siempre que los Doctorados o Maestrías obtenidos no
les reportaran prerrogativa alguna dentro de la Orden.
Un ejemplo de que el
saber y la minimez no son antitéticas se halla en el conocido Padre
Mersenne, quien a través de las reuniones en su amplia celda
conventual de la Place Royale de París y su correspondencia
internacional se halla en el origen de lo que hoy llamamos la
comunidad científica, es decir la circulación y el intercambio de
ideas, investigaciones y resultados científicos. Y Mersenne no fue
el único mínimo que se interesó por el progreso científico y
cultural. Muchos otros, desde su humildad mínima, dieron
especialmente en el siglo XVIII muestras de su saber y de su interés
cultural. En España Pedro de Torres y Alejandro del Barco fundaron
Sociedades Económicas de Amigos del País en Almuñécar y Jaén
respectivamente. Muchos mínimos fueron miembros de academias locales
(Ferry, Sauvade, Nuiratte, Fourcault, D'Auvergne, Sigalloux, Moreni,
Pujadas, etc.), sin olvidar a los dos grandes Leseur y Jacquier, que
eran académicos de París, Londres, Berlín, etc.
Algunos conventos, como
Place Royale en Paris o Trinité-des-Monts en Roma, eran verdaderos
centros de vida intelectual. También hoy cabe rescatar del olvido
que en el humilde convento de la Victoria de Madrid, que a principios
del siglo XIX ya no era la iglesia de moda que pudo ser en tiempos
anteriores, tuvo sus sesiones la hoy no menos olvidadísima Real Academia de
Sagrados Cánones, Liturgia, Disciplina e Historia Eclesiástica
(después será Academia de Ciencias Eclesiásticas), que había
tenido su sede inicial en la Real Casa de San Felipe Neri y había
recalado en el convento mínimo después de unos años en San Isidro
y en el convento de trinitarios calzados.
lunes, 19 de marzo de 2018
La invención de la competitividad
Enmendarle
la plana a un Arzobispo Metropolitano y enmendársela en una materia
en la cual es, hoy por hoy, el máximo especialista mundial supone
sin duda cierto atrevimiento. Hay atrevimientos que provienen de la
ignorancia y los que hay que provienen de la afectuosa confianza. En
mi caso la osadía tiene su fundamento en ambos motivos, amén de que
el asunto es un tema menor, que incluso habrá pasado desapercibido
para la mayoría de los lectores del último libro de Monseñor
Morosini (La caritas sacrificalis. Il rapporto tra penitenza e
carità in San Francesco di Paola).
Entre las
interpretaciones novedosas que efectúa en su libro, se halla la de
la interpretación del participio de presente “contendentes”
contenido en el primer capítulo de la Regla de los mínimos: “Huius
Ordinis Minimorum universi fratres...ad sacra consilia scandere
contendentes...” Tanto en la página 162 como en la 171 de su
libro Monseñor Morosini entiende que el “contendere” ha de ser
interpretado en sentido competitivo, es decir que los mínimos, en el
elevarse (o escalar) a los sagrados consejos lo hacen compitiendo
entre ellos, en una especie de certamen, no se sabe de si a ver quien
llega antes o llega más arriba. No conozco que haya precedentes en
esta interpretación. Usualmente, desde los primeros tiempos, el
“contendentes” se ha traducido como un “que se esfuerzan para”,
con mayor razón cuando va unido a un infinitivo (“scandere”).
Una traducción castellana actual, la publicada por la Delegación de
España en 1993 traduce como “se esfuerzan por ascender a la
práctica de los consejos evangélicos”. Montoya, a inicios del
siglo XVII, traducía: “a los consejos evangélicos procurando
subir”. La versión italiana oficial, publicada junto con las
Constituciones en 1986 es : “cercano d'innalzarsi alla
pratica dei consigli evangelici...” (con un artificioso “mediante”
previo que, ciertamente, no se halla en el original latino). El
propio Morosini, cuando tradujo la Regla en 2006, da esta versión:
“che lottano per elevarsi ai sacri consigli”. Ahí no parece que
esa lucha sea “tra loro”, sino la lucha interior, el propio
combate espiritual; en este sentido y no en otro se mueve la
interpretación que en su día hizo, por poner un ejemplo más a mi
favor, Sor Angeles Martín. No podemos dejar de preguntarnos, cuando
la interpretación se aleja de lo usual, si la invención es
realmente un hallazgo o una equivocación. Tal vez Monseñor tenga
razón y, para entrar por la puerta estrecha de la salvación,
realmente lo que quiere decirnos Jesús es que entremos dando codazos
para abrirnos paso (Lc 13,24: Contendite intrare per angustam
portam).
Yo
creo que la (sana, sin duda) rivalidad que Morosini propone deriva
más de su contemplatio de la Regla que del rigor de la lectio. Hay
algo claro: la improcedencia de la autoridad que invoca respecto al
sentido del “contendere”, que es la de la profesora Rizzini. Pues
uno, por más que relee lo que la profesora escribe al respecto,
tanto en el apéndice a la edición de la Regla del 2006 (a que se
refiere Monseñor), como casi literalmente idéntica su intervención
en el Congreso de estudios sobre la Regla celebrado en Roma aquel
mismo año (actas editadas en 2011), la noción de competitividad se
halla completamente ausente. Lo único que Ilaria Rizzini propone no
como una idea taxativa sino como una sugerencia introducida por un
condicional es una noción que, lejos de la competitividad o del
mutuo desafío, se sitúa más en el ámbito de la colaboración, del
esfuerzo conjunto, de la ayuda mutua.
viernes, 2 de marzo de 2018
Del Misal y la abstinencia
Por razones que no vienen
al caso, hasta ahora no había celebrado mucho con la versión
española de la edición tercera del Misal Romano. Por ello, algunos
de los cambios sobrevenidos no los había detectado. Pero quiero
detenerme en uno que me ha llamado poderosamente la atención. Se
trata del Prefacio III de Cuaresma. La edición anterior del Misal
castellano lo titulaba “Los frutos de las privaciones voluntarias”,
y se decía esto:
“...Porque con
nuestras privaciones voluntarias / nos enseñas a reconocer y
agradecer tus dones, / a dominar nuestro afán de suficiencia / y a
repartir nuestros bienes con los necesitados, / imitando así tu
generosidad...”
El texto latino,
invariado, titulaba y titula este prefacio como “De fructibus
abstinentiae”, y decía y dice esto:
“...Qui nos per
abstinentiam tibi gratias referre voluísti, / ut ipsa et nos
peccátores ab insolentia mitigaret / et, egentium proficiens
alimento, / imitatores tuae benignitatis effíceret...”
Pues bien, la nueva
edición del Misal castellano hoy es acentuadamente literal. Titula
“Los frutos de la abstinencia”, y reza así:
“...Tú has querido que
te diésemos gracias / mediante la abstinencia / para que,
nosotros, pecadores, / dominásemos con ella nuestro orgullo / e
imitásemos tu generosidad / dando de comer a los necesitados...”
Por supuesto, el
subrayado es mío. Resumiendo, que ni quienes en Roma prepararon la
edición tercera del Misal, ni quienes en la Conferencia Episcopal
Española lo tradujeron pensaron que la colectiva abstinencia era
cosa superada, de otros tiempos, reconducible a quién sabe qué
ignotas, indeterminadas e inseguras privaciones o penitencias
personales.
En mi humilde opinión,
esto lo detecta nuestro mínimo Arzobispo de Reggio-Bova y nos escribe un
libro (o al menos un capítulo) sobre la riqueza espiritual de la
abstinencia como acción de gracias. Y si no lo ha detectado aún, probablemente se deba a que la versión italiana sigue siendo un Tárgum del original
latino:
“(I frutti della
penitenza)”
“...Tu vuoi che ti
glorifichiamo / con le opere delle penitenze quaresimale, / perché
la vittoria sul nostro egoismo / ci renda disponibili alle necessità
dei poveri / a imitazione di Cristo, tuo Figlio, nostro salvatore...”
(Nótese que dar gracias
se ha convertido en glorificar, el alimentar en hacerse disponibles y
lo que se imita no es ya la benignitas del Padre sino a Cristo, toma
del frasco, Carrasco).
lunes, 12 de febrero de 2018
1000 maneras de rezar en el coro
O más. Nuestra Regla, en
su capítulo cuarto, sobre el rezo en el coro del Oficio, rezo que es
una exigencia, una obligación, un compromiso, un pasivo cierto (de
ahí, que se emplee la expresión “persolvant divinum
Officium”), da estas indicaciones:
- cum tremore alacriter
- simpliciter explicando seu computando absque notulis
- reverenter ac caeremonialiter
La segunda indicación
(el rezo sin canto) y la tercera (con reverencia y las debidas
ceremonias) tienen que ver con lo externo, lo formal, en tanto que la
primera, aunque tiene su reflejo en el exterior, acentúa la
disposición interior (esto es, con ardor y temblor o, en la
traducción parafrástica italiana, “con spirito di santo timore e
di esultanza”).
A partir de aquí, son
mil las maneras de rezar en coro que se encuentran en nuestras
diversas comunidades y dentro de cada comunidad. Como se dice en
catalán, “tants caps, tants barrets” (literalmente, tantos
sombreros cuantas cabezas, equivalente a cada maestrillo tiene su
librillo).
En principio, los que
rezan con mucho tremore y poco alacriter, y viceversa. Hay frailes
que rezan con una voz lastimera, de la que cualquier exultación está
ausente, más bien parece que estén patéticamente atados al potro
del tormento. Otros, en cambio, parecen rezar para un Dios sordo,
como si quisieran ser oídos hasta los límites del orbe o como si
antes de acudir a la cita coral se hubieran tomado media docena de
bebidas energéticas. O, lo que quizás es todavía peor, hay
comunidades, particularmente femeninas, en las que el rezo se
uniformiza en una voz robótica y neutra. El ritmo es también un
reto. Hay quien reza los versículos de un golpe de voz y, siguiendo
una costumbre tradicional, intercala un silencio equivalente a decir
“Avemaría” y hay quien, observando escrupulosamente todos y cada
uno de los signos de puntuación, hace cabalgar un verso sobre otro
sin dificultad, evitando incluso las sinalefas. Hay quien cantaría
siempre todo el oficio, quien no lo cantaría nunca y quien más vale
que no lo cante jamás. Conviene recordar que la prohibición del
canto, interpretada en los orígenes (1508) dentro del engranaje de
la vida cuaresmal, fue abrogada, por motivos tal vez en última
instancia económicos, en 1754 por el Papa Benedicto XIV que permitió
el uso en los mínimos del canto gregoriano.
Capítulo aparte es el
del atuendo. Si durante siglos se ha observado el uso del santo
hábito en coro, hoy día (a pesar de que este uso sigue siendo
prescrito por las Constituciones) la vestimenta es entre los frailes
más variada. Habrá influido también en ello el que, con la
reducción del número de conventuales y el aumento de ancianos,
frecuentemente se ha sustituido el gélido y desproporcionado coro de
la iglesia (una desproporción realmente asombrosa se ejemplifica en
uno de los más recientes coros extraeuropeos) por el más acogedor y
familiar oratorio interno. Y así hay mil maneras de vestir en el
coro: con hábito, con traje de oficinista, con camisa de camionero y
jeans, con chándal, etc.; hoy en unos laudes mínimos pueden
hallarse religiosos con incluso gorras, pantuflas, bermudas o
chancletas.
Positivamente hay que
señalar que, hasta donde yo sé, en contraste con épocas anteriores
(donde la predicación o la enseñanza o su preparación respectiva
fundamentaban las exenciones), no suelen haber demasiados religiosos
exentos de coro. Las ausencias son excepcionales y responden en la
mayoría de los casos a enfermedades que realmente impiden seguir
adecuadamente esta dimensión primordial de la vida regular. Tanto es
así que hemos conocido casos de frailes mayorcitos a los cuales para
otras cuestiones se les iba bastante la olla, pero que, en cambio, se
desempeñaban admirable y fielmente en el rezo del coro. Resulta hoy,
en cambio, difícil de imaginar un caso como el del Beato Gaspar de
Bono; como se sabe, en la última época de su vida padeció una
enfermedad renal que le constreñía a miccionar frecuente e
imprevisiblemente; no le arredró ello en su fidelidad al rezo
comunitario, ya que solucionaba el problema llevándose al coro una
“bacinilla”... O sea, mil y una maneras de rezar.
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